Desaparición forzada: caso Daniel Solano
Fiske Menuko, Puel Mapu. La causa Solano II se desprende y se esparce incontenible, pero no deja por esto de moverse en conjunto con la carátula de “Homicidio agravado, vejaciones y privación ilegítima de la libertad” que padeció Daniel Solano; el desdoblamiento de las causas no impide la pronunciación, por parte de los testigos, de los delitos cometidos, antes y después de la desaparición del joven originario. Para los abogados querellantes el crimen no comienza la madrugada del 5 de noviembre de 2011, más bien esa fecha resulta la culminación de una historicidad de violencias y delitos. Una teoría que se ha ido comprobando, de forma gradual y precisa (como si se tratara de piezas de un rompecabezas que se encastran con cada nuevo testimonio), a lo largo de estas 21 audiencias. Aunque es verdad –y cabe la aclaración–, esta historicidad de violencias y delitos no se ha detenido con el inicio del juicio y el desdoblamiento de las causas. Muchos testigos, que incluso ya han declarado, continúan siendo amenazados. “Ahora necesito declarar todo porque tengo un apriete por mi hijo que lo tuve que traer de Orán (Salta) para acá, por el tema de que los punteros que antes eran compañeros míos, le estaban dando droga”, comenzó diciendo, en la última audiencia, un ex puntero de la empresa Agrocosecha. Minutos más tarde, este mismo testigo trazó con nitidez, a través de una ampliación de su declaración, la ruta del narcotráfico que seguían los punteros de Agrocosecha S.A. para trasladar droga desde Bolivia hasta Río Negro. ¿Hacía dónde era transportada esta droga? ¿En qué lugar de la empresa Agrocosecha S.A. era alojada esta droga? ¿Quiénes la distribuían y comercializaban? ¿A quiénes se la vendían? ¿De qué forma fue amenazado este testigo? ¿Qué es lo que vio Daniel Solano? Existen vínculos delictivos innegables entre los protagonistas y los cómplices de la desaparición forzada de Daniel Solano y la ruta del narcotráfico que esparcen la causa hacia nuevos escenarios e interrogantes. La lectura de esta crónica representa una ventana ilustrativa para entender esos nuevos “caminos jurídicos” que recorre este caso.
Kiñe. Las dos declaraciones
Durante la audiencia número 21 por el homicidio de Daniel Solano declararon sólo dos personas. Una de ellas realizó, al comienzo de la audiencia, una ampliación de su testimonio. Mientras tanto el segundo testigo, un trabajador maderero de Salta, afirmó ser uno de los cinco trabajadores que salieron de Macuba Megadisco y viajaron en un taxi (véase “La teoría de los cinco pasajeros”).
Epu. El primer testimonio
La ruta del narcotráfico de la empresa Agrocosecha S.A.
Para esta audiencia estaba predeterminado que declaren cuatro testigos, tres de ellos propuestos por la defensa, pero ninguno de ellos se hizo presente. Por lo tanto sólo declaró un trabajador rural propuesto por la querella. Previo a ello y a pedido del abogado Leandro Aparicio, un testigo que ya declaró en la causa se presentó en la sala de la Ciudad Judicial y solicitó a la jueza García Balduini, ampliar su testimonio.
“Ahora necesito declarar todo porque tengo un apriete por mi hijo que lo tuvé que traer desde Orán (Salta) para acá, por el tema de que, los punteros que antes eran compañeros míos, le estaban dando droga. Yo fui el primer testigo por el caso Solano. Yo era puntero (de Agrocosecha). Fui a ver a un hotel al doctor Sergio Heredia y le entregué todos los papeles de como se traía a la gente del norte, cuál eran todos los movimientos que se hacía para reclutar. Y también le conté la otra situación en la que se traía droga”.
Luego de escuchar la exposición de este testigo, la jueza le volvió a tomar juramento y le permitió ampliar su declaración. En este contexto, es necesario recordar que en su primera declaración (véase “Hagan lo que hagan no dejen rastros”) este testigo había mencionado sólo el traslado de marihuana dentro de los colectivos de la empresa “El tucumanito”, mientras que ahora logró detallar qué otro tipo droga se transportaba, desde dónde se traía, por qué ciudades pasaba esta droga y cómo se la envolvía para no ser detectada en los controles.
“Se cruzaba la droga de Bermejo (Bolivia) a Orán (Salta). Luego se la hacía llegar hasta acá, Río Negro. Primero se cruzaba por un río, como se hace allá. Se cruzaba por un costado, evadiendo gendarmería, todo… Y después dentro del colectivo, se la empaquetaba, se la ponía arriba, en el torpedo de los colectivos; es decir, en el baño, en la parte de arriba. Después para cruzarla se llegaba a Túcuman. Nos hacían bajar una hora o dos horas, que era lo que les llevaba llegar hasta el taller que tenía la empresa ‘El tucumanito’. Y ahí acomodamos todo, y salimos por detrás de un camino pasando Santiago del Estero. Y para que no se detecte lo que se traía en el baúl del colectivo, a la droga se la envolvía con un café (que se vende en Bolivia), con papel y un poco de limón”.
Durante las audiencias anteriores a ésta (véase “El cabezón, el cantante y el señor de la cabeza blanca”) varios trabajadores rurales explicaron que durante el viaje desde Salta hacia Río Negro, el colectivo de la empresa “El tucumanito” paraba por lo menos dos veces y que una de esas paradas se realizaba en Córdoba. Lo que no pudieron responder estos trabajadores era por qué se detenía casi dos horas y qué hacían el dueño del colectivo y los punteros de Agrocosecha durante ese lapso de tiempo. En la ampliación de su testimonio, este testigo de identidad reservada pudo explicar lo que sucedía durante esos periodos de tiempo en el que el colectivo se detenía.
“Llegabamos a Tucúman y Víctor Sobrero (el dueño de la empresa “El tucumanito”) se llevaba el colectivo hasta el taller, por lo menos, durante dos horas. Nosotros siempre nos quedamos en una estación de servicio, o si no en una sandwichería (que está al frente del cementerio) que venden choripanes. El iba con los punteros nada más. Y en Córdoba se hacía una parada en la noche. Cuatro o cinco de la mañana paraban ellos. Y en Lamarque llegábamos y el colectivo se iba directo para la empresa con los punteros. Yo veía que se vendía la droga en las gamelas. La policía estaba ahí adelante y no hacia ningún control. Los encargados de venderla dentro de las gamelas eran Fariñas, el “facha” Lorenzo y Julio Chain”.
Para especificar sobre la venta dentro de las gamelas, el abogado defensor Ricardo Thompson, le preguntó qué tipo de droga se vendía. El testigo, sin dudar, señaló varios veces a sus ex compañeros, que logró conocer bastante bien de cerca.
“Fariñas le vendía la droga a los mismos trabajadores que venían del norte, después a alguno que venía del pueblo. Le vendía un paquetito de droga, venía en una bolsita. Le vendía Marihuana y de la blanca”.
Por su parte, la fiscal Teresa Giuffrida le consultó de qué forma había sido amenazado. El ex empleado de Agrocosecha S.A. respondió a cada pregunta con un tono seguro, aunque precipitado. Se notaba decidido y ansioso por dar su testimonio.
“Me llamaron por privado. Después que termine de trabajar en el Jagüel recibí las amenazas. No le di importancia, pero ahí comenzaron. Después el pibe mío de Salta también comenzó con los problemas. Como yo era puntero, todos conocen mi casa allá en el norte. ¡Todos (los punteros de Agrocosecha) me iban a dejar los papeles para que arme el viaje! Ahí le comenzaron a dar la droga a mi hijo, y ahí comenzó a consumir (…) En los mensajes decían que no declare, que piense lo que voy a decir, eso me decían, Después ya no atendía porque era todo privado”.
Por último, la presidenta de la cámara, García Balduini, le solicitó al testigo que dé más detalles sobre cómo Víctor Sobrero y los punteros de Agrocosecha esquivaban los controles sobre la ruta.
“Cuando salíamos de Orán, salíamos por la ruta de Pichinal, que es una ruta vieja, que va a pasar todos los controles de Jujuy, hasta salir cerca de Tucuman. Y después en Tucumán agarramos por Santiago donde hay una ruta en la que evadís casi todos los controles, saliendo cerca de Córdoba. Y de ahí le daban hasta acá (Río Negro). Acá nos bajaban a nosotros. Se iban con el colectivo hasta la oficina que tenía en el centro de Lamarque Agrocosecha, y los paquetes quedaban en esa oficina”.
Küla. El segundo testimonio
El testigo que, con su declaración, desmintió la teoría de los cinco pasajeros propuesta por la defensa
El segundo testimonio fue el de un trabajador oriundo de Salta. Según el relato de este empleado, él llegó solo a Río Negro, para trabajar en una maderera. Desde un principio trabajó alejado de su familia y amigos. “Así pasé navidad, año nuevo y mi cumpleaños”. Casualmente la fecha del cumpleaños de este joven es el 4 de noviembre, que fue la fecha en la que se reencontró en el centro de Lamarque con varios amigos y conocidos de Salta, que trabajaban en las chacras de Agrocosecha. “Me invitaron a conocer Macuba. Como era mi cumpleaños yo pensaba que nos iban a dejar entrar gratis, pero nos cobraron. Adentro nos quedamos cerca de los parlantes. No estuvimos mucho. Nos tomamos cinco cervezas y nos fuimos. Habremos estado una hora”. Este joven afirmó haber salido junto a un grupo de cuatro personas, que pasaron parte de la madrugada del 5 de noviembre de 2011 dentro del boliche Macuba Megadisco y que al salir del boliche decidieron tomar un taxi. “Yo fui el primero en llegar al taxi, cuando le pregunté al taxista si nos podía llevar a los cinco, fue cuando vi que le estaban pegando a una persona. Yo he visto varias veces como la policía golpea a otros, pero no era normal como le estaban pegando a éste, lo estaban moliendo a palos. Le estaban pegando con la cachiporra. No se si era Daniel Solano. No supe quién era esa persona. En ese momento no nos importó. Si hubiera sido de nuestro grupo quizás ahora le estaría contando otra historia. ‘No vaya a ser la persona que están buscando’, pensé yo después, cuando me enteré que estaba perdido un chico”.
El relato de este joven desmiente la teoría de los cinco pasajeros propuesto por la defensa y la hermana de Juan Barrera. Según esta teoría Daniel Solano era uno de los cinco pasajeros que viajaron en este taxi.
“Nosotros éramos cinco y el taxista no nos quería llevar. ‘Te pagamos más, no hay problema’, le decíamos. ‘No, pero no puedo’, nos respondía. Hasta que lo convencimos. Ahí fue cuando uno de los changos que le gritó algo a los policías, entonces a mí me agarró el miedo de que se nos vinieran los milicos encima (…) Todo ocurrió a mi derecha, salí (de Macuba) hacia la derecha, el móvil estaba a la derecha. Los policías y el taxi estaban a la derecha.”
Este testigo estuvo presente dentro de Macuba en el momento en el que sacaron a un joven, pero no lo pudo identificar ni a él ni al policía que dice que lo sacó.
“Pasaron por al frente de la barra. Salieron del sector de baños. Era llevado con los brazos para atrás. Lo recuerdo bien porque cuando pasaron por al frente de nosotros, la gente se iba abriendo. No pude reconocer a la persona que llevaban, ni cómo era el policía que lo sacó. Yo soy alto, pero no sé si ellos eran altos, había mucha gente y estaba muy oscuro”.
Meli. Una ventana ilustrativa
Existen vínculos delictivos innegables entre los protagonistas y los cómplices de la desaparición forzada de Daniel Solano y la ruta del narcotráfico que esparcen la causa hacia nuevos escenarios e interrogantes. Estos dos últimos testimonios representan una ventana ilustrativa no sólo sobre el caso en sí, también nos permite adentrarnos, como si fuera el prólogo de un libro, en las causas que se desprenden, acompañan y se mueven de forma simultánea con la carátula de “Homicidio agravado, privación ilegitima de la libertad y vejaciones” que padeció Daniel Solano.