Por Jorge Pardés
El 30 de abril se cumplieron 41 años de aquella tarde en la que un grupo de mujeres en la Plaza de Mayo se juntaron para visibilizar su reclamo por sus hijos desaparecidos. Regía el estado de sitio y no podían reunirse más de tres personas en la vía pública. A la orden policial de “circulen, circulen”, nacía la primera marcha de las Madres de Plaza de Mayo, “las locas de la Plaza”, las que siguen cada jueves, marchando, por sus hijos y todos los hijos.
En 41 años no faltaron un solo jueves a la marcha en la Plaza de Mayo. Estuvieron siempre, a pesar de la soledad, de ser golpeadas y despreciadas, de ser denigradas como madres de hijos “terroristas” y de que se sostuviera que “al terrorismo había que aniquilarlo”.
Ellas aceptaron el apelativo de “locas” porque se reconocieron locas de dolor, locas de amor por sus hijos, locas de necesidad de justicia, locas de compromiso social.
Descubrieron y crearon un concepto, socializar la maternidad, haciéndose en estos más de cuarenta años madres de todos. Resignificaron su práctica, en práctica social, cuando decidieron pedir por todos, no sólo por los propios.
Un día quedaron en encontrarse en la Plaza de Mayo para que el presidente de facto se entere lo que estaba sucediendo, era un día sábado y no había nadie en la Plaza. La casa de Gobierno estaba cerrada ese 30 de abril de 1977 y decidieron volver un día que hubiera mucha gente, que no fuera sábado y tampoco viernes que era día de brujas. Entonces, jueves, y todos los jueves por más de cuarenta años, por la eternidad, mientras no aparezcan, mientras no haya justicia, mientras haya vida y fuerza para reclamar.
El contexto
El núcleo de la coalición que había desembocado en el golpe de estado del 24 de marzo de 1976 estuvo constituido por la alianza entre las fuerzas armadas y sectores civiles, políticos y religiosos, ligados al sistema de intereses de la clase dominante con el apoyo de Estados Unidos.
El terrorismo de Estado tuvo el objetivo del aniquilamiento de vastos sectores de la sociedad que se oponían a los cambios profundos que los golpistas querían realizar.
Empezaron a desaparecerlos, se los llevaban, y el relato de cada madre, a la distancia, connotaba el sufrimiento de aquel momento. El profundo dolor que la noticia, o la certeza o la sospecha luego confirmada, le produjo a cada una de ellas de modo diferente. El momento en que se enteraron o vieron que se los llevaban.
Una matanza que no podía realizarse de forma pública. Un servicio de inteligencia, campos de concentración de tortura y asesinato, medios de comunicación cómplices y una sofisticada logística llevaron a cabo el macabro plan.
Las Madres se encontraron con una pared de mentiras e infamia, incluso Azucena Villaflor, la precursora de la organización fue también secuestrada y asesinada.
La fecha
El 30 de abril de 1977, definen un año después, ante el periodismo internacional como la fecha fundacional. Les costó encontrar el día, tuvieron que asociar el cumpleaños de alguien, que era por esos días y fijar la fecha de aquel sábado. No habían ido a fundar nada, pero marcaron el hito fundacional de lo que serían: la conciencia social de la resistencia
Con la sola estrategia de persistir para ser visibles ante los argentinos y el mundo, continuaron todos los jueves yendo a la Plaza, lentamente se fueron constituyendo en el hecho más difícil de resolver para el autodenominado Proceso de Reorganización Nacional.
Y Videla se niega a recibirlas y llega una peregrinación a Luján y deciden ir a pedir por sus hijos, porque esa era una de las únicas movilizaciones permitidas, y podían hacerse visibles.
El 9 de octubre de 1977 se organizan y deciden un modo de encontrarse y de identificarse en la multitud, usarían un pañuelo blanco, un pañal, todas tenían un pañal de sus hijos guardado, en aquellos tiempos no eran descartables, y ese fue el modo de reconocerse, sin siquiera sospechar que se constituiría en el símbolo de enorme poder significante que las distinguiría por siempre.
La primera solicitada que el diario La Nación publica el 10 de diciembre desencadena la persecución, secuestro y desaparición de Azucena Villaflor, Eugenia Ponce de Bianco, Esther Ballestrino y las monjas francesas Alice Domon y Léonie Duquet.
El jueves 15 de diciembre 30 madres entraron a la Plaza a marchar. Seguramente temerosas, quizás con pánico, pero eran mucho más que la suma de las vulnerables individualidades, era un Movimiento Social en marcha, eran las Madres de Plaza de Mayo.
El Mundo
El Mundial de fútbol de 1978 permitió visibilizar en todo el planeta el reclamo de las Madres. La prensa holandesa fue la primera en darles prioridad, frente al espectáculo deportivo.
Esa visibilidad les permitió comenzar a recorrer el mundo, llevando la denuncia a Estados Unidos y a Europa. La Comisión Interamericana de Derechos Humanos, dependiente de la OEA, viaja al país a constatar los crímenes denunciados. Las recibió el presidente italiano, quien se negó a recibir al genocida Rafael Videla. El Papa se negó a recibirlas, pero la foto de las Madres en el Vaticano recorrió el mundo. La complicidad eclesiástica con la dictadura quedó demostrada.
La imagen de esas mujeres que hacía dos años caminaban para reclamar la aparición de sus hijos era la evidencia más palpable del genocidio que estaban perpetrando los militares y que trataban por todos los medios de ocultar al mundo.
La plaza, las madres de la plaza, ese era el problema y la solución, tan simple como que los pueblos siempre solucionan las cuestiones en las plazas, suele decir Hebe, ya eran pueblo, ya eran las madres del pueblo, y aunque no lo supieran, lo ejercían, porque eran la base de la resistencia. La alegoría de la búsqueda de justicia.
Aparición con vida
La llegada de la Comisión Interamericana de Derechos Humanos de la OEA era una esperanza para las Madres, para poder denunciar la desaparición de sus hijos. La Junta Militar tenía que aceptar su llegada por la presión de estados Unidos, que con Carter, enarbolaba la bandera de los derechos humanos y no podía omitirlo en relación a la Argentina.
El 6 de septiembre de 1979 llega a Buenos Aires y la repercusión y el debate público que estaba provocando esa visita, superaba las peores previsiones de la Junta Militar. La expectativa social que rodeaba el acontecimiento hacía que el costo empezara a resultar altamente elevado.
El saldo más importante de la visita fue la visibilización del horror que estaba sucediendo. Un amplio sector de los argentinos que hasta ahora habían estado prescindentes empezaron a apoyar la lucha de las Madres y el gobierno militar cambió la estrategia de no reconocer la existencia de desaparecidos, a decretar la muerte de todos con el interés de acabar con el tema.
Pero las Madres en una nueva demostración de profunda coherencia, se negaron a aceptar el decreto de que estaban todos muertos, eso hubiera dejado reinar la impunidad, hubiera impedido que se hiciera justicia, y comenzaron a reclamar de una y mil formas: “Aparición con vida”. En otra demostración de profundo coraje, “Aparición con vida”, fue la manera de oponerse al discurso falaz de la dictadura, de omitir testigos que ayuden a encontrar la verdad, culpables que cumplan los designios de la justicia, de dejar la muerte sin explicaciones; “Aparición con vida” exigía justicia.
“¡Ahora, ahora, resulta indispensable, aparición con vida y castigo a los culpables!”.
En medio de ese debate, se anuncia la candidatura de las Madres al Premio Nobel de la Paz conjuntamente con Pérez Esquivel, representando también para la dictadura un duro golpe.
La resistencia
El 10 de diciembre de 1981 un centenar de madres iniciaron la Marcha de la Resistencia, veinticuatro horas seguidas alrededor de la Plaza de Mayo. Creían que se dormirían a las pocas horas. Creían que no podrían. Pero ellas sabían la magnitud en términos de hecho político que tenía esa Marcha.
La situación económica se tornaba insoportable, el movimiento obrero se empezaba a movilizar, se declara la Guerra de Malvinas, un día antes (30 de marzo) el pueblo se movilizaba por reclamos a la Plaza de Mayo. El mismo pueblo va a vitorear a los héroes. Las madres que seguían creciendo como colectivo, y su mirada aclarándose más, las ponía en contra de esa barbaridad oportunista sin ningún destino más que la muerte de cientos de jóvenes. No podían enfrentarse al furor patriótico de esos días. Salieron a comunicar y esclarecer. “Las Malvinas son argentinas, los desaparecidos también”. Descubren a Astiz al mando, el mismo, el presunto entregador de Azucena y las otras madres.
Asume el dictador Reinaldo Bignone. Como consecuencia del fracaso de la dictadura su función es la de la apertura democrática en las mejores condiciones posibles para los militares.
Las Madres exigen, requieren, esclarecen, a los partidos que no se hagan cargo de los desaparecidos, que las Madres iban a seguir peleando. Pocos se atrevían a enfrentarse a la fuerza moral que ellas representaban. Igual todos terminaron apoyando la teoría de los dos demonios. Ellas se oponían a esa teoría. Consideraban que los delitos cometidos por un civil debían ser juzgados por la justicia ordinaria, pero los delitos cometidos por el Estado, son delitos de lesa humanidad y debían ser juzgados como tales.
La resistencia continúa, Bignone el 28 de febrero de 1983 anuncia las elecciones del 30 de octubre. Ante el fracaso de los acuerdos con los partidos políticos por presiones de las Madres, producen el “Informe Final”, un acto institucional que daba por cerrado el tema de los desaparecidos y se declaraban muertos. Los altos mandos de las fuerzas armadas asumían la responsabilidad histórica por todas las acciones realizadas por las fuerzas de seguridad.
Las Madres respondieron que ellas no aceptarían ni olvido, ni amnistía, ellas querían justicia.
Fuerza moral
Las madres atravesaban un momento difícil. Una organización política sin partido en un momento de resurgimiento de los partidos, pero una fuerza moral que ningún partido podía ostentar. Mientras ellos dormían, ellas luchaban. No querían ser una ONG. No eran sólo una ONG, eran ya un movimiento social.
En la última marcha de las Madres en dictadura, el jueves anterior a la asunción del nuevo gobierno democrático el 10 de diciembre de 1983, terminó un ciclo. Parecían haberse convertido en un símbolo de la resistencia para todos los partidos políticos. Por cierto, lo eran. Concluía una etapa en la que se había logrado el objetivo que se habían puesto esa tarde de un sábado de fines de abril del 77, en el que se citaron en la Plaza; hacer visible el reclamo de aparición de sus hijos, aunque no hubieran aparecido. Habían socializado la maternidad.
Durante los primeros 20 años del regreso a la democracia en Argentina las Madres de la Plaza de Mayo continuaron su lucha, siempre desde el reclamo colectivo, viajando por el mundo haciendo públicas las políticas de silenciamiento, negociación y ausencia de justicia. Siempre enfrentadas a los gobiernos de turno, siempre marcando la referencia, siempre resistiendo. Sólo con la llegada de los gobiernos de Néstor Kirchner y Cristina Fernández de Kirchner pudieron dedicar la energía a construir, al decir de ellas mismas, el sueño de los 30 mil. Suspendieron las marchas de la resistencia que periódicamente realizaban, ya que el enemigo no estaba más en la casa de gobierno.
El 10 de diciembre de 2015, toman la Plaza de Mayo y simbólicamente evitan que el nuevo presidente de la Nación el día de su asunción, pase hacia el Congreso por el medio de esa plaza. Alertan sobre el nuevo escenario. Son fuertemente criticadas. Vuelven a ser presa de persecuciones. Vuelven a ser referencia de la lucha, vuelven a ponerse a la cabeza de la resistencia. Vuelven a convocar marchas de la resistencia en defensa del trabajo y contra el plan de hambre que trajo Mauricio Macri bajo el brazo. El enemigo vuelve a estar en la casa de gobierno.
Maternidad socializada
Es cierto que si bien en aquel sábado 30 de abril de 1977, en la Plaza de Mayo, ese grupo de casi quince mujeres, eran madres buscando cada una a su hijo, expresión clara de la maternidad como acto lanzado al mundo en esa búsqueda individual, cuando se niegan a pedir sólo por su hijo y deciden pedir por todos, todas pidiendo por todos, socializan la maternidad y ese acto lanzado al mundo es un acto colectivo que tiene la fuerza moral suficiente para cambiar la historia, para reescribir el Mito (Antígona), para constituirse como sujeto social y comenzar a construir poder popular, y ser sujeto político social con una carga identitaria profundamente trascendente.
En este 41 aniversario de aquel 30 de abril las Madres de Plaza de Mayo abren su preciado archivo al mundo. Siguen en esos actos de entrega y socialización de su maternidad. Siguen dando referencia entregándose a los demás y enseñando a transformar el sufrimiento en amor.