Dios es Amor. ¿Ya se detuvo usted a pensar cuánto de amor existe cuando un
pastor está exorcizando y expulsando a satanás o al diablo del cuerpo
de alguien? ¿Ya se ha detenido usted a pensar que si hay niños viendo la
«Manifestación curiosa» por medio de esas imágenes, que ahora absorben y están
siendo inculcadas – pues el niño no puede simplemente salir del recinto –
pasarán a convertirse en creencias en el sustrato imaginario de ellos?
¿Ya se detuvo usted a pensar que esa creencia puede desencadenar un gran
miedo? ¿Un temor de que dentro de aquel pequeño ser lleno de vida y esperanza
pueda habitar un diablo que debe ser exorcizado? ¿Ya se detuvo usted a pensar que el
el diablo puede manifestarse como deseo de: relacionarse con personas del
mismo sexo, querer gozar de la vida, viajar y conocer nuevos lugares,
experimentar la poligamia, afeitarse las axilas, conversar con los ateos o los budistas?
¿Ya se detuvo usted a pensar que ese miedo que el niño ahora carga y que
va podando la manifestación más bella conocida, que es el amor genuino al
más cercano, va construyendo un «amor» selectivo y sectario que sólo acepta
a algunos? ¿Ya se detuvo usted a pensar que al practicar el «amor sectario» el niño
se convertirá en una «oveja»? ¿Ya se detuvo usted a pensar que volviéndose
una oveja, literalmente, el niño – ahora un adulto – desechará toda
posibilidad de experimentar la libertad dentro de sí? ¿Ya se detuvo usted a
pensar que estando sin la posibilidad de actuar con libertad interna,
el adulto, ahora devoto, querrá también exorcizar a todos esos millones de
personas que no comulgan con su creencia?
¿Ya se detuvo usted a pensar cuántas personas, que se sienten respaldadas
psicológicamente por doctrinas represoras, diseminan el miedo creyendo
que están hablando por uno?
Texto por Rodrigo Luiz