A pesar de todo, este es el mejor momento y una posibilidad real para frenar al fascismo que hoy lleva el nombre de Iván Duque.
El mapa electoral de ayer hace recordar el resultado del último referéndum, donde las víctimas reales de la guerra votaron contra la guerra y las víctimas de la televisión votaron contra la paz. Pero hay diferencias. Bogotá se pronunció claramente contra el uribismo. Nunca antes en la historia colombiana reciente tanta gente apoyó a la candidatura que más se asemeja a la izquierda. Nunca antes en una elección presidencial colombiana participó tanta gente.
No nos equivoquemos, Gustavo Petro no representa ningún cambio sustancial ni muncho menos un proyecto político diferente del modelo dominante. Lo único que está en cuestión son miles de vidas que correrán peligro en el caso del triunfo de Duque, que con seguridad acabaría con este complejo, contradictorio e imperfecto proceso de paz… un proceso que ya salvó miles de vidas de soldados, guerrilleros y sobre todo civiles.
Y lo único que por ahora importa es salvar vidas. Y no tenemos para eso más que un par de semanas. Y sí, se puede. Ojala que la pasión por salvar vidas se acerque a las futboleras. Ojalá pase algo…
Una campaña de terror contra Duque no sirve, porque los únicos expertos en hacer campañas de terror son justamente ellos.
Mendigar los votos de los seguidores de Fajardo tampoco sirve de mucho. Cada uno actuará de acuerdo a sus creencias y su sensibilidad, cualquier presión no solo es humillante, sino también contraproducente.
Creo que Petro tiene asegurados hoy día cerca de un 38% de votos y falta agregar los 12% restantes. Un poco menos de 2.400.000 votos. Buscándolos entre los 17.170.000 de los que se abstuvieron. Sobre todo entre los pobres, los jóvenes, las mujeres, las primeras víctimas del fascismo narco paramilitar que está a punto de retomar el poder en Colombia.
Por un par de semanas suspendamos nuestras discusiones políticas. Por ahora no importa. En este momento salvar vidas será el acto más revolucionario de todos.