Este año 2018 es el año de la Copa del Mundo en Rusia. La atención del mundo entero estará orientada hacia el evento que está marcado por olas de nacionalismo.
Política de Pan y Circo
El Imperio Romano fue uno de los mayores de la historia humana, si pensamos su extensión territorial. Una de sus principales políticas era la del «pan y circo» (Panem et circenses). Los emperadores organizaban eventos en los coliseos, estadios gigantescos donde las personas peleaban hasta morir o eran masacradas por fieras salvajes, como los leones. Todo esto, claro, para satisfacer a la población que tenía agudos orgasmos con los ríos de sangre promovidos para su placer. Los emperadores romanos mantenían esa política para mantener el «ánimo» de la población, principalmente de la más pobre. Promovían la distribución de alimentos y diversión, por eso la expresión «pan y circo».
Fútbol, pasión nacional…
El fútbol es de lejos el deporte más amado por los brasileños. En cada ciudad del país es posible ver cuadras e incontables equipos que van desde los más aficionados (como los de várzea) hasta los profesionales con estadios que dejarían a muchos faraones con la barbilla caída. Además de toda una industria del marketing deportivo que genera millones de reales al año en publicidad, para alegría del niño Neymar.
El deporte evoca todo un imaginario popular y sentimientos de los más diversos, una mezcla de orgullo, pasión, una idea de país y de forma de vivir. El fútbol es sin lugar a dudas uno de los temas más debatidos por la población al lado de política y la economía. Pensar en el deporte es pensar incluso en cuestiones que son propias de la Antropología, ciencia que estudia la cultura humana en sus más diversas variaciones. Esto porque cada equipo agrupa pequeñas comunidades, la de los corintianos, de los paulinos, y por ahí siguiendo. Dentro de cada hinchada existe el sentimiento de pertenencia a un grupo, a una comunidad con sus formas de expresarse y vivir, es como si cada equipo fuera una tribu, con sus riquezas culturales.
El Fútbol y la Dictadura
Durante la dictadura militar los generales supieron aprovechar este escenario. Y en la copa del mundo de 1970, el entonces dictador Médici no ahorró esfuerzos para garantizar la copa para la selección brasileña. Esto se dio a través de la contratación de un equipo técnico de altísima calidad, formada por excelentes preparadores físicos.
Se ha producido una intensa publicidad hecha a través de la Red Globo (PLIM! PLIM!). Durante la dictadura militar las redes de TV, en especial la venus platinada, crecieron de forma exponencial. Alcanzando todos los rincones del territorio brasileño. Se constituyó en uno de los grandes poderes y oligopolios brasileños, que se ha convertido en una de los más ricos en términos de capital financiero (plata, dinero) y político (capacidad para interferir en los escenarios políticos. Collor y, más recientemente, el golpe de Rousseff).
Así se propagaba a todos los rincones de Brasil una idea de progreso, de orden y de un Brasil que iba a estar bien. Por lo tanto, de un proyecto político de país.
Copa de 2014 y el famoso 7 x 1
La receta fue utilizada también por Lula y Dilma al traer la copa a Brasil en 2014. Esto también es cierto. La idea de una copa con sede en Brasil aumentó y mucho la popularidad de los ex presidentes petistas. Con la Copa vino las olimpiadas y también una serie de retrocesos en términos legislativos, como la aprobación de la ley de seguridad nacional aprobada por Dilma Rousseff y que puede servir para criminalizar movimientos sociales.
Brasil no ganó la copa de 2014. Peor aún – perdió en casa en un marcador de 7 x 1 a favor de Alemania, lo que traumatizó a buena parte de las brasileñas y brasileños, y, en efecto cascada, empeoró la popularidad de Dilma Rousseff.
Este año 2018 tenemos la copa en Rusia. Con el evento diversas naciones utilizan la misma receta – promover una cierta idea de unidad nacional. Para muchas personas no existe relación entre política y fútbol. Pero queda la cuestión – si Brasil hubiera ganado la copa de 2014, ¿Dilma sería todavía presidente?
texto por Vinícius Chamlet