Giulio Regeni, que hoy tiene 28 meses secuestrado en El Cairo, seguido de desaparición forzada, tortura y asesinato, «sigue haciendo cosas» como siempre dice su madre Paola Deffendi. De hecho, esta misma semana se inauguró en la Universidad de Parma la «Sala de Estudio Giulio Regeni» y el municipio de Cisano sul Neva, en la zona de Savona, se sumó a la campaña «Verdad para Giulio Regeni».
Y también esta semana, el «pueblo amarillo» se ha unido en masa (medio millar de personas en los últimos días) al ayuno de relevos promovido por Paola Deffendi y Alessandra Ballerini, abogada de la familia Regeni, para pedir la liberación de Amal Fathy, encarcelado desde el 11 de mayo, a quien ayer se le impusieron 15 días más de detención preventiva.
Amal Fathy es la esposa del director de la Comisión Egipcia de Derechos y Libertades, la ONG egipcia que inmediatamente se puso a disposición de los abogados de la familia Regeni. En un contexto de feroz represión (marcado en los últimos días por el arresto de activistas y blogueros), la detención de Amal Fathy es otro signo más de la furia particular del gobierno de El Cairo contra cualquier persona interesada en la búsqueda de la verdad sobre el secuestro, la desaparición forzada, la tortura y el asesinato de Giulio.
Por lo tanto, han pasado 28 meses desde el maldito 25 de enero de 2016. La atención de la opinión pública italiana sigue siendo muy alta. El resto del país, el institucional y el oficial, con pocas excepciones -entre ellas el activismo del Presidente de la Cámara, Roberto Fico, que en los últimos días se ha reunido con los padres de Giulio y con el embajador italiano en El Cairo- ha dejado de hablar de Giulio.
Un alto representante del mundo universitario fue el encargado de formar el gobierno. Sería bueno que diera un nuevo impulso a la búsqueda de la verdad sobre el asesinato de un investigador italiano que había hecho de la propia universidad su mundo.