El profesor Tiberio Feliz Murias es responsable del UNIDIS (Centro de Atención a Universitarios con Discapacidad) de la Universidad Nacional de Educación a Distancia (UNED) y desarrolla su docencia en la Facultad de Ciencias de la Educación. Es un facilitador nato y, cuando se le conoce, se comprende por qué dirige este servicio que con tanta eficacia ha desarrollado esta universidad pública española. Participará como ponente en el Foro Humanista Europeo 2018.
¿Qué repercusión social está teniendo el proyecto que dirige, UNIDIS (Centro de Atención a Universitarios con Discapacidad)?
El centro celebra este año su décimo aniversario. Es una fase ya muy avanzada de desarrollo institucionalizado de la política de inclusión de la UNED. Nuestra universidad recibe cada año cerca de 8.000 estudiantes con discapacidad en su mayoría en estudios oficiales. Fuimos la primera universidad española en instaurar la matrícula gratuita para las personas con discapacidad en 1995. Hemos desarrollado diversas líneas de actuación para favorecer la equidad y que estos estudiantes puedan desarrollar su vida académica como cualquier otro. También nos preocupamos por su empleabilidad. Trabajamos con toda la comunidad universitaria, que es la que hace plausible esta realidad. Ciertamente, tenemos retos por alcanzar, pero hemos avanzado mucho en la operatividad de la cultura de la inclusión.
¿Cuáles son esos retos a los que alude?
En primer lugar, indicaría la consecución de modos de trabajo apoyados en el diseño universal. Si todo lo que hacemos se diseña de forma adecuada, con la utilización de las tecnologías cada vez más adaptativas, las necesidades de adaptación de los medios y de los procesos se reducirán considerablemente. En un entorno de cultura inclusiva en el que cada servicio y cada persona asuman su rol y desempeñen su actividad facilitadora con toda naturalidad, este tipo de servicios atenuarán su protagonismo. Lo veremos tan normal que nadie lo cuestionará. Nos sorprenderemos de que algún día no hubiese sido así.
Va a participar en el Foro Humanista Europeo 2018, cuyo lema es “Lo que nos une hacia la Nación Humana Universal”, ¿Cómo analiza la situación actual de la universidad respecto a estos objetivos generales del Foro?
La universidad tiene una misión importante en relación con la generación de conocimiento y el desarrollo del bienestar humano. La universidad debería tender a la universalidad, como la ciencia y el conocimiento. Demasiadas veces aún se pierden valiosas energías en luchas internas, pero esa controversia también estimula la creatividad si sabemos encauzarla.
¿Ve a la universidad involucrada en los avances sociales que demanda hoy el mundo intercomunicado en el que vivimos?
La universidad es como la sociedad en la que se desarrolla. Ha cambiado mucho en sus modos de trabajo práctico, aunque sólo sea porque la mayoría de sus habitantes se sienten ciudadanos y tienen modos de vida muy tecnológicos e intercomunicados. Es cierto que mantenemos algunos hábitos organizativos y simbólicos menos actualizados, pero todo se andará. Al tiempo.
Se trabaja desde la máxima pluralidad funcional, política, cultural, etc
¿La universidad en general, y en concreto la Facultad de Educación, en la cual es docente, se plantea la educación en función de una concepción del ser humano? Si es así ¿Cuál es esa concepción?
Decir lo contrario sería ignorar que todo lo que hacemos con personas siempre refleja implícitamente una concepción de las mismas. El respecto por la pluralidad nos ha llevado quizás a soslayar las definiciones explícitas y evitamos reflejarlo en nuestros documentos organizativos, pero lo cierto es que se trabaja desde la máxima pluralidad funcional, política, cultural, etc. Algunas prácticas marginales no deben erigirse en paradigmas.
¿Qué le sugiere o qué significado tiene para usted el eslogan del Foro “Lo que nos une hacia la NHU”?
Los movimientos sociales y políticos sólo pueden consolidarse si asumen la pluralidad como una identidad. En cualquier ámbito de la vida, es importante destacar lo que une para avanzar y eso no le resta valor a la individualidad, a la singularidad, a la diferencia. En estos tiempos, por cierto, los países autodenominados desarrollados también deberían revisar sus respuestas hacia los flujos migratorios que se están produciendo. Deberían pensar más en lo que nos une como seres humanos, no tanto en los intereses particulares. Después de todo, también somos responsables al menos en parte de las causas que los producen.