Daniela Hirsch, 34, es abogada Chilena, humanista de toda la vida, casada y con una hija.
Si alguno no sabe de qué hablo, me refiero al caso de la chica en España violada por 5 hombres, a quienes condenaron por abuso sexual y no por violación, y que de hecho incluso uno de los jueces votó por absolver del todo. Me ha costado tanto entenderlo, que me puse a leer el fallo. Es terrible. Para llorar. No lo he podido terminar. Describe una situación horrorosa, con todo detalle y, a pesar de eso, dicen que es no es violación porque supuestamente: 1) no se usó violencia física para someter a la víctima; 2) las lesiones no revelan violencia; y, 3) no hubo intimidación. Todo esto en el contexto de que la agresión la cometen 5 hombres grandes y 10 años mayor que la víctima, que la llevan a un portal oscuro y solitario donde la penetran reiteradamente y por todas las vías, entre los 5 para luego dejarla ahí tirada. ¿No hubo violencia, daño, ni intimidación? ¡¿De qué me están hablando?! No lo logro entender.
Todas las mujeres que conozco hemos sufrido violencia sexual. Muchas han compartido sus historias públicamente y creo que eso ayuda a evidenciarle a los hombres (porque las mujeres ya lo sabemos) la violencia a la que nos vemos expuestas diariamente. Por mi parte recuerdo a los 16 años, en una fiesta, un grupo de hombres (un equipo de rugby argentino…) me rodeó y me manoseó entera. A los 17 o 18, en el persa Bio Bio, un viejo me agarró el poto y cuando me di vuelta sin poder creer lo que pasaba, me sonrió mirándome directo a la cara. Y para que seguir contando, ¿no?
Hace dos días, antes de conocer el fallo de este caso, volví caminando de noche, desde un cumpleaños a pocas cuadras de mi casa. En el recorrido había una cuadra solitaria y un poco más oscura, y yo divagué: si me agarran acá no me ve nadie. Y me pregunté: ¿Qué haría en ese caso? ¿Cómo reaccionaría si un tipo acá me agarra y me intenta violar? Me sospecho que los hombres nunca divagan esas cosas mientras caminan por la calle. Las mujeres sí. Frecuentemente. Yo pensé en mis alternativas. ¿Corro? ¿Grito? Pero, ¿y si eso hace que el tipo me pegue, me apuñale, o qué se yo? Ese día pensé que quizás trataría de humanizar a mi atacante contándole mi nombre, mi edad, diciéndole que tengo una hija, un marido, y soñando que quizás así conectaría con su humanidad y me dejaría ir… Qué insólito que una vaya por la calle pensando en cómo zafarse de un violador, ¿no?
Pero luego de leer el fallo, me veo obligada a volver a preguntarme ¿qué debería una hacer? Y le pregunto además a mis amigos abogados penalistas, y si hubiera algún juez entre mis contactos: ¿cómo debo reaccionar? ¿Qué debo hacer para que no me maten, pero para que condenen a mi atacante como violador? Porque en el caso de La Manada, la chica eligió vivir. Aceptar ser violada, para vivir. Entonces ella cerró los ojos, hizo lo que le dijeron y dejó que le hicieran lo que quisieran. Porque pensó que al menos así sobreviviría. Pero para los jueces eso significó que no hubo violencia física ni daños que justificara condenar a estos hombres por violación. Lo escribo y me duele. Lo escribo y quiero llorar. Y tengo rabia. Y siento la injusticia del mundo en que vivimos.