El pasado 11 de marzo se realizaron las elecciones legislativas en Colombia con un saldo que, a primera vista, no deja muchas esperanzas para la continuidad de los procesos de paz, ni en términos de la implementación con las desmovilizadas FARC, ni en las conversaciones que se han reanudado en los últimos días en la ciudad de Quito con el ELN. Así las cosas, tanto la llamada paz completa, como el proceso de renovación democrática en Colombia, estarían en riesgo.
Los partidos tradicionales, Liberal y Conservador y, otros de la derecha, como el Centro Democrático y Cambio Radical, se llevaron el mayor número de escaños en la Cámara de Representantes y en el Senado. Este era el primer round para las fuerzas progresistas que se la jugaban por una renovación de este Congreso que defraudó en términos de la implementación del acuerdo de paz suscrito en La Habana. Sin embargo, se impusieron los poderes regionales, que continúan siendo el motor de las definiciones en esta instancia.
A pesar de la evidente derrota, las fuerzas alternativas como el Partido Verde y el Polo Democrático, que conforman la Coalición Colombia e impulsan la candidatura de Sergio Fajardo, además de la lista de la Decencia, que acompaña la candidatura de Gustavo Petro, dejan el sabor de que algunas cosas comienzan a cambiar, pese a los resultados generales en los que además, la abstención bajó tres puntos.
Así, el Partido Verde aumentó su participación en el Senado, gracias al arrastre del ex candidato presidencial Antanas Mockus, quien fue uno de los senadores más votados con 540.783 sufragios y la incursión de la lista de la Decencia, que llega por primera vez con cuatro curules al senado y dos a la Cámara de Representantes. Es destacable que, a través de esta lista, regresa el partido Unión Patriótica al Senado, después de su exterminio y desaparición en el ámbito político, con su directora Aida Avella.
Estos partidos y movimientos obtuvieron una significativa participación que aún permite pensar que no todo está perdido y que en Colombia, a paso lento, comienza una transformación que puede desembocar en los próximos años en un cambio significativo para la democracia. De estos resultados, entonces, solo podemos esperar que entre estas fuerzas y, algunos representantes de partidos como el Liberal (14 senadores) y el Partido de la U (14 senadores), que apoyó al presidente Santos en sus esfuerzos por los procesos de paz, pueda concretarse un grupo importante de oposición para defender lo que hasta el momento queda por definir en ambos procesos de implementación y negociación, como para garantizar la continuidad de la institucionalidad para la paz que se ha logrado, representada en figuras como la Justicia Especial para la Paz (JEP) y la Comisión de la Verdad.
De todos modos es una tarea complicada. La polarización de la sociedad ha tomado un rumbo más hacia la derecha, no solo por las mayorías conseguidas en el Congreso, sino por cuenta de los resultados de las consultas presidenciales, celebradas el mismo 11 de marzo, donde el candidato Iván Duque del Centro Democrático, triunfó en la consulta de la derecha con una significativa votación (4.044.509), sobre Marta Lucía Ramírez (1.538.882), quien finalmente fue proclamada candidata vice presidencial y Alejandro Ordóñez (385.110), ex Procurador General, quien terminó con una escasa participación que no superó los 400 mil votantes, pero que en un eventual gobierno de Duque, podría reencaucharse en un alto cargo, donde pondría de nuevo todo su poder ultra conservador para la persecución a opositores. Mientras tanto, la consulta donde participaban Gustavo Petro y Carlos Caicedo (3.369.040), no superaron juntos en votos en su consulta interna al candidato Iván Duque.
Con este panorama cobra mayor importancia la primera vuelta presidencial que se celebrará el próximo 27 de mayo, donde se enfrentan quienes han querido destruir el proceso de paz a como dé lugar e impedir la renovación de la política y quienes desean que Colombia siga en el camino de la paz y la reconciliación.
Mientas la propaganda de la derecha se ha dedicado a mentir y crear falsos estereotipos sobre lo que significaría el cambio de rumbo para Colombia por fuera de las formas tradicionales de hacer política, quienes representan los cambios, no logran entender el momento histórico del país y se han enfrascado en discusiones que tienen que ver más con sus propias aspiraciones, arriesgando lo construido.
La posibilidad de una coalición se ha diluido y sólo restaría esperar las decisiones sobre una reunión sostenida la semana pasada entre Sergio Fajardo y Humberto De la Calle para saber si, por lo menos entre ellos logran sumar lo necesario para contemplar la posibilidad de llegar a segunda vuelta.
Las más recientes encuestas presentadas por los medios, han pasado por fuertes cuestionamientos de legitimidad, ya que muestran un salto de Iván Duque que ha puesto a dudar a muchos. Pasó de ser tercero o cuarto en los sondeos anteriores, a estar de primero, seguido por Gustavo Petro y Sergio Fajardo, quienes tendrían las opciones más claras de enfrentar al candidato de Álvaro Uribe en una segunda vuelta.
Así las cosas, es inminente una segunda vuelta entre quienes representan miradas completamente antagónicas. Colombia tiene la oportunidad de comenzar a cambiar el rumbo del país, con políticas que procuren completar los esfuerzos de paz, mejorar los niveles de equidad, el combate a la corrupción y la apuesta por la educación y la calidad de vida o, por el contrario, mantenerse en el odio, la guerra y la perpetuación y profundización de la desigualdades.