Por Federico Larsen
Los acusan de ser populistas, desideologizados, anti-europeístas y autoritarios. Fueron, para muchos, la versión italiana de los indignados españoles, de las revoluciones de colores, de Occupy Wall Street, de la primavera árabe, de los xenófobos del Front National francés y de los partidarios del Brexit. Pero no se convirtieron en nada que se parezca a esos fenómenos. El Movimiento Cinco Estrellas surgió de las tablas de los escenarios, donde el cómico Beppe Grillo insultaba a políticos y multinacionales, y de las reacciones de quienes asistían a esos monólogos en la web. Hoy gobiernan 45 municipios, entre los cuales el de la capital, Roma, el de la metrópoli industrial Turin y Livorno, feudo de la izquierda desde la segunda guerra mundial. Han ganado 15 parlamentarios europeos, 92 diputados, 36 senadores y 1.700 concejales en todo el país, con la simple promesa de “mandar a la mierda” a todos los demás. Hoy, de cara a las elecciones generales que se celebrarán en Italia este 4 de marzo, son el primer partido en todos los sondeos.
“¡Los están estafando!”
No existe país en el mundo adonde no se haya oído la frase “somos el hazmerreír del mundo”. O “sólo en este país pueden suceder estas cosas”. Cada pueblo, cada idiosincracia, reconoce aquellos aspectos vergonzosos, inclusive humillantes, cuyos detalles caracterizan a sus propios ciudadanos al mismo tiempo que los indigna. Esa etnografía de lo indeseable es la materia prima de todo comediante. En Italia, el desorden, el ruido, las eternidades burocráticas, el retraso tecnológico, son peculiaridades evidentes en la comparación con el norte europeo, sobre las cuales los mismos italianos han reído a carcajadas durante décadas. Pero como suele pasar en todo el mundo, si cuando la risa termina se deja paso a la reflexión, la realidad cambia de color.
Beppe Grillo ha sabido durante años encandilar a millones de espectadores con datos, anécdotas e historias, tan minuciosamente chequeadas como personalmente interpretadas, que al finalizar sus espectáculos el “sólo acá sucede” se convertía en “esto hay que pararlo”. A fines de los 90 Grillo mostraba a los italianos como las compañías telefónicas los engatusaban con tarifas infladas mientras, supuestamente, en el resto del mundo el problema ya estaba resuelto con la telefonía VOIP por internet. Invitaba a espectadores con parientes en el extranjero a subir al escenario y llamar en vivo a Australia o EEUU; luego mostraba cuál había sido el costo de la llamada, y cuánto hubiese gastado el incauto seguidor con la compañía nacional de telefonía. “¿Ven? ¡Los están estafando!”, gritaba luego desaforado entre aplausos. Y luego vino la maravillosa innovación de los autos eléctricos que Pirelli y las grandes petroleras no querían que los italianos conocieran; las curas alternativas, cuyos beneficios eran censurados por las grandes farmacéuticas; o las energías limpias, condenadas al olvido por voluntad de las empresas eléctricas. Luego, la corrupción fue el centro de sus interminables monólogos. Si las telefónicas, farmacéuticas y energéticas eran malas, el Estado, todos los gobiernos, de todos los partidos, en todos los niveles, eran aún peores por haber sido cómplices.
Los datos y anécdotas que se acumulaban a decenas en cada espectáculo, eran tan impresionantes, y tan bien contados, que quienes habían participado de esa misa de la indignación corrían a sus casas a corroborar, a profundizar. Grillo y su equipo de investigadores dieron el paso decisivo cuando fundaron un blog donde juntaban los detalles de cada denuncia, y recibían las de los usuarios. En pocas semanas se convirtió en el blog más visto de Italia, luego de Europa. El paso siguiente, era pasar de la denuncia a los hechos.
Vaffanculo con certificado
En junio de 2007 durante una presentación en el parlamento europeo Grillo anunció el comienzo una campaña para juntar firmas y proponer una ley que prohibiera a cualquier persona condenada, aún en primera instancia, ocupar un cargo público. La misión tuvo fechas digna de una mini-gira de una rock-star, con grandes escenarios, invitados especiales, música y, obviamente los infaltables monólogos anti-todo de Grillo. Nacieron así los V-Day, es decir los “Vaffanculo Day”. Grillo entró así en política: con el dedo medio bien alto, todo transpirado, gritando que se vayan todos a la mierda y rodeado por centenares de miles de personas que lo idolatraban.
La participación en la política electoral estaba a la vuelta de la esquina. En 2008 invitó a sus seguidores, ya apodados “grillini” a formar listas cívicas para que ciudadanos comunes, honestos e interesados en cambiar su territorio, pudieran disputar las instituciones locales. El programa iba a ser igual para todos: declaración del agua como bien público, plantas de depuración municipal obligatorias, ampliación de los espacios verdes, bicisendas y transporte público eléctrico, internet gratuito para todos los ciudadanos, códigos de ordenamiento urbano más restrictivos. Él mismo se encargaría de controlar los antecedentes de cada candidato de esas listas. Y él mismo otorgaría a esas listas las Cinco Estrellas que garantizaban honestidad y compromiso. Así nació el Movimiento Cinco Estrellas que hoy tiene en vilo a la política y las grandes finanzas de la todopoderosa Unión Europea. Listas cívicas en pequeños pueblos certificadas por un comediante a nivel nacional bajo criterios jamás aclarados, que se volvieron redes provinciales, regionales y nacional, manteniendo los mismos niveles de opacidad y verticalismo.
Mientras tanto Grillo se había asociado con el editor y empresario publicitario Gianroberto Casaleggio, quien se transformaría en una suerte de gurú del naciente movimiento político, además de productor de los exitosos espectáculos del comediante. Ambos mantuvieron el blog activo a diario, con colaboraciones de importantes sectores de la cultura, el espectáculo y hasta premios Nobel interesados por ese mastodóntico experimento comunicacional que llegaba a la primera plana de los medios a nivel mundial. Entre las denuncias viralizadas a través del blog, también tuvo gran repercusión la que Grillo lanzó contra los bancos que habían vendido bonos argentinos defaulteados en 2001 a los ahorristas italianos.
De los escenarios y el web, al parlamento
Para las elecciones de 2013, las listas cívicas ya eran una realidad consolidada, y el mismo Grillo anunció la candidatura del movimiento a las elecciones parlamentarias. Entraron a la política nacional por la puerta grande, conquistando 109 diputados y 54 senadores, entre ellos el joven Luigi di Maio, quien hoy, con 31 años, es el nuevo jefe político del movimiento tras la retirada de Grillo a “garante” del movimiento -cargo inventado ad hoc por él y para él- y la muerte de Casaleggio en 2016. Desacuerdos, inconvenientes, denuncias, abandonos, marcaron la primer experiencia legislativa del movimiento, que siempre apeló a un pragmatismo sin ideología para explicar sus posiciones. Rechazan las categorías de derecha e izquierda, por considerarlas obsoletos recursos de la partidocracia para justificar su atrincheramiento en los espacios de poder. En votaciones clave sobre temas sociales, como el otorgamiento de la ciudadanía a los hijos de inmigrantes radicados en Italia, decidieron no dar quórum con tal de no quedar demasiado ligados a tal o cual partido. Y sin embargo siguen teniendo un apoyo sorprendente.
Contrariamente a lo que sucede con otras expresiones anti-establishment europeas, especialmente las más conservadoras, el voto del M5S no es fácilmente reconducible a un determinado sector de la sociedad. La Universidad de Bologna condujo un llamativo estudio, dirigido por Piergiorgio Corbetta, que realizó más de 230.000 encuestas acerca de este fenómeno entre 2012 y 2016. El trabajo fue luego publicado en un libro, “Cómo cambia el Movimiento Cinco Estrellas” que revela una serie datos interesantes sobre su electorado. No hay diferencias entre la cantidad de hombres y mujeres que los votan; recibe la misma preferencia en todas las edades -salvo los más ancianos, que siguen votando mayoritariamente por Silvio Berlusconi-; no tiene mayores seguidores en una región o provincia que en otras; y sus votantes no se diferencian ni por nivel de instrucción, ni por clase social de referencia. En el libro, los investigadores dividieron a los casos examinados en tres grandes sectores: los que tienen trabajo asegurado, quienes tienen trabajos precarios o autónomos, y desocupados o trabajadores en negro. En los tres sectores el nivel de consenso es casi idéntico.
No ser expresión de un sector obrero desilusionado con las falsas promesas de la globalización, como se ha dicho de Trump o la derecha xenófoba anti-europea, es quizás la mayor fortaleza del M5S.
Jamás hablan de “pueblo”, sino de ciudadanos, vestigio de un alma liberal aún presente. Tampoco aceptan que se los llame partido, sino movimiento. Deciden los candidatos y el programa político online, a través de una plataforma ideada por Casaleggio, con el sugestivo nombre de Rousseau. Apelan a ese sentimiento clasemediero de revancha por sentirse permanentemente estafado. Tienen como punto fuerte de su propuesta para esta campaña electoral, la implementación del rédito de ciudadanía, tradicional reivindicación de la izquierda, y la revisión de los compromisos financieros con la UE, histórica demanda de la derecha. Eliminaron el pedido de un referéndum para la salida del Euro, para amigarse con los liberales, y buscan sumar el apoyo de pequeños y micro emprendedores, a los que los diputados Cinco Estrellas donaron 43 millones de euros en cinco años de su estipendio de legisladores.
El Movimiento 5 Estrellas versión 2018 parece que, por primera vez, quiere ganar para gobernar el país. Moderó su lenguaje, ordenó sus posturas, sin abandonar el denuncismo, pero con mayor voluntad de diálogo. Luego de haber acercado a los indignados de la izquierda, pone en sus primeras filas a los desilusionados de la derecha. Pero para gobernar en el complejo sistema político italiano es necesario contar con aliados y votos de otros partidos en el parlamento. La gran pregunta es cuán dispuesto estará el movimiento a alejarse de su purismo inicial contra todos para lograr, finalmente, mandar a la mierda aunque sea a algunos.