“Mira, son muchos”, le dice con gesto de asombro una abuela a su nieto, ambos asomados por una pequeña ventana. Unos metros más abajo, un millar de personas pasan caminando juntas, gritando por Marielle Franco en la favela de Maré, y la anciana entonces cuenta que no está acostumbrada a ver tanta gente, que las cosas importantes de Río de Janeiro nunca suceden cerca de donde ella está.
“Es por eso que la mataron. Una mujer negra, que ocupaba un espacio que no estaba reservado para personas como ella, y que llevaba la voz de la favela”, reflexiona un hombre, mientras espera el mototaxi que lo llevará a la marcha. “Evidentemente, incomodaba: y al que incomoda, lo eliminan”, agrega sin ambages y sin querer decir su nombre, “porque, por las dudas, me tengo que cuidar”.
El jueves por la noche, la concejala Marielle Franco, negra, de izquierda y lesbiana, fue asesinada en el centro de Río. El viernes, la conmoción se adueñó de Brasil y cientos de miles de personas marcharon en su memoria. Ayer, una nueva manifestación se realizó en Maré: aunque menos multitudinario, el evento fue igual de emotivo, principalmente porque en esa favela, hace 38 años, había nacido quien ya se convirtió en el nuevo símbolo de la resistencia brasileña.
Maré es un complejo de favelas de la zona Norte de Río en el queviven aproximadamente 150.000 personas. Está muy cerca del aeropuerto internacional de la ciudad y, cuando en 2016, año de los Juegos
Olímpicos, la alcaldía levantó muros decorados que separan las casas de la principal avenida del lugar, mucha gente acusó al Gobierno de querer ocultar a los turistas la pobreza.
Ayer, bordeando esos muros, ocupando la avenida, más de 1000 personas marcharon recordando a Marielle y el “centro” de la ciudad pasó a estar así en la favela. Actores reconocidos, políticos, activistas y personas que nunca habían estado en Maré escucharon el discurso de una de las organizadoras del acto, que llamaba a “dar un lugar mucho más importante a las voces de la periferia”.
Mezclada entre los manifestantes, Benedita Da Silva, negra y gobernadora del Estado de Río entre 2002 y 2003, dijo: “Estamos aquí para decir basta: basta de discriminación, basta de violencia contra la mujer. Sabemos que Marielle fue ejecutada y exigimos que se haga justicia.”
“Callaron su voz. Pero si pensaron que matando a Marielle iban a llenarnos de miedo, entonces tienen que saber que el luto ya se convirtió en lucha”, dijo. Y agregó: “La recuerdo como una mujer alegre, sin preconceptos, y una verdadera líder: por el poco tiempo que la dejaron, ella nos representó en la política con mucha dignidad”.
Mónica Cunha, representante de una organización de familiares de personas asesinadas, manifestó: “Estoy aquí porque soy una mujer negra y porque, como a Marielle, a mi hijo también lo ejecutaron. Soy una defensora de los derechos humanos y tenemos que seguir ondeando las banderas que ella levantó”. Conmovida, añadió: “Desde el jueves, Río dejó de existir”.
“Perdimos mucho: inclusive el miedo”, se leía en una de las tantas banderas y carteles que se vieron ayer en Maré. “Respeten nuestro color”, clamaba otra. “Ella es negra, es ‘favelada’, Marielle representa a la ‘mujerada’”, cantaron a viva voz los participantes de la marcha.
Muchos de los asistentes a la manifestación eran amigos y conocidos de Marielle, quien se había mudado al céntrico barrio de Tijuca. “Ella nunca se olvidó del lugar donde nació”, la recordó una señora. “Andaba en mototaxi, jugaba con los chicos: los que viven en Copacabana son privilegiados; nosotros sólo somos sobrevivientes.”
Mariela, profesora de química y habitante de Maré, incluso rememoró el acompañamiento que ella le dio cuando ingresó a la universidad.
“Un día, estábamos en una conferencia y entonces levanté la mano e hice una pregunta sobre el machismo. Miré para atrás luego y entonces la vi a ella, aplaudiendo mi intervención.”
“Aquella vez, ella me confesó: ‘voy a ser candidata y necesito de tu ayuda en Maré’ y yo le dije: ‘Vas a ganar, pero no te olvides de lo que representas’. Y fue por eso que la asesinaron, porque ella, de hecho, nunca se olvidó.”
Bajo un sol abrasador y por una ancha avenida rodeada de casas con ladrillo a la vista y angostos pasillos, la marcha prosigue. “No callaremos ante tanta barbarie”, se lee en una pancarta. La gente pide también por el fin de la militarización de la ciudad. En un momento, los tambores empiezan a latir y se escucha la primera estrofa de un rap muy conocido en Brasil.
“Sólo quiero ser feliz, vivir tranquilamente en la favela en que nací”, dice la canción. “La vamos a extrañar”, confiesa, al mismo tiempo, una mujer negra a otra mientras una bandera con la cara de Marielle ondea por encima de sus cabezas.