Por Germán Gorraiz López
La economía global estaría amenazada por la aparición de medidas neo-proteccionistas en los países del Primer Mundo, especialmente tras la reciente firma por Donald Trump de la orden ejecutiva “Buy American, Hire American” (compra americano, contrata americanos) así como por la posible retirada de EE.UU del Tratado Internacional suscrito por 195 países en el 2015 para reducir las emisiones contaminantes, conocido como Acuerdo del Clima de París.
¿Finiquito a los Tratados Comerciales Transnacionales?
La obsesión paranoica de las multinacionales apátridas o corporaciones transnacionales por maximizar los beneficios, (debido al apetito insaciable de sus accionistas, al exigir incrementos constantes en los dividendos), les habría inducido a endeudarse peligrosamente en aras del gigantismo mediante OPAS hostiles y a la intensificación de la política de deslocalización de empresas a países emergentes en aras de reducir los costes de producción (dado el enorme diferencial en salarios y la ausencia de derechos laborales de los trabajadores).
Así, el Tratado de Libre Comercio entre EEUU, Canadá y México (NAFTA o TLCAN), firmado por el Presidente Clinton en 1964 habría provocado que adultos blancos de más de 45 años sin estudios universitarios y con empleos de bajo valor añadido tras quedar enrolados en las filas del paro, habrían terminado sumido en un círculo explosivo de depresión, alcoholismo, drogadición y suicidio tras ver esfumarse el mirlo del “sueño americano”, lo que habría tenido como efecto colateral la desafección de dichos segmentos de población blanca respecto del establishment tradicional demócrata y republicano, por lo que Trump se propone renegociarlo.
Igualmente, la Asociación Transpacífico (TPP por sus siglas en inglés) sería la pieza central de Obama en su política de reafirmación del poder económico y militar en la región del Pacífico para hacer frente a la Unión EuroAsiática que inició su singladura el 1 de enero del 2015 , pero el Presidente electo de EEUU, Donald Trump incluyó en su programa electoral la salida de EEUU de dicha asociación. Finalmente, tenemos el TTIP (Tratado Transatlántico de Comercio e Inversión entre EEUU y la UE) cuyas negociaciones deberían finalizar para principios del 2017 pues en teoría tan sólo implicaban la eliminación de aranceles, la normativa innecesaria y las barreras burocráticas pero la tardía reafirmación de la soberanía europeísta por parte del eje franco-alemán aunado con el retorno a políticas neo-proteccionistas por parte de Trump, lograrán que la niebla del olvido cubra con su manto el TTIP.
¿Hacia el Neo-proteccionismo?
El retorno al endemismo recurrente de la Guerra Fría entre EEUU-Rusia tras la crisis de Ucrania y la imposición de sanciones por UE-Japón-EEUU contra Rusia , marcarían el inicio del ocaso de la economía global y del libre comercio, máxime al haberse demostrado inoperante la Ronda Doha (organismo que tenía como objetivo principal de liberalizar el comercio mundial por medio de una gran negociación entre los 153 países miembros de la Organización Mundial de Comercio (OMC) y haber fracasado en todos sus intentos desde su creación en el 2011. Así, asistiremos al finiquito de los Tratados Comerciales transnacionales (TTIP, NAFTA y TTP) y a la implementación por las economías del Primer Mundo de medidas proteccionistas frente a los países emergentes cuyo paradigma sería el establecimiento por EEUU de medidas antidumpin contra el acero y el aluminio chinos, mediante la imposición de aranceles del 25% y del 10% respectivamente y que significarán el retorno al Neo-Proteccionismo económico.
Finalmente, tanto la UE como EEUU implementarán la Doctrina del “Fomento del Consumo de Productos nacionales” en forma de ayudas para evitar la deslocalización de empresas, subvenciones a la industria agroalimentaria para la Instauración de la etiqueta BIO a todos sus productos manufacturados, elevación de los Parámetros de calidad exigidos a los productos manufacturados del exterior y la imposición de medidas fitosanitarias adicionales a los productos de países emergentes. Ello obligará a China, México, Sudáfrica, Brasil e India a realizar costosísimas inversiones para reducir sus niveles de contaminación y mejorar los parámetros de calidad, dibujándose un escenario a cinco años en el que se pasaría de las guerras comerciales al proteccionismo económico, con la subsiguiente contracción del comercio mundial, posterior finiquito a la globalización económica y ulterior regreso a los compartimentos estancos en la economía mundial.
¿Hacia la Tercera ola de la recesión?
El riesgo latente de una “tercera ola de la recesión” provocada por la inminente guerra comercial EEUU-China y el posterior estallido bursátil podría provocar que el estancamiento económico se adueñe de la economía mundial en el Bienio 2019-2020. Así, China estaría inmersa en una crisis económica identitaria al tener que implementar una amplia batería de reformas estructurales y entre las fragilidades de su economía se encuentran la todavía limitada integración financiera internacional, su aislamiento y control del aparato estatal en el ámbito interno, así como una asignación de recursos económicos poco eficiente provocada por el paternalismo público y un insuficiente nivel de desarrollo de las redes de distribución, marketing y venta. Los desafíos están centrados en vencer la alta dependencia de China respecto de la demanda de las economías desarrolladas y la incierta capacidad de la demanda privada para tomar el relevo una vez que se agoten los estímulos públicos.
Respecto a América Latina y el Caribe, la contracción de la demanda mundial de materias estaría ya provocando el estrangulamiento de sus exportaciones y la depreciación generalizada de sus monedas debido a la fortaleza del dólar, lo que se traducirá en aumentos de los costes de producción, pérdida de competitividad, tasas de inflación desbocadas e incrementos espectaculares de la Deuda Exterior. Así, según la Directora Gerente del FMI, Lagarde, “la fortaleza del dólar junto con la debilidad de los precios de los productos crea riesgos para los balances y financiación de los países deudores en dólares”, de lo que se deduce que las economías de América Latina y Caribe estarán más expuestas a una posible apreciación del dólar y la reversión de los flujos de capital asociados, fenómeno que podría reeditar la “Década perdida de América Latina” (Década de los 80), agravado por un notable incremento de la inestabilidad social, el aumento de las tasas de pobreza y un severo retroceso de las libertades democráticas.
¿Se avecina un nuevo crash bursátil?
Debido al “efecto Trump” los inversores de EEUU estaban instalados en la euforia tras superar el techo ionosférico de los 26.000 puntos en el Dow Jones, (rememorando el boom bursátil de los años 20, preludio del crack bursátil de 1.929), por lo que eran incapaces de percibir el vértigo de la altura, pero los altos niveles de déficit de Estados Unidos (1,5 billones $ en el 2019) y la sombra del impeachment que planea sobre Donald Trump provocará que los grandes inversores sientan por primera vez el mal de la altura que les llevará a reducir su exposición al riesgo con el consecuente efecto bajista en las cotizaciones de las acciones y revalorización de la Deuda soberana (bono norteamericano superando el 3 % de rentabilidad).
Por último, la inflación en EEUU acelerará las próximas subida de tipos de interés del dólar en el 2018, haciendo que los inversionistas se distancien de los activos de renta variable y que los bajistas se alcen con el timón de la nave bursátil mundial, derivando en una psicosis vendedora que terminará por desencadenar el estallido de la actual burbuja bursátil, con lo que cumplirá la máxima del iconoclasta Galbraith: “Llegará el día en que el mercado descienda como si nunca fuera a detenerse”. Dicho estallido tendrá como efectos colaterales la consiguiente inanición financiera de las empresas, la subsiguiente devaluación de las monedas de incontables países para incrementar sus exportaciones y como efectos benéficos el obligar a las compañías a redefinir estrategias, ajustar estructuras, restaurar sus finanzas y restablecer su crédito ante el mercado (como ocurrió en la crisis bursátil del 2000-2002) y como daños colaterales la ruina de millones de pequeños inversores todavía deslumbrados por las luces de la estratosfera, la inanición financiera de las empresas y el consecuente efecto dominó en la declaración de quiebras.