Astrid y Arturo son dos nativos K’iche de Guatemala. Ella tiene 15 años, él es su padre. En 2015, huyeron de la violencia institucionalizada y la discriminación que prevalecían en su país. Cruzaron México y, una vez que cruzaron la frontera con Estados Unidos, fueron detenidos por 24 horas y luego se les entregó una hoja de papel que decía que tenían que reportarse a las autoridades de inmigración (sin indicar ningún lugar o fecha…).
Durante tres años vivieron una vida ordinaria, dentro de la comunidad de exiliados guatemaltecos. Arturo encontró un trabajo, Astrid se matriculó en una escuela.
Luego, el 20 de febrero de este año, el arresto en medio de la noche. Astrid y Arturo pasaron 32 días en el «centro residencial» del condado de Berks, Pensilvania, hasta el 24 de marzo, después de que casi 80.000 activistas de Amnistía Internacional se movilizaron para ayudarlos, la Oficina de Inmigración y Aduanas ordenó su liberación.
Astrid ahora puede volver a la escuela y organizar, aunque tarde (los 15 años que cumplió el 15 de marzo), la gran fiesta de la «quinceañera». Arturo sigue esperando que su solicitud de asilo sea examinada.