Si el asesinato de líderes indígenas en la Amazonia brasileña tiene relación directa con la policía, en Rio de Janeiro, estado intervenido por las fuerzas militares, el crimen de la concejala Marielle Franco hiela la sangre.
La dirigente del PSOL, de 38 años, trabajaba en las favelas y había denunciado la escalada de violencia que se vivía en esos territorios y que con la intervención militar solo se complicaría más.
Muchas convocatorias circularon durante la madrugada para manifestar el rechazo al crimen y al “genocidio negro” que sufre la población más pobre de Brasil. En Belo Horizonte y San Pablo se esperan también acciones de protesta.
Franco había entrado en la Cámara Municipal de Rio en las elecciones de 2016, como quinta concejala más votada, con 46.000 votos. Las bandas de narcotraficantes y la presencia de milicias parapoliciales habían masacrado a una veintena de candidatos a alcaldes o concejales en Rio, previo a las elecciones de ese año.
La ciudad había vivido una escalada de corrupción y violencia ligadas a la organización del mundial de fútbol y luego las Olimpiadas. Para lo que fue necesario el desplazamiento de barriadas enteras de forma violenta y la liberación de espacios para el comercio de ricos y famosos.
Hace dos semanas, Marielle Franco había asumido la función de relatora de la Comisión de la Cámara de Concejales de Rio, que iba a vigilar el accionar de las tropas a cargo de la intervención militar decretada por Temer, una medida sin precedentes desde el retorno de la democracia en 1985.
“Las operaciones policiales en favelas y áreas marginalizadas generalmente resultan en tiroteos intensos y muertes”, destaca un informe de Amnistía Internacional, que a su vez enumera los asesinatos cometidos por la policía en las favelas en 2017.
Amnistía también denuncia la superpoblación de las cárceles, sus condiciones “infrahumanas”, además de un claro sesgo discriminatorio, ya que el 64 % de los detenidos son afrodescendientes.
Marielle Franco había publicado en Twitter una crítica por el asesinato de un joven al salir de una iglesia en Jacarezinho “¿Cuántos más van a necesitar morir para que esa guerra acabe?”.