Por Maylín Vidal
Tengo 18 años y sueño que pronto tengamos los mismos derechos y dejemos atrás de una vez el machismo, la violencia, afirmó a Prensa Latina Carla, una de las miles de jóvenes que enviaron desde el corazón de Buenos Aires un contundente mensaje al mundo.
Llegó desde temprano desde Lanús, en el conurbano bonaerense, acompañada por sus amigas. Tendida sobre el césped en la plaza de los dos Congresos, en las inmediaciones del Poder Legislativo, Carla defendía con vehemencia su derecho al aborto legal, seguro y gratuito, porque, dice, las mujeres morimos haciendo esta práctica ilegalmente, sobre todo las pobres.
La joven, quien afirmó que desde que comenzó a regir el nuevo Gobierno ha visto recortes en las políticas destinadas a la protección de las mujeres -nosotras, las vecinas, dice, nos tenemos que defender porque no hay políticas de respuesta efectiva que nos cuiden-, pidió a sus compatriotas salir a apoyar esta lucha porque ‘es por y para todas’.
Las que no vinieron hoy, dejen de lado la vergüenza y salgan a defender y acompañar estas peticiones que son para todas nosotras, repetía.
Aborto legal en el hospital, cantaban miles de mujeres mientras con la fuerza de sus brazos hacían repicar tambores y mandaban mensajes muy fuertes al Gobierno, a la iglesia, a los congresistas.
La marcha de este 8 de marzo en Buenos Aires fue imponente, con miles de personas, niñas, jóvenes, familias enteras, mujeres de todas las clases sociales, trans, homosexuales, amas de casa, indígenas, afrodescendientes entrelazando banderas y unidas para enfrentar una batalla que están ganando en las calles con perseverancia y lucha: el derecho a la igualdad.
Allí, en el corazón de la Plaza, estaba Viviana, con su rostro que denota haber llevado una vida difícil. A sus 50 años, la señora invita a todas las mujeres a estar unidas para acabar con la violencia y los femicidios. Ella sabe lo que se siente. Perdí a mi tía que la mataron a golpes, relató mientras agitaba banderas.
La acompañaban dos sobrinas que, con apenas 16 años y un futuro por delante, soñaban, -sueñan-, a tener por una vez la igualdad que se merecen las mujeres.
Lo único que pedimos, dijo la joven a Prensa Latina, es igualdad para todos y caminar por las calles sin miedo.
A su lado, también estaba presente un señor de 60 años, Raúl Daniel, que una vez más vino desde la distante provincia de Entre Ríos porque ‘no me gustaría que lastimen a alguna de mis sobrinas’, por eso lucho, comentó a esta redactora.
Los cánticos iban y venían, las mujeres cargaban a sus pequeños, algunas lactando, pero ahí estaban porque saben que falta aún un largo camino.