El Foro Social Mundial (FSM) nació en 2001 –hace 17 años- con la voluntad de ser un punto de encuentro de los movimientos sociales contrarios a la globalización neoliberal y constituirse en voz alternativa a las directrices del Foro Económico Mundial de Davos, que sigue reuniendo anualmente a empresarios y líderes políticos del capitalismo actual.
Cuando se anuncia para marzo un nuevo Foro Social Mundial en Salvador (Bahía), que corre el riesgo de pasar inadvertido por los ciudadanos a quienes se quiere conmover y movilizar, pocos parecen asumir que el mundo ha cambiado y el contexto en el que surgió es distinto al de hoy… aunque la lucha sigue siendo la misma.
Lo cierto es que en más de tres lustros, el FSM no estuvo exento de peligros como la rutinización, la oenegización, la cooptación, la burocratización la falta de participación de movimientos sociales reales, la dispersión, el copamiento.
Y hoy estamos transitando la crisis sistémica del capitalismo, con una crisis climática, política, social, alimentaria sin precedentes y a la puerta de la cuarta revolución industrial, es decir el efecto de las nuevas tecnologías en los trabajadores y la economía, así como las noticias falsas (fake news), la posverdad y la inteligencia artificial. De todo esto ni se hablaba en 2001 en Porto Alegre…
Rita Freire, una de las animadoras del FSM de Salvador indica que esta edición, organizada con poco tiempo, escasos recursos – el apoyo de la Universidad Federal y del Estado de Bahía- y en una situación nacional e internacional compleja, cuenta con la fuerza y entusiasmo de los convocantes con la convicción que dejar de abrir el espacio del FSM a la resistencia, sería abdicar de lo que afirmamos en el 2001 en Porto Alegre. El problema es mayor cuando se cree que lo que faltan son recursos, cuando la real escasez es de ideas.
Si al principio del movimiento antiglobalización dominaban las tesis de “cambiar el mundo sin tomar el poder” de Toni Negri y John Holloway, la acuciante realidad hizo que el escenario del debate político y estratégico cambiara sustancialmente. Recién en 2007, en Belem do Pará se escenificó la primera muestra colectiva de rechazo a la crisis sistémica del capitalismo, destacando la necesidad de una ruptura con el mismo.
Durante el último quinquenio ha proliferado el debate –entre movimientistas “puros” (en general aliados a las posiciones de la socialdemocracia europea y la Iglesia católica) y militantes sociales y políticos- sobre el futuro del Foro Social Mundial: ¿Qué relación debe haber entre partidos políticos anticapitalistas y movimientos sociales? ¿Qué vínculos con gobiernos progresistas de la región, qué estrategia ante el llamado de Hugo Chávez a impulsar una Quinta Internacional?
¿Ha ganado peso e influencia el FSM desde que sus inicios? Seguramente es tiempo de discutir una actualización acorde a los tiempos, totalmente diferentes de cuando dos brasileños pensaron en la necesidad de un foro antiDavos. ¿Y Davos? Ah, al último Davos fueron más jefes de estado y primeros ministros que a la asamblea general de Naciones Unidas…
Es más, aquellos movimientos sociales que llevaron a nuestros presidentes reformistas (de izquierda, revolucionarios, como les quiera llamar) al gobierno, ya no estaban en las calles para defenderlos cuando hizo falta: sus dirigentes fueron cooptados (y burocratizados) para tareas del gobierno y los movimientos desmovilizados.
Lo cierto es que en el Foro Social Mundial ya no se debaten los temas cruciales, quizá porque a nadie se le ha ocurrido ponerlos en una agenda con demasiada inclinación onegeista y europeizante. Y si se discuten, quedará lo tratado entre los presentes, ya que no hay sistema de comunicación con los que no estaban en ese preciso foro.
Tampoco hay forma (ni estructura) de hacer una síntesis entre los paneles que tratan el mismo tema. O sea, los participantes solo acceden a saber que pasó en el panel donde estuvieron: las experiencias, los debates, las acciones no se socializan (o se hacen solo para ese pequeño sector). No sirve a los que luchan en contra de la realidad actual.
Los antes entusiastas y hoy críticos a la organización señalan que la tarea del FSM no es construir alternativas: es un espacio interno de los que participan, que se encuentran con otros igualmente motivados y convencidos, y vuelven a la sociedad más convencidos y más informados sobre lo mismo.
Frente a la crisis los retos se plantean como más urgentes que nunca. La escritora india Arundhaty Roy, ya en la cuarta edición del FSM en Mumbai (India), señaló la necesidad de abandonar discursos pomposos, discusiones intelectuales de café y debates baladíes, y ”centrarnos en blancos reales e infligir daño real”.
Los movimientos sociales internacionales son por ahora incapaces de encontrar una forma de conexión reticular que les permita actuar más conjuntamente y les cuesta mucho fijarse objetivos que vayan en una misma línea.
En inicios del milenio, el primer paso de muchos intelectuales y fuerzas políticas y sociales fue el de definir al enemigo, la globalización, para desde allí posibilitar que todos los que luchaban contra el mismo enemigo pudieran coordinar sus acciones. Pero si bien se logró conformar el movimiento, éste no coordinó luchas a escala mundial, como era de esperar. Se conformó con ser un movimiento de resistencia, no de acción, sin muchas otras formas de lucha más allá de los foros.
Mal nos pese, hoy el FSM es una fierecilla domada (la prensa hegemónica ni siquiera lo menciona), dispersa. La ofensiva ideológica de la globalización sigue, mientras el llamado reformismo latinoamericano continúa discutiendo el tema de la toma de poder.
En buen parte de los movimientos que integran el FSM se ha formado la idea básica de que no puede tratarse de tomar el poder, aun cuando en América Latina quedó demostrado que, con el poder en la mano, mucho se puede lograr para los pueblos. Sin el poder, seguiremos hablando, denunciando, lamentando… en una buena oportunidad para reunirse con los amigos, a veces a expensas de los trabajadores, campesinos, que son quienes aportan para el viaje de los delegados.
Muchas veces se confunde autogestión con desorden, con la falta más elemental de organización. Y con mesas autogestionadas donde solo se exponen las experiencias de cada uno, no se puede hablar de nivel intelectual, de debate, de coordinación para la acción, ni de la línea trazada (o sugerida) por un comité organizador, dotado de los elementos políticos, intelectuales, de primer nivel, como aquellos de los primeros años del FSM.
La fórmula del espacio que crea el debate más adecuado y eficiente en contra de la globalización neoliberal (hoy superada por la cuarta revolución industrial y en medio de la caída del multilateralismo) significa que es posible que a través de la acumulación de todos los sectores de la sociedad civil y de los movimientos sociales, se llegue a crear activistas con una visión holística.
Pero hasta ahora, esto no pasa. Cada organización tiene su tema, y ni siquiera aceptan sumarse en paneles. Esto crea una fragmentación, una pulverización y una falta de acción global, que son negativos, señala uno de los fundadores del FSM.
Hoy las viejas formas democráticas y republicanas son asediadas por populismos derechistas ultranacionalistas, se acentúa el autoritarismo y el proceso destituyente en la medida que los derechos sociales conquistados son conculcados, los dirigentes progresistas y sociales perseguidos, encarcelados y asesinados, crece la migración (incluso entre nuestros países), peligra el agua y la alimentación, crecen la desigualdad y el desempleo, junto a la crisis ecológica.
La agenda del foro de Salvador pareciera diseñada por ONGs europeas (al igual que la que se impuso durante la reunión de la OMC en Buenos ires, dejando fuera de la discusión, por ejmeplo, el acuciante tema del TLC Unión Europea-Mercosur). Ellos, siempre vendiendo espejitos.
La acción de muchas de estas organizaciones de la llamada sociedad civil han servido para imponer, en nombre de la democracia, gobiernos títeres que faciliten el saqueo de sus riquezas nacionales por parte de las empresas trasnacionales del norte, han servido para azuzar conflictos étnicos para garantizar políticas neoneocoloniales en África, y en los últimos años ayudaron a desestabilizar las naciones latinoamericanos que buscan un futuro para sus ciudadanos.
Los reveses del progresismo no suponen la extinción del proceso: sus causas no han cesado y tampoco las indignaciones y expectativas sociales que generan, y mucho menos la urgencia de encontrar soluciones alternativas a la problemática real de nuestra región.
La secretaría del FSM, que antes facilitaba el funcionamiento del Consejo Internacional, fue trasladada de Brasil a Marruecos y, obviamente la relación del Foro con el Estado brasilero se congeló con la entrada del gobierno de facto encabezado por Michel Temer. Para las organizaciones de Bahía, tiene un valor particular el deseo de protagonizar un Foro dedicado a la resistencia, señala Rita Freire, una de las animadoras del FSM de Salvador.
Hay temas de enorme actualidad que deben ser discutidos juntos con los movimientos y organizaciones sociales, como la lucha contra la domesticación mediática corporativa; las estrategias para incidir y cambiar sistemas y políticas de comunicación; la creación y promoción de recursos alternativos, agrega Freire.
Eso obliga entender los mecanismos de filtro de Internet, ya que la protección de datos personales es absolutamente vulnerable. Se trata de defender principios para garantizar la neutralidad de la red y la privacidad, lo que está siendo demolido desde Estados Unidos en los últimos meses. La cuarta revolución industrial es un debate que va desde los medios populares a los movimientos sindicales en el FSM, dice desde Suiza.
Es necesario dejar de ver al Sur con ojos del Norte. La actividad de las organizaciones sociales no es para mostrar miseria sino para destacar la cooperación, la complementación, la solidaridad, valores difíciles de hallar en la información del Norte. Y ese es un problema ético.
Pero el tema del cambio climático parece no estar entre las prioridades de los organizadores. Como dijo el sociólogo portugués Boaventura de Sousa Santos, el capitalismo jamás va a ser de color verde, con excepción de los billetes de un dólar estadounidenses. ¿Y el altermundismo?
Estamos en una profunda crisis de gobernabilidad, de derrota cultural y seguimos reeditando un nuevo capítulo de la resistencia que ya lleva más de 525 años. Ya sería hora de pasar de la denunciología a la etapa de construcción de las alternativas unitarias de lucha. Si no, aquello de que otro mundo es posible (y necesario) quedará apenas como un pegadizo slogan más de tiempos mejores.
La idea que el FSM no pueda ganar espacio internacionalmente, seguramente le encantará a los dueños del mundo, los de la cofradía de Davos, a Trump, Orban, los fanáticos del Brexit, Temer, Macri… y siga contando.