Nicolás Grau, aunque habla, sorprendentemente, de los “logros indiscutibles” de la Concertación destaca, sin embargo, que el conglomerado hizo poco o nada por ampliar los márgenes de lo posible, por tener una agenda progresista, sobre todo en el plano económico. Como el mismo dice, ello fue parte del “contrato” con la elite empresarial, y, en los hechos, la Concertación se subordinó al gran mundo empresarial, a los grupos económicos. Lamentablemente ha sido así.
El destacado economista del Frente Amplio, Nicolás Grau, se equivoca al señalar que “la Concertación (1988-2010) fue –aunque nos pese- el conglomerado político más exitoso en la historia de Chile. Tuvo logros indiscutibles: una transición pacífica, un ritmo sostenido de alto crecimiento, la reducción de la pobreza e importantes cambios legales tales como la ley de divorcio y la ley de filiación”. “La Concertación nos heredó un mejor país”, añadió. (The Clinic, 18-02-18)
No creo que la Concertación nos heredó un mejor país. Lo lamento, y me pesa. No olvido mi compromiso inicial con el conglomerado.
El crecimiento, como el non plus ultra del progreso, no es el mejor indicador para medir el desarrollo de las sociedades. Es un argumento majadero de economistas y políticos del establishment. Los que queremos cambiar el país debemos apelar a otros indicadores.
El crecimiento, con exportación de recursos naturales, y sin diversificación productiva, no es desarrollo; además, sin mejores salarios y calidad en los empleos no hay progreso social; por último, la actual mala distribución del ingreso no ayuda a la paz social y favorece la confrontación. Así no se hereda un mejor país.
En realidad, el alto crecimiento ha provocado una inmensa acumulación de riqueza en el 1% de los dueños del país. Eso es indiscutible. Y, no puede calificarse de herencia exitosa.
Gracias a este tipo de crecimiento se ha acrecentado el poder de unos pocos grupos económicos, mientras que paralelamente la capacidad de acción del Estado se ha visto reducida. Así las cosas, con un Estado frágil y un poder empresarial fuerte se generaron condiciones para que la corrupción se generalizara y las instituciones se hundieran en una crisis profunda. Esto es un fenómeno inédito en Chile.
Los grandes empresarios han logrado capturar a la clase política para que opere en su favor. Gracias a su poder económico han corrompido a gran parte de los políticos. Y, recientemente, ha quedado de manifiesto que las instituciones que debieran defender a la sociedad contra la corrupción han optado, en cambio, por favorecer la impunidad. Porque, ahora, Impuestos Internos retira las querellas penales contra empresarios y políticos corruptos y, también, la Fiscalía suspende las causas por financiamiento ilegal de la política a cambio de modestas indemnizaciones.
Adicionalmente, la pasión por el dinero y un Estado frágil, inmóvil frente a la corrupción, han estimulado los desfalcos en Carabineros y en el Ejército. La debilidad del Estado incluso ha permitido que Carabineros, en Temuco, haya instalado un gravísimo montaje para inculpar delitos a dirigentes mapuches. Se trata de inaceptables irregularidades, hechos de corrupción, peligrosísimas en instituciones armadas.
En consecuencia, la Concertación no puede ser calificada como el conglomerado político más exitoso de la historia. La herencia recibida es pobre en lo económico, en lo social y sobre todo en lo institucional.
Es justo reconocer, sin embargo, que se ha reducido la pobreza. Pero, inmediatamente hay que señalar que esa disminución está marcada por la fragilidad ya que obedece a de focalización, a la subsidiaridad, en vez de a una política sostenida de derechos universales.
Lo que sí hay que reconocer, como lo destaca Grau, es una herencia positiva de la Concertación/Nueva Mayoría en temas valóricos, entre los que destacan las leyes de aprobación del divorcio, el acuerdo de vida en pareja. Esto ha sido relevante cuando predomina una fuerte hegemonía conservadora en el país.
Vamos ahora a la “transición pacífica”. Es cierto que el proceso político de tránsito desde la dictadura a la democracia no se hizo a balazos. Eso no significa que haya sido pacífica ya que fueron las armas de Pinochet junto al poder económico empresarial los que impusieron la Constitución de 1980, junto a la exigencia que el dictador continuase como Comandante en Jefe del Ejército.
Fue esa fuerza, la que aseguró la continuidad del liderazgo neoliberal en la transición. Así las cosas, se aceptó la institucionalidad impuesta por la dictadura. La transición pactada garantizó las privatizaciones truchas de Pinochet para sus protegidos y aseguró la mercantilización de la salud, de las pensiones y la educación.
Nicolás Grau, aunque habla, sorprendentemente, de los “logros indiscutibles” de la Concertación destaca, sin embargo, que el conglomerado hizo poco o nada por ampliar los márgenes de lo posible, por tener una agenda progresista, sobre todo en el plano económico. Como el mismo dice, ello fue parte del “contrato” con la elite empresarial, y, en los hechos, la Concertación se subordinó al gran mundo empresarial, a los grupos económicos. Lamentablemente ha sido así.
Por ello, no resulta convincente la conclusión de Grau que la Concertación fue “el conglomerado más exitoso de la historia de Chile”. Porque precisamente su subordinación al mundo empresarial le impidió levantar un proyecto propio y ha conducido a la generalización de la corrupción en el país y a una grave crisis de sus instituciones fundamentales. La Concertación no nos ha dejado una buena herencia. No ha sido exitosa.