Con el país bajo la mira del sistema interamericano de derechos humanos, el destituido vicepresidente Jorge Glas habla desde la cárcel.
Ecuador vive una situación de riesgo institucional. La Consulta Popular propuesta por el presidente Lenín Moreno y ratificada por la votación del domingo pasado modificará aspectos sustanciales de la Constitución Nacional, pero fue severamente criticada por la Organización de Estados Americanos (OEA). Los veedores del organismo presentaron un crítico informe que cuestiona sobre todo la falta de control constitucional como requisito previo a la realización del referéndum.
La Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH) advirtió graves consideraciones sobre la remoción de consejeros de participación ciudadana. Esto es lo que establece la reforma lograda a partir de la respuestas a la pregunta 3 de la Consulta: habilita al presidente Moreno a controlar la Justicia y a los organismos de contralor. La situación ha desarrollado tal magnitud que la CIDH elevó el tema a la Corte Interamericana. Mientras tanto, el gobierno de Lenín Moreno ratificó la consulta, cuestionó a la CIDH y pidió una consulta con el embajador de la OEA en Ecuador.
El peso de la figura de Correa y el futuro de su futuro no es sólo un tema de Ecuador. El escenario fue seguido de cerca por las portadas de diarios como el NYTimes, Miami Herald o El País de España que publicaron columnas durante toda la semana en las que se preguntan si Correa es o no es un muerto político. En esa línea, el diario El Expreso de Guayaquil tituló el lunes posterior al Sí: “Ecuador entierra a Correa y se arma contra la corrupción”.
En tanto, algo sucede en las calles. Comienza algo parecido a una reacción y al cierre de esta edición, había un corte de rutas y protesta en Manabí en el occidente del país, epicentro del terremoto de 2016 y en Guayas, provincia de la costa del Pacífico. Las protestas tienen causas distintas: en un caso es por el presupuesto que no llegó para las reparaciones del terremoto y en otro por un conflicto arrocero. Pero los analistas locales explican que son las primeras protestas concretas contra las políticas de Lenín Moreno y creen que sin duda están relacionadas al resultado de la Consulta y a la crítica de los organismos internacionales.
Correa ya llegó a Bélgica. Y desde allí denuncia violaciones al Estado de derecho y pone en evidencia un sistema de persecución política que en realidad comenzó con la detención arbitraria del vicepresidente Jorge Glas y una posterior condena a 6 años por asociación ilícita plagada de irregularidades y afectaciones al debido proceso.
Jorge Glas tiene 48 años, fue vicepresidente electo para el binomio del 2 de abril junto a Lenín Moreno pero está preso desde el 2 de octubre acusado de ser parte de una asociación ilícita por los contratos de la empresa Odebretch en Ecuador. Además de su familia, defensa y del ex presidente Correa, expertos en derecho penal advierten sobre las graves irregularidades a las garantías constitucionales del proceso penal. Señalan que estas violaciones lo colocan en estado de indefensión y que si no prosperan las instancias de apelación en la Corte de Ecuador, el caso también entrará a la orbita del sistema interamericano de derechos humanos.
Esta periodista pudo mantener una entrevista con Jorge Glas mediante un cuestionario por escrito ya que el ministerio de Justicia no le permite la realización de reportajes. “Me restringen las entrevistas. Envié una carta a las autoridades pidiéndolas. Les dije que expresarme públicamente no es un privilegio. Es el derecho a la libertad de expresión. Nunca me contestaron”, responde quien cumple prisión en la Cárcel 4 de El Condado, una zona céntrica de Quito.
Glas comparte la prisión con otros policías y militares acusados en general por delitos de corrupción y narcotráfico. Cada mes y medio puede ver a sus dos hijos varones de 9 y 15 años. Él y su familia sobrellevan dificultades económicas. Pidieron un préstamo para costear el anticipo de la defensa. “Los gastos judiciales exceden mi patrimonio –escribe–. Tenemos dos hipotecas. Con la ayuda de familiares y amigos estamos pagando los abogados”.
¿Por qué está preso por corrupción?
¡Porque está todo armado! Jamás pensé que iba a terminar en prisión por corrupción. Siempre hemos vivido de nuestro sueldo. Puedo justificar todo mi patrimonio. Han hecho dos auditorías, cada centavo fue auditado sin ninguna observación.
Usted está preso por el escándalo de Odebretch.
Yo expulsé en 2008 a Odebretch de Ecuador. Boté a Marcelo Odebretch de mi oficina. Fue la decisión final luego de incumplimientos reiterados en una hidroeléctrica en San Francisco. Fallas graves. Con la expulsión les afectamos 800 millones de dólares en contratos.
¿Cuál era su responsabilidad como funcionario?
Era el ministro coordinador de sectores estratégicos y de producción. No participé en ningún proceso de licitación y contratación. Lo perverso de esto es que mezcla verdades con mentiras. Corrupción hubo, seguramente. Pero fui yo el que en un principio le pidió a la fiscalía que se investigue según el informe del Departamento de Estado norteamericano que involucraba a nuestro país en el tema. Si yo no fuera vicepresidente de la República, no estaría acá.
¿Quién es Lenín Moreno?
Hay una anécdota que lo describe: frente a los rumores mediáticos que decían que yo me quería quedar con la presidencia en caso de que él no pudiera por sus problemas de salud, le escribí un mail diciéndole que confiara en mí. Que en cualquier circunstancia yo inmediatamente llamaría a elecciones, que no iba a asumir en caso de ausencia, que era leal. Nunca me contestó. En agosto pasado Lenin lanza por cadena nacional una visión distorsionada de las cifras macroeconómicas. Plantea una situación de sobreendeudamieto. Tergiversó cifras positivas para volverlas negativas con el fin de tratarnos a todos de ladrones y decir que el correísmo había robado. Era una barbaridad. Pensamos que era ignorancia, luego supimos que era un plan. Yo no fui un candidato impuesto. No me lo pidió Rafael Correa. No quería ser candidato a vicepresidente. Estaba en Manabí cuando Lenín Moreno me llama y me dice que me necesitaba y que no aceptaba un no. Cometí el error de decirle que sí. Me utilizó para ganar. Soy ingeniero, no astrólogo. Cómo me iba a imaginar que iban a montar un armado de corrupción. Moreno es la contrarrevolución en toda la dimensión de la palabra.
¿Para quién gobierna Lenin Moreno?
Suben impuestos, reducen derechos laborales, entrega el control de la energía a la familia Bucaram. Es Moreno más los medios de comunicación más la banca. Con una pregunta (de la consulta) eliminan a Rafael Correa y con la otra a Jorge Glas. (NdR: Se refiere a las preguntas 1 y 2 de la Consulta Popular del 4 de febrero. La primera prohíbe la postulación política a quienes hayan sufrido condena por corrupción, la segunda impide la reelección de Rafael Correa). Es el regreso del Estado prendario. Entregado en prenda a las élites. Yo estoy acá adentro y me voy enterando. Los trabajadores me han entregado cartas contándome sus afectaciones a los derechos. Todos los domingos vienen con un megáfono. Me dejan notas, me cantan serenatas.
¿Por qué lo condenaron?
Haga de cuenta que el juicio no existió, está lleno de graves irregularidades. Los jueces hicieron una interpretación arbitraria del principio de ley penal más benigna y forzaron la calificación del delito y los rangos de pena para que no tuviera la posibilidad de la excarcelación. La asociación ilícita es la forma de condenar sin pruebas.
¿Es usted un preso político?
Por supuesto. La Constitución no establece el abandono del cargo del exvicepresidente, me destituyeron por decreto. Pedí juicio político y no me llevaron. Me podría haber defendido.
He sido víctima de un asesinato mediático. Yo mismo pedí el desafuero porque no tenía nada que ocultar. No lo consulté con nadie. Declaré en el juicio oral durante nueve horas entre cuatro paredes, sin posibilidad de que se transmitieran por televisión. Soy un preso político del gobierno de Lenín Moreno.
¿Por qué hay tanto silencio político con respecto a su detención?
Porque muchos dirigentes de Alianza País viraron su conciencia por un plato de lentejas pero la Revolución no está muerta en la gente. Confieso que siempre le he tenido miedo a los flojos que ante cualquier peligro son capaces de cometer cualquier vileza sin el menor escrúpulo. No me arrepiento de haber sido parte del proceso de reparación histórica de este país. Hicimos en diez años lo que a otros les hubiera llevado 60. Nos faltó construcción de base política pero no nos alcanzó el tiempo. El costo fue demasiado alto. Jamás pensé que esto iba a llevar a la desgracia a mi familia. Creyeron que esto era sólo Glas. Esto va a ser contra todos.
¿Lo han quebrado?
Yo creo que todavía falta para eso.
¿Se arrepiente de algo?
Confié en la fórmula. De eso sí me arrepiento.