Por Fernando Tebele | La Retaguardia
Detrás de cada abrazo hay una historia. Aquí reflejamos el momento del abrazo entre la mamá de Luciano Arruga y el hermano de Santiago Maldonado, a través de dos fotos y unas pocas palabras.
Son muchos los momentos o las imágenes con las que se podría contar lo que sucedió el sábado 27, en el corazón de la 12, el barrio en el que vivía Luciano Arruga y donde todavía vive parte de su familia. Voces, abrazos, gritos, testimonios. Es difícil seleccionar. El momento elegido es solo uno de tantos. No pretendemos que aparezca como el más importante, pero tiene su historia.
Hace algunos meses, acompañamos a Mónica Alegre, la mamá de Luciano, a la Ronda de las Madres de Plaza de Mayo Línea Fundadora. Habíamos pautado unos días antes un encuentro con Nora Cortiñas, la Madre de todos y todas, luego de la Ronda de cada jueves. El objetivo era que quedara reflejado en la película sobre Luciano que está filmando Ana Fraile, ese encuentro de dos Madres desconsoladas y luchadoras por igual. Ese mismo día se supo que se sumaba a la Ronda Sergio Maldonado, el hermano de Santiago. Mónica no lo conocía, pero quería conocerlo. Llegamos un poco tarde, porque ella tenía un turno en el Hospital de José León Suárez para obtener unos anteojos bonitos a un precio que pudiera pagar. Fue a las 6 de la mañana y recién se liberó a las 15, pero esa es otra historia. Arrancamos para la Plaza de Mayo. Cuando llegamos, ya todo era un desborde. Medios tradicionales abalanzados sobre Sergio y Norita; algunos alternativos también, por cierto. Mónica, indignada, se mantuvo al margen. Pasó esa jornada sin que se acercara a Sergio. “Cuando yo le dé un abrazo, no va a ser para la foto, será entre nosotros”.
Pero volvamos al sábado. Se cumplen 9 años sin Luciano y Sergio apareció en la Plaza de la 12 para ser parte de la jornada. Con timidez, dijo, cuando le pidieron que hablara, que solo vino a saludar a la familia. Lo dijo en el marco de una Asamblea de Familiares de víctimas de la represión del Estado que, en acuerdo con la familia de Luciano, no registramos. Fue bien diferente lo que sucedió luego, en comparación con aquella jornada relatada. Sergio, otra vez, no pasó un segundo solo, pero esta vez quienes se acercaron fueron en general familiares de otras causas que lo querían conocer. Había comunicadores, pero no acoso.
Nosotros estábamos en plena transmisión de medios comunitarios, alternativos y populares. Nosotros fuimos, esta vez, Radio Zona Libre, La Retaguardia, Radio Presente, Radio Sur, Espantarrejas (de FM Riachuelo), La Colectiva, Dtl!, La Tribu, FM en tránsito, Antena Negra. Sergio y Mónica se cruzaron ahí. Una mesa llena de computadoras, consolas y micrófonos nos separaron de la escena; solo eso. Pasó ahí, como podría haber sido en cualquier otro lugar de la Plaza. Pero sucedió a cinco pasitos, a un simple susurro de distancia. Se abrazaron. Se hablaron en los oídos. Lloraron. Se sonrojaron. Hubo caricias de madre. “Identifico mucho el proceso de Mónica con el de mi mamá. Mi vieja está ahí, pero todavía no puede hablar. Lo mismo le pasó a Mónica”, nos dijo hace unos días Sergio. Será por eso que él respondió a las caricias de madre con amor de hijo.
No sabemos qué se dijeron. Fue un momento tan intenso como íntimo. Nadie ni nada los interrumpe. Habrán sido 5 minutos. No pudimos sacar los ojos de la escena, pero nadie se interpuso. Fue un momento irrepetible. Pudieron tenerlo, como Mónica quería. Y si bien hubo fotógrafos/as que clickearon justo, el encuentro no fue para la foto, fue solo para ella y él. Bien distintas una escena y la otra. Diferentes lógicas entre el periodismo para la picadora de carne y la comunicación popular.