Desde que se conocieron los resultados de la elección presidencial en Chile, de cara a la segunda vuelta, dado que ningún candidato obtuvo mayoría absoluta, se han desencadenado una serie de movimientos, declaraciones y hechos que dejan mucho que desear y que ilustran el nivel de nerviosismo e incertidumbre existente.
Los resultados de la primera vuelta ayudan a explicarlo. Piñera obtuvo una votación muy por debajo de lo vaticinado por todas las encuestas y lo esperado por sus propios adherentes; Kast, candidato de extrema derecha, por el contrario, se proyectó más allá de lo esperado. Goic en cambio tuvo una votación que no se condice con la obtenida por su propio partido, la Democracia Cristiana, tanto en la elección de diputados como la de senadores, ilustrando con ello la crisis que vive su sector. Guillier, el candidato de los socialdemócratas, socialistas y comunistas, estuvo dentro de lo esperable, alcanzó a duras penas a aventajar a Sánchez, la candidata del Frente Amplio que casi lo desbanca. Sánchez, con su 20% le pisó los talones y pocas dudas caben que su coalición tiene la llave para definir la segunda vuelta.
Esta realidad es la que explica el nerviosismo y la incertidumbre imperante. Grosso modo, Piñera tiene un piso del 44% dado por su 36% y el 8% de Kast que se puede asumir como votos que se traspasan íntegramente. Guillier, parte de un piso mucho más bajo, su 22%, al que podrían agregarse casi íntegramente los porcentajes obtenidos por la demócrata cristiana Goic, y los díscolos de izquierda Marco Enríquez Ominami y Alejandro Navarro, con lo que alcanzaría a asegurarse tan solo un 33% del total de votos.
En este contexto, lo que decida el Frente Amplio y sus adherentes es crucial pues inclinan la balanza a un lado u otro. Considerando que en la base del cuerpo de ideas que sustenta el Frente Amplio está su posición frontal al modelo neoliberal, es razonable presumir que votar por Piñera no es alternativa. ¿Cuáles son las alternativas que tiene ante sí? No votar, votar nulo o votar por Guillier. Para Guillier es indispensable que quien votó por el Frente Amplio, vote por él. Por su parte, para Piñera es vital que no vote o vote nulo. De allí que, asumiendo que el universo de quienes vayan a votar en esta segunda vuelta no se modifique mayormente, quiéralo o no, el Frente Amplio tiene la llave del resultado final.
De las opciones que estaban en carrera, quedan dos, la que busca consolidar el modelo neoliberal imperante, encarnada en Piñera, y la que se opone a dicho modelo desde los años 90, pero que no ha tenido la fuerza y/o voluntad suficiente para reemplazarlo por un modelo más solidario, cooperativo, menos competitivo. En este plano la aparición del Frente Amplio representa la oposición frontal al modelo imperante, y un reflejo del desgajamiento de quienes en su momento fueron parte de la Concertación y/o la Nueva Mayoría, así como de las nuevas generaciones descontentas con el país que están heredando.
A lo largo de esta semana el Frente Amplio ha estado intentando abordar el tema en forma participativa y pública, proceso que por lo mismo, no ha estado exento de dificultades. Lo que haya resuelto tendrá consecuencias no menores tanto respecto de quien conducirá los destinos de la nación en los próximos años, como de su propio futuro.
Dado que se trata de una fuerza con poco tiempo de vida y conformado por 13 partidos y movimientos, no le será fácil estar a la altura de las circunstancias.
Los próximos 4 años serán años complejos, cualquiera que sea el presidente que tengamos. Tanto Guillier como Piñera la tendrán difícil. El primero para encauzar los movimientos sociales en curso, y el segundo, para contenerlos.