Por Adrián Torres John
El día de ayer, miércoles doce de diciembre, me topé en internet con un video muy conmovedor, el cual permanecerá en mi mente por un largo tiempo, al igual que en mi corazón. El protagonista, un muchacho de once años oriundo del estado de Tennessee (Estados Unidos) llamado Keaton Jones, relataba entre lágrimas a su madre, quien era la persona que se encontraba filmando, sobre el terrible abuso que sufría por parte de un grupo de compañeros en la escuela, humillándolo y maltratándolo tanto física como verbalmente frente al resto de niños. Según Keaton, las afrentas que los muchachos lanzaban contra él iban desde burlas sobre su físico, arrojarle panes, hasta intentar hacerle creer que “no tenía amigos”. Recuerdo que, cuando el metraje concluyó, sentí un enorme nudo en mi garganta, las manos me temblaban por el coraje y tuve que lavarme la cara con agua fría para sobreponerme por aquel golpe en mi alma. Sin embargo, mi tristeza se convirtió rápidamente en alegría y alivio al ver que, frente a lo ocurrido, una oleada de solidaridad, humanidad y bondad envolvió al pequeño Keaton, quien comenzó a recibir montañas de mensajes de aliento y cariño, así como millares de propuestas de amistad. Algunos de los remitentes eran celebridades y deportistas de talla mundial, tales como Snoop Dogg, Justin Bieber, Chris Evans (que invitó al joven Jones a asistir con su familia al estreno de su nueva película, nada más y nada menos), Rihanna, Lebron James, entre otros. Inclusive, todo el equipo de futbol americano de la universidad de Tennessee le ofreció al pequeño almorzar con él al día siguiente en la escuela (imaginarme al pequeño comiendo en compañía de todos ellos me conmovió inmensamente).
Hay dos factores en el video en los que me gustaría enfocarme. Primeramente, casi al inicio del metraje, el joven Keaton hizo una pregunta que, si bien puede parecer complicada inicialmente, se me ocurre una buena forma de responder a ella: ¿Por qué sus compañeros le hacían bullying a él o a otros chicos? ¿Qué veían de atractivo en esforzarse por hacer sentir mal a la otra persona? Posteriormente, quisiera explayarme con respecto a un factor que, por encima de todo lo visto en el video, llamó mi atención. Aún encontrándose en tal situación de desamparo, desesperación y profunda tristeza, el valiente niño expresó un mensaje de aliento y fuerza hacia todas las personas que sufrían el mismo mal que él, luego de explicar que nadie debe ser criticado ni juzgado por sus rasgos particulares, demostrando de esta manera que se encontraba (y seguramente se encuentra) muy preocupado por el hecho de que otros pasen por las mismas penurias que él, lo cual, sin duda alguna, habla de una gran humanidad dentro del pequeño, quien no tardará en hacerse un hombre maduro. No obstante, por encima de todo lo anteriormente mencionado, Keaton, en vez optar por odiar a los chicos que le habían hecho esto, por desear que ellos “pagaran” por haberlo agredido y buscar una venganza disfrazada de justicia, se preguntó a sí mismo qué los llevaba a hacer lo que hacían, ¿qué había en ellos o por qué cosas habrían tenido que pasar para ser como eran? ¿Qué ocurría en sus mentes para inclinarse por esta terrible e innecesaria violencia? Estoy de acuerdo con Justin Bieber al señalar que Keaton, al tener la compasión y la empatía por otras personas que se encontraban en una situación similar a la suya, estando él en medio de un momento tan difícil, es una prueba irrefutable de la gran persona que él es y que, indudablemente, se convertirá en un hombre admirable en el futuro.
En primer lugar, ¿por qué los jovencitos en cuestión encontraban “divertido” o “atractivo” el hacerle bullying a Keaton o a otros chicos en la escuela? En realidad, la razón es también una de las causas principales de la existencia de muchos tipos de violencia en el mundo contemporáneo. Podemos dilucidar con certeza de que nadie nace con una vocación por el abuso y el maltrato: se trata de un conjunto de actitudes y antivalores que se aprenden y se adquiere a lo largo de la temprana y joven formación del individuo. Es decir, es muy seguro que estos niños no se encuentren felices con sus vidas; que sus cotidianidades y sus pasados estén plagados de situaciones violentas y, probablemente, ellos mismos hayan sido objetos de ofensas y maltratos, ya sea por parte de los padres, los hermanos, su entorno social, etc. Debido a ello, se ha generado un océano de resentimiento y rencor en sus mundos internos. En respuesta, los niños no encuentran otra forma de descargar sus iras y su furias contenidas que por medio de la violencia (factor que han aprendido en sus vidas) contra personas que puedan mostrarse felices y mejor posicionados que ellos en cuanto al cariño. Asimismo, esto también oculta una omnipresente inseguridad en los pequeños, ya que, al mostrarse ante los demás como “fuertes”, capaces de hacerle la vida imposible a cualquier chico, se convencen a sí mismos de que son “invulnerables” o intocables, cuando en el fondo tienen de miedo por la sola posibilidad de convertirse en víctimas. Prefieren ser verdugos que ser presas. Lamentablemente, esto es un círculo vicioso de nunca acabar, debido a que muchas de las personas violentadas (a diferencia de Keaton) optan por evitar a toda costa volver a ser las víctimas en cualquier ámbito por el que frecuenten, por lo que, al percibirlos como “seguros”, imitan a sus abusadores y adquieren sus actitudes. En contraste, son respuestas como las del pequeño Jones las que cortan ese círculo infinito y dan paso a una nueva forma de intentar detener esta creciente violencia.
En segundo lugar, Keaton, un niño de once años que se encontraba llorando y asustado por haber sido humillado en público de tal manera, en los breves minutos que duró el video, renunció al odio y al resentimiento que, entendiblemente, podría haber nacido en él tras lo ocurrido y, junto con ello, el buscar moldear su vida y su comportamiento en base al miedo de volver a ser una víctima de ofensas (posiblemente, convirtiéndose él en una persona agresiva y altiva). Por el contrario, se planteó la interrogante de qué era lo que causaba en sus compañeros ese afán por aprovecharse de la aparente debilidad de otro niño para hacerlo sentir miserable, y así, aunque no lo dijese explícitamente, abrió las puertas de par en par a la formulación de otra vía para que aquello no se repita ni con él ni con nadie. Esto, a gran escala, no es otra cosa que una búsqueda por cambiar la forma de relación humana actual a lo largo del planeta, que en muchas ocasiones, presenta claros rasgos de tensión y disgregación, y así plantear una modificación total en el diario vivir de todos. Este detalle es signo de un nuevo nivel de empatía, compasión y bondad humana, que apunta a dejar atrás la falleciente etapa de la historia que le rendía culto a la violencia como solución a los problemas; que no estaba acostumbrada al nuevo mundo sin fronteras, interconectado y sincronizado (en términos de relaciones humanas internacionales); que aún privilegiaba el lujo de un reducido sector poblacional frente a una masiva falta de recursos y oportunidades para la mayoría; y que no tenía a la vida y la trascendencia del hombre como fin supremo. Keaton Jones, a su corta edad, ya es un ícono de esa transformación histórica y, a lo largo de su vida (al igual que muchos de ustedes, que se encuentran leyendo mis palabras en este preciso instante) será partícipe de ella. El pequeño niño de Tennessee es, sin duda alguna, un maestro.
Me gustaría concluir esta breve reflexión diciendo que, como Keaton, existen muchas personas que se encuentran hartas de esta espiral de violencia que asola el mundo. Desde el movimiento “Ni una menos” hasta la “Marcha Mundial por la Paz y la No-Violencia”, iniciada en el año 2008, que comenzó en Australia y concluyó en la frontera entre Chile y Argentina, el planeta está expresando de mil maneras que ya no es posible seguir en esta situación de carencia de valores humanitarios y que es necesario replantear el modo en que queremos vivir. Poco a poco, esta fuerza revolucionaria, que cuenta con grandes personajes históricos como Nelson Mandela, Martin Luther King, Gandhi o Mario Rodríguez Cobos (también conocido como Silo), crecerá y se hará más fuerte hasta opacar la antigua barbarie, poniendo al ser humano como principal valor.
Keaton Jones, pequeño sabio y futuro gran héroe, gracias por existir.