El ex candidato presidencial reveló que quisiera que el FA «hiciera valer de modo concreto y claro su potencial», pero «sin comprometer su independencia crítica ni hacerse parte del próximo gobierno”.
Javier Paredes Godoy/ @jparedesgodoy
Son días de definiciones a lo largo y ancho del espectro político. El escenario arrojado por la primera vuelta de las elecciones presidenciales concluyeron en un balotaje de perdedores. Ni el candidato de la derecha, el empresario Sebastián Piñera, obtuvo el resultado esperado (alrededor de 10 puntos porcentuales menos), ni el de la Concertación, el periodista y senador Alejandro Guillier, se impuso categóricamente a las fuerzas de izquierda: pasó a segunda vuelta superando por solo un 2% a Beatriz Sánchez.
Concertación y derecha han debido moverse con celeridad. Piñera asumió las demandas enarboladas por Manuel José Ossandón, su adversario en el proceso de primarias y cabecilla de la zona sur de Santiago, lugar en el que la votación del ex mandatario fue baja y sorpresivamente alta la de la candidata del Frente Amplio. La demanda era no retroceder en el mecanismo de gratuidad en la educación superior implementada por el Gobierno, política criticada con vehemencia anteriormente.
La lectura que se ha realizado de este gesto es la preocupación de Piñera: la conclusión de la segunda vuelta es incierta y el magnate tuvo que cambiar de posición.
Por su parte, Guillier también ha realizado guiños, aunque de modo mucho menos categórico. Uno fue asumir una propuesta de la candidatura de Carolina Goic en materia de previsión: sin cambiar el modelo de administrador de fondos de pensiones (realizado a través de las AFPs) ni la capitalización individual (cada uno trabaja solo para sí mismo), depositar a cada bebé que nazca un millón de pesos.
Otro anuncio de Guillier fue una vía de condonación de una porción de la deuda del Crédito con Aval del Estado (CAE) a una porción de la población más vulnerable.
“La Nueva Mayoría que no es capaz de disipar sus ambigüedades”
Pero otro campo de batalla ha sido el intelectual, en donde se ha librado una disputa por la interpretación de los resultados de primera vuelta. Uno de los que ha despuntado es Carlos Peña, rector de la Universidad Diego Portales y columnista estelar de El Mercurio, quien pronosticó un mal resultado para el Frente Amplio en función de un diagnóstico relativo a la supuesta buena salud de la “modernización capitalista”. El mismo planteo lo utilizó luego para explicar el fallo de su pronóstico.
Desde la izquierda otros han intervenido en el proceso de interpretación. Carlos Ruiz, de Fundación NodoXXI (centro de pensamiento de Izquierda Autónoma), Jaime Retamal (académico Usach) y Rafael Gumucio (el historiador, no el comediante), han sido algunos de ellos.
Jorge Arrate, ex candidato de la izquierda extraparlamentaria en 2009, es uno de los que ha intervenido también en el debate público, rebatiendo por ejemplo a Carlos Peña. Y ha esperado la deliberación del Frente Amplio para pronunciarse sobre la segunda vuelta.
En conversación exclusiva con El Ciudadano, el socialista sin partido toma posición.
La semana pasada te enfrentaste epistolarmente con Carlos Peña en medio del proceso de interpretación de los resultados de primera vuelta y de definiciones para la segunda; en específico, en relación al diagnóstico sobre el “malestar”. ¿Por qué? ¿Qué representa su pluma para efectos de tales definiciones?
Hice una observación relativa al hecho que pareciera que él no utiliza en sus meditaciones la evidencia empírica que su propia universidad produce. Parece sospechoso, en especial cuando esa evidencia contradice sus tesis principales.
Sus reflexiones son casi siempre interesantes, aunque uno no las comparta. Desafortunadamente, parece que se ha orientado a exaltar supuestas virtudes del mercado y su funcionamiento, que siempre termina invadiendo todos los ámbitos de la vida y convirtiéndonos a todos en mercachifles.
Apoyaste a Beatriz Sánchez para la primera vuelta presidencial y al Frente Amplio en la parlamentaria. ¿Por qué?
Valoro la capacidad de trabajar colectivamente que han mostrado hasta ahora las fuerzas que integran el FA. Es algo que siempre ha sido difícil. Más aún entre los grupos de izquierda, que son la mayoría del FA. Además, el FA ha levantado banderas surgidas con fuerza desde la sociedad y ha elaborado un programa bastante exigente, pero viable.
En la parlamentaria apoyé a Francisco Figueroa, que ya había sido mi candidato en 2013. Considero que es uno de los líderes jóvenes con mayor proyección. Entre otras virtudes, sabe que las elecciones no siempre se ganan, pero que son mucho más que una competencia por quien saca más votos.
¿Qué es lo que se agotó de la Concertación? ¿Es la sociedad o es la política?
La Concertación tuvo logros importantes. Generó una mayoría democrática contra la dictadura, restableció las libertades básicas e introdujo reformas para democratizar las instituciones, abordó la temática de la pobreza y consiguió avances en materia de discriminación. Pero se fue erosionando porque no quiso advertir el distanciamiento entre la política y la sociedad, y no tuvo capacidad crítica frente al mercado desregulado que mercantilizó la vida social. También por su incapacidad para poner coto a la invasión de la política por el dinero, de las instituciones por el poder económico que las fue capturando y de los partidos por los lobbistas y sus empleados. Frente a este proceso, algunos lo asumieron sin cuestionamientos, otros se dejaron llevar, unos pocos nos fuimos.
No es cuestión de aciertos -que los hubo-, ni de errores -que también los hubo-. Tiene que ver con el horizonte que siempre debe animar la política transformadora. La Concertación perdió toda tensión utópica, en parte porque su propia evolución fue degradando la política a una técnica de gobierno o simplemente permitiendo que se corrompiera.
La ciudadanía se alejó y, hasta hoy, la abstención sigue aumentando. La Concertación entre 1993, que fue su mejor año, y 2017, perdió dos millones de votos o más.
¿Qué representa para ti el FA?
Un punto de acumulación de fuerzas que quizá permita más adelante construir en su interior una izquierda política y social contemporánea, que integre la izquierda histórica con la emergente y que funda las experiencias y la memoria popular con la perspectiva de una sociedad moderna que admita solamente las diferencias justas.
En función de su potencial transformador, ¿qué rol crees tú que debiera jugar el FA de cara al balotaje? ¿Por qué?
Quisiera que el Frente hiciera valer de modo concreto y claro su potencial y lograra convenir algunos logros programáticos y políticos, sin por ello comprometer su independencia crítica ni hacerse parte del próximo gobierno. Pero, hasta ahora, esa tentativa parece ser demasiado compleja para la realidad de una Nueva Mayoría que no es capaz de disipar sus ambigüedades, y la del propio Frente Amplio que aún navega con prevenciones en las aguas bravas de una política infecciosa.
En todo caso, valoro mucho que todas las fuerzas del Frente Amplio hayan manifestado sus posturas con madurez. La mía es votar por Guillier, fundado en una razón que considero poderosa: Piñera causaría un daño a Chile y los chilenos. Más allá del balotaje, percibo que existe una posibilidad de coordinación o convergencia entre el Frente Amplio y sectores de la Nueva Mayoría, como los comunistas y/o grupos y dirigentes socialistas. No es algo simple ni fácil con unos en la oposición y otros en el gobierno. Pero pudiera abrirse un camino auspicioso y convocante. A lo mejor es sólo mi deseo.