En Chile, con la segunda vuelta electoral ad portas, a diferencia de la primera vuelta, cuando se pensaba que era carrera corrida a favor del candidato presidencial de la derecha, ahora se prevé un resultado incierto. Quien tenía la condición de favorito, ya no lo es.
Haciendo un símil futbolístico, estaríamos en pleno alargue con escaramuzas en ambos lados, jugadores agotados, donde cualquier gol será más consecuencia de un error que de una genialidad. Uno de los candidatos llega con más figuras en la cancha, pero sin chispa, con el ánimo a la baja por el simple hecho de no haber sido capaz de ganar en los 90 minutos de juego; su contendor, en cambio, llega con ánimo en alza por haber podido forzar el alargue, el Balotage. A lo largo de los primeros 90 minutos las jugadas se dieron esencialmente en el medio campo, sin llegar mayormente a los arcos y ambos sin mayor capacidad para definir. Sus propuestas eran ambiguas, el juego fue eminentemente defensivo.
En el alargue se están viendo forzados a mostrar, a arriesgar más, puesto que de lo contrario se definiría a penales, o sea, revisando las actas electorales, peleando los votos objetados. Pocos quieren llegar a eso, la mayoría prefiere que uno de los dos gane contundentemente. Sin embargo, por lo mostrado en la cancha hasta este minuto, para no pisar callos, persisten en no arriesgar. Más bien parecen esperar el error del contrincante para contraatacar con fuerza por el lado más débil del adversario. Ninguno quiere dar puntada sin hilo.
El público que llegó al estadio completó tan solo menos de la mitad de su capacidad total no obstante que el partido se había promocionado como una gran final. Para el alargue aún se desconoce si habrán más o menos espectadores. El voto es voluntario, la inscripción automática y el ausentismo enorme.
En términos boxeriles, se han ido de finta en finta, sin golpes capaces de resolver el combate por knock out. Uno de los gladiadores, de brazos más cortos, busca el cuerpo a cuerpo para poder golpear con fuerza, en tanto que el otro busca mantener la distancia y definir en base a la persistencia de golpes que llegan con facilidad al cuerpo del rival pero sin mellarlo seriamente. Todo indica que el combate se definirá por puntos y que ambos llegarán exhaustos, sin que se visualice un ganador nato.
En concreto, los próximos 4 años no serán fáciles, gane quien gane. Con uno se procurará consolidar un modelo político, económico y social que según sus adherentes es el que posibilita que Chile alcance a ser próximamente un país desarrollado, enfatizando el crecimiento, pero que concita un profundo rechazo en no pocos. El otro candidato, por el contrario, aspira modificar sustantivamente dicho modelo para que no genere una desigualdad obscena. Quien gane, aunque sea por poco, estimará que cuenta con el aval para llevar a cabo su propuesta.
Lo que hace difícil los próximos años es justamente que ninguno de los dos ganará por paliza, y por tanto no se le estará dando el respaldo que se requiere para cumplir sus propósitos. Esta suerte de empate es lo que nos tiene entrampados, de alargue en alargue, avanzando y retrocediendo.