Hoy es el Día Internacional de los Derechos Humanos. Más allá de la retórica de los días internacionales, el tema no podía ser más actual. Como dijo Silo en Humanizar la Tierra hace casi 30 años:
Los Derechos Humanos no tienen la vigencia universal que sería deseable porque no dependen del poder universal del ser humano sino del poder de una parte sobre el todo y si los más elementales reclamos sobre el gobierno del propio cuerpo son pisoteados en todas las latitudes, sólo podemos hablar de aspiraciones que tendrán que convertirse en derechos. Los Derechos Humanos no pertenecen al pasado, están allí en el futuro succionando la intencionalidad, alimentando una lucha que se reaviva en cada nueva violación al destino del hombre. Por esto, todo reclamo que se haga a favor de ellos tiene sentido porque muestra a los poderes actuales que no son omnipotentes y que no tienen controlado el futuro.
En otras ocasiones, también advirtió sobre el bandolerismo semántico de las guerras humanitarias en nombre de los derechos humanos.
Hablando simplemente de este último año, podemos ver las más diversas violaciones de los derechos humanos. Algunos han tenido el honor de la noticia, otros un peligroso olvido. Todavía existen diferentes ponderaciones y medidas para que los medios de comunicación o los gobiernos evalúen los derechos humanos.
Sólo queremos recordar el caso emblemático de Milagro Sala: mujer, indígena, opositora política de un sistema mafioso y clientelar, pero sobre todo benefactora de su pueblo en su constante acción por la defensa de los Derechos Humanos, la dignidad. Golpeada por casi dos años de cárcel injustificadamente preventiva por haber levantado de la especulación la gestión de viviendas sociales en Jujuy, utilizando el dinero de los ingresos no para fines personales sino para construir escuelas, hospitales, centros de discapacitados y, algo intolerable para los ricos, piscinas gratuitas para niños pobres. Todavía tenemos que protestar porque tú y tus compañeros valientes de Tupac Amaru están en prisión. #LiberenAMilagro.
Como humanistas, proclamamos que no vemos ninguna diferencia entre aquellos que violan los derechos humanos, ya sean gobiernos o grupos paramilitares; ninguna diferencia entre tres derechos violados contra una persona o pueblos enteros; ninguna diferencia geopolítica de raza, género o color político. Cuando los derechos son violados, los derechos son violados, y eso es suficiente. Y la respuesta a esta violación no puede ser otra violación (ver «guerra humanitaria»). Incluso el hecho de que algunas personas violentas hayan tomado posesión de los derechos humanos y los hayan utilizado para justificar su violencia no nos permite bajar la guardia sobre esta cuestión.
Es particularmente desagradable ver que los derechos humanos se comercializan con intereses económicos o que se violan por un interés político evidente. Quien lee habitualmente las páginas de Pressenza sabe muy bien en quién estamos pensando.
Hay, sin embargo, una creencia fundamental que debemos desenmascarar porque se insinúa en los pensamientos de cada uno de nosotros: esa creencia como si la naturaleza humana fuera corruptible e incoherente en sí misma y que cada persona tiene un precio.
Esta visión pragmática de las cosas está muy arraigada en la vieja mentalidad que está muriendo y que nos impide ver la acción genuina y desinteresada de defender los derechos humanos, acción que no se detiene ante el lucro, que afirma su validez más allá de cualquier aparente fracaso, que se alimenta de un ideal más profundo, más inherente al corazón de todo ser humano: el horror por la violencia, la empatía por cada ser humano, por el simple hecho de ser humano.
Celebremos, pues, hoy a los valientes seres humanos que no se rinden al destino aparente de un mundo sin sentido, sin justicia, sin respeto por los derechos de todos.