Por Esther Bass
Entramos en un agujero negro y no sabemos hacia dónde vamos. Todos piden justicia. Todo está desproporcionado, vamos a la deriva.
También piden justicia los débiles, los pobres, los desprotegidos, los oprimidos, los enfermos, los que están en paro, los marginados, los que duermen en la calle, los ancianos que viven en soledad, los abandonados, las madres que vuelan solas sin ayuda, los sin futuro ni porvenir, los sin voz, los olvidados… las minorías.
Mientras unos y otros aprovechan la situación para satisfacer sus propios intereses, como buenos oportunistas que son, los medios de comunicación, por cierto, el cuarto poder, no independiente, se dedica por un lado a bombardear con lo mismo y por otro a «entretener» idiotizando a la población con programas superfluos y carentes de sentido…
La población en España, concretamente en Cataluña, está polarizada, enfrentada e influida por lo que está ocurriendo.
¿Qué tiene esto de libertad en las opiniones que desde muy distintas sensibilidades se expresan?
Todas estas sensibilidades están, negarlas es mentir.
Entendemos la reivindicación catalana, es legítima, todo pueblo tiene derecho a la autodeterminación, del mismo modo que todo ser humano tiene derecho a la paz, a ser libre y feliz también, aunque bien sabemos, que todo esto queda en el futuro, esperando su momento. Lo que no compartimos es el modo, forzando en una dirección y también manipulando, mintiendo y negando lo que les interesa.
Aprovechamos para pedir la liberación de los políticos presos y para el resto de ellos en Bruselas. Deseamos que todo esto se resuelva de un modo menos trágico, más proporcionado, abriendo vías de comunicación y diálogo.
Estamos siendo testigos de cómo se escribe la historia, de toda la mentira que hay tras ella, porque todo es una interpretación subjetiva del que la cuenta, llena de intencionalidad.
Todos se sienten atacados entre sí y responden con tensión, alteradamente.
Es como si quisieras anular el yo del otro, que es lo que te da una identidad.
Todos se afirman en sí mismos, todos toman bando identitario y sacan sus banderas de trapo, preocupados por no ser reconocidos y valorados recíprocamente.
Las sensibilidades están a flor de piel mientras, sin ninguna ética, unos y otros se echan basura confundiendo y alterando aún más a la gente, porque sencillamente no somos genuinamente importantes, sino que nos usan.
Siempre en nombre de valores y reivindicaciones; palabras…, que tienen eco, porque representan un ideal de un futuro mejor al que aspiramos todos aunque no hagamos mucho para ello.
Pero seguimos con una estructura social del medievo, donde reyes, condes, burgueses, banqueros y comerciantes siguen por encima de los pueblos, que son exigidos, y a quienes la ley y la justicia les guiña un ojo, resolviendo sus agravios con una palmadita en la espalda, tras la propina por su comprensión…, ya en un mundo “libre y en democracia».
Unos y otros echan gasolina al fuego que han despertado de mala fe. Tienen cargos públicos, son impúdicos, estafadores, unos jetas.
¿Hasta dónde tensarán la cuerda en la población? ¿Hasta cuándo seguiremos aguantando?
Hablan con soberbia y afirmación de sí, con total irresponsabilidad dada su influencia a grandes conjuntos.
Y es tan fuerte la anestesia social…, todo va tan rápido, que no podemos procesar coherentemente la cantidad de ruido e información fragmentada que nos entra.
Es como un alud que se te echa encima sin tiempo a reaccionar.
Mientras tanto, las prioridades básicas, «incuestionables por su coherencia», para el buen funcionamiento y desarrollo de la vida…, «deberían ser la máxima urgencia social en todo país desarrollado y moderno proyectado a futuro», y siguen aparcadas a un lado.
Nos hemos acostumbrado tanto a que nos traten mal, que hemos perdido la esperanza y la fe en nosotros mismos y como buenos supervivientes que somos, nos aferramos a la vida de cualquier forma, con toda la fuerza que brota de ese instinto impulsor.
Nos hemos adaptado a este sub-mundo poniendo en peligro la evolución de nuestra propia conciencia, la de nuestra especie.
Y hemos llegado hasta este punto, ve yo, porque no nos hacemos cargo de nosotros mismos y esperamos que otros, ‘»que están sólo preocupados de sí mismos», nos solucionen la vida.
Un error de emplazamiento y dirección de los actos, muy infantil, muy ingenuo, perfectamente corregible si maduramos.
Dicho de otro modo, necesitamos tomar las riendas de nuestra vida. Aunque sabemos que es más cómodo ensoñar con el ideal de un mundo mejor, que está solamente en nuestras manos y no en baritas mágicas ni en magos…
Las instituciones han fracasado, se caen. Los partidos políticos siguen el mismo camino. Los formadores de opinión alimentan el fuego que más les calienta a ellos.
Los medios de comunicación no presionan a los gobernantes exigiendo justicia social, responsabilidad política y explicaciones de sus actos y consecuencias; por el contrario, los justifican haciéndoles juego.
Nadie asume un compromiso ético y coherente consigo mismo ni con la gente.
Vemos de reojo lo que nos rodea y nos hacemos los tontos mirando para otro lado.
En los hechos…, a todos nos importa un bledo el otro, sólo alzamos la voz cuando nos vemos afectados directamente.
No escuchamos ninguna autocrítica honesta ni crítica constructiva que proponga soluciones y las ponga en marcha. Qué bueno sería menos declamaciones y más acciones…
¿Qué nos pasa, que tras los recortes antisociales, «un atentado a nuestros derechos humanos elementales» que llevan a cabo aceleradamente delante de nuestras narices, nos quedamos como catatónicos y no salimos a la calle y paramos el país?
¿Cómo consentimos, los recortes en nuestra sanidad y educación «públicas y gratuitas», haciendo vil negocio de estos derechos fundamentales? ¿Cómo no nos unimos, exigiendo devuelvan, hasta el último céntimo, el dinero que nos han robado a todos, vaciando nuestra seguridad social, de ahí los recortes…?
¿O acaso, hemos caído en el auto-engaño, en un agrio sueño, de que no son nuestros derechos, que no nos lo merecemos, o lo más cómodo, así no tengo que hacerme cargo…, sálvese quien pueda?
¿Qué nos pasa, que vemos deteriorarse el trabajo, aumentando la desigualdad y el desamparo social, justificando la esclavitud laboral hasta los 67 o 70 años de edad, multiplicándose los sueldos precarios, la pobreza laboral, ni qué decir del aumento del desempleo…, la pérdida de derechos conseguidos legítimamente por nuestros abuelos, por nuestros padres y acatamos, protestando por lo bajito no vayamos a ofender, lo que nos echen sin ponerlo en cuestionamiento?
¿Qué nos pasa, que a nuestros viejitos, hacia donde nos dirigimos todos, si vivimos…, les roban tras una vida de trabajo duro y precario, sacrificado y mal pagado, el esfuerzo de toda su vida y no hacemos nada, abriéndoles sus cuentas directamente?
¿Tan poco nos queremos, tan poco les queremos…?
¿Qué nos pasa, que con la cantidad de viviendas vacías o viviendas sociales, subvencionadas con fondos públicos, como todo, «sale del fondo público», que hay, se las reparten a los amiguetes y seguimos pagando inmóviles, la especulación de enriquecerse unos pocos, mientras con tu sueldo tienes que administrar la comida del mes?
¿Qué nos pasa, que nos han saqueado los caudales públicos, la mayoría de estos «ladrones sociales» aún siguen en la calle…? ¿Y los servicios sociales, las prestaciones, las pensiones, las subvenciones, etc., cada vez son más escasas e insolidarias y no damos nuestra mano ante tanto sufrimiento e injusticia que clama al cielo plantándoles cara?
¿Qué nos pasa, que privatizan la luz, patrimonio de la humanidad, el agua, las comunicaciones, el transporte público… y seguimos pagando sin llegar a mediados de mes, escandalizados porque haya gente que no quiera o no pueda pagarlo, convirtiéndonos en policías para el vecino?
Qué nos pasa, que con todo este panorama, no hacemos presión con la única herramienta, aún legal, que es la huelga indefinida o la desobediencia civil no violenta y sí se convoca a una huelga de 3 días por los conflictos políticos que tienen dos frentes que no dialogan y se pongan a trabajar por el bien común?
Sí, todo esto ocurre y es porque nosotros somos unos consentidores, nosotros permitimos que esto ocurra, así que, somos los responsables también.
Estos son los temas, nos parece, del vivir diario de la mayoría de la gente. Esta es la deuda hacia nosotros mismos y nuestros derechos humanos. Estos son nuestros reales problemas que no son personales o individuales, sino sociales.
Sintonizarnos en las prioridades, en el respeto real de nuestros derechos humanos es de vital importancia para todos nosotros, porque será lo que nos ayude a recomponer el tejido social tan deteriorado hoy por los que han gobernado y gobiernan, desviando nuestra atención hacia sus intereses muy alejados de los intereses comunes de las calles, de la gente.
Sentir mínimamente lo humano en otros, pensar en las otras personas, en la gente que quieres, porque a alguien querrás desinteresadamente…
Comprometernos desde ese reconocimiento de lo humano, que es lo que somos, por el mejoramiento de nuestra propia vida y la de nuestro prójimo…
Tratar a los demás como queremos ser tratados…, es más que nunca la única salida de emergencia ante este fuego devastador, devorador de todo futuro y sentido.
No veo otra que tender puentes de solidaridad y ayuda mutua y organizada desde la base social, no con partidos políticos.
Y esta actitud renovada, no violenta verdaderamente, nos llevará a reconciliarnos con nosotros mismos, con nuestra contradicción social y con la mala conciencia de nuestros errores por todo el sufrimiento que nos hemos generado unos a otros.
Los derechos humanos nos están esperando, allá en el futuro. Sí.
Todo el planeta está aclamando estos derechos…
Paz en el corazón y luz en el entendimiento.