Los resultados de las recientes elecciones presidencial y parlamentaria revelan un país, Chile, que políticamente se encuentra dividido en dos mitades, una levemente superior a la otra. Se afirma que Chile cambió, pero también se podría afirmar que nada ha cambiado, que no hay nada nuevo bajo el sol.
Las invocaciones a la unidad nacional, las campañas publicitarias, las redes sociales si bien inciden en la composición de las dos grandes tendencias –izquierda y derecha-, no parecen incidir mayormente en sus respectivos tamaños o fuerzas electorales.
Esta realidad es de larga data y ni siquiera la dictadura que duró más de 3 lustros, y que persiguió ferozmente a sus opositores, fue capaz de modificar mayormente. Del tradicional tercio de la población que solía representar la derecha, logró convertirla en una fuerte minoría que asciende a poco menos del 45% del electorado que vota. Este último porcentaje incluye lo que Mario Vargas Llosa, muy acertadamente, denominó como la derecha cavernaria.
A lo largo de estas décadas, desde el inicio de la transición democrática, esta potente minoría, desde la oposición ha logrado imponer sus condiciones, gracias al mantenimiento del innombrable como comandante en jefe del ejército para luego engrosar las filas de sus senadores designados, complementado por un sistema electoral binominal que recién ahora se ha reemplazar por uno proporcional. A ello se agregan la exigencia de altos quórums para poder hacer modificaciones sustantivas.
A lo largo de todos estos años la izquierda ha querido, sin mayor éxito, efectuar los cambios constitucionales que posibiliten un rol más activo y solidario del Estado en la promoción de una educación y una salud de calidad para todos, así como un sistema previsional que asegure pensiones dignas. Sin embargo no se puede desconocer que la foto del país de hoy no es la misma que la de hace más de dos décadas. Por donde se le mire, el Chile de hoy es mejor, más abierto, más inclusivo, más justo, menos pobre que el de ayer. Hoy los chilenos que viven en el exterior pueden votar con todo lo que ello significa; hoy los chilenos podemos divorciarnos cuando una relación matrimonial ha llegado a su ocaso.
Importa consignar que durante todo este período, la derecha solo ha logrado ser mayoría una vez, del 2010-14, gracias a la división de la izquierda. Hoy, por el mismo motivo, la derecha tiene ante sí la posibilidad de acceder nuevamente a encabezar el próximo gobierno. Posibilidad que está en manos de la capacidad de la izquierda para actuar unida, dado que lo más probable es que el resultado de la segunda vuelta se definirá milimétricamente.
Tener un país partido políticamente en dos mitades con mínimas diferencias electorales, fuerzan la necesidad de acuerdos y andar despacito, como se ha estado haciendo hasta ahora. Nos guste o no, como dice el dicho: no por mucho madrugar se amanece más temprano.