Texto manuscrito que Jordi Sànchez ha hecho llegar a ARA, desde Soto del Real / XAVIER BERTRAL
«No hay prisión, carcelero, cerrojo o decisión judicial que pueda, si nosotros no queremos, privarnos de ser cómo somos»
JORDI SÀNCHEZ, Soto de Real ACTUALIZADA EL 06/11/2017 20:14
Escribo desde la libertad. Sigo encerrado en una prisión, a petición de un fiscal del Estado y por orden de una juez de la Audiencia Nacional. Ni el uno ni el otro pueden privarme de aquello que no está a su alcance. Esta no es una afirmación gratuita ni vacía de sentido. La creo sinceramente. No hay prisión, carcelero, cerrojo o decisión judicial que pueda, si nosotros no queremos, privarnos de ser cómo somos, de pensar como pensamos y de amar a la gente que amamos.
Ser, pensar y amar son las expresiones más profundas de la libertad. Y a pesar de que ya llevo unos cuántos días viviendo en Soto del Real en condición de preso, continúo siendo quién era, pensando lo que pensaba y amando a quien antes amaba. La libertad es un acto de conciencia; nace y se exhibe (¡que importante es exhibir la libertad!) a partir de la determinación personal e intransferible de saberse y sentirse libre. Es mucho más que un acto o acción de movilidad ilimitada o que un espacio abierto y sin límites aparentes. La libertad no está solo en nuestras piernas, ni tampoco la podemos confundir con la vista que una ventana abierta de par en par nos ofrece desde arriba de una atalaya.
Es esa misma libertad que ahora siento la que, tiempo atrás, me hizo asumir que la orden de prisión podría llegar. Sin haber cometido ningún delito, es cierto. Pero ya sabemos que para determinadas cosas el estado español no hila muy fino. Y la libertad, tiempo atrás, me llevó a vencer el miedo y a no ser, ni pensar, ni amar diferente, y por lo tanto a seguir haciendo desde la presidencia de la ANC todo lo que estuviera a mi alcance para que, democrática y pacíficamente, mi país encontrara la libertad.
Son muchas las cosas que han pasado desde el 16 de octubre, el día que se decretó la prisión incondicional para Jordi Cuixart y para mí mismo. Por lo tanto, no tengo toda la información, ni bastante contrastada, de todas estas cosas. Pero, sí sé que el camino que seguimos continúa apuntando hacia adelante.
La partida continúa. Hemos tenido -democráticamente hablando- al Estado contra las cuerdas. Pero el Estado es fuerte, y quizás por algún error nuestro -no somos perfectos- ahora nos ha situado en unas nuevas coordenadas que quizás algunos no esperábamos tan pronto. Ahora, la próxima partida se juega el 21 de diciembre. Una convocatoria extraña, sí, pero que no tendría que incomodarnos. Quizás tendríamos que haberla jugado nosotros, tanto da. Sabemos que las urnas son el terreno de juego más favorable para demostrar que los partidarios de la República Catalana somos mayoría.
El gobierno español, Rajoy y Soraya, han sido habilidosos con la decisión de convocar tan rápidamente unas elecciones. Pero, no nos llevemos a engaño. Su habilidad no radica en su certeza de que de las urnas saldrá una victoria de los partidarios del 155. Esto no pasará, quedarán lejos de los 68 escaños y, con seguridad, muy por debajo del voto partidario de la independencia. Su habilidad ha sido desembarazarse del 155 en el mínimo tiempo posible, ante el miedo a que su implantación se convirtiera en un Vietnam particular, sin violencia pero de imposible salida.
El precio que pagarán Rajoy, Sánchez y Rivera serán los resultados favorables al independentismo en unas elecciones convocadas por ellos y con todo Europa y una parte del mundo pendiente de los resultados. Les intuyo una larga noche, de argumentos difíciles, en la que el ministro del Interior -el mismo que ha intervenido el departamento de Interior- o la vicepresidenta Soraya serán quienes tendrán que felicitar al independentismo como fuerza ganadora en estas elecciones.
Este no es mal escenario para proseguir el camino hacia nuestra libertad nacional. Nos han apaleado a las puertas de los colegios electorales, nos han arrancado unas urnas legítimas donde, a pesar de ellos, votamos 2.300.000 personas, nos han detenido, han cesado y procesado a nuestro legítimo gobierno, nos han disuelto el Parlamento y procesado a su presidenta, nos han intervenido las consejerías y a los mismos Mossos. Nos han convocado elecciones y… de nuevo, hemos ganado estas elecciones.
No es un mal final para esta partida. De verdad que no lo es. Nuestra fortaleza ha sido la gran capacidad de movilización (qué expresión tan recordada y sentida en mi interior estos días desde Soto de Real: “las calles serán siempre nuestras”) y la acción institucional desde el Parlamento, el Gobierno y los ayuntamientos.
Esta tiene que seguir siendo nuestra estrategia. No tenemos ninguna otra mejor: movilización ciudadana y representación democrática, calle e instituciones, pueblo y gobierno, convicción y diálogo. Ilusión y resiliencia.
Desde la libertad. Manos a la obra! Y gracias por tanto y tanto apoyo.
(Escrito el 30 de octubre del 2017, Soto del Real)