Por Alejandro Ochoa
«la responsabilidad de tener ojos cuando los otros los han perdido»
(Jose Saramago “Ensayo sobre la ceguera»)
Hubiéramos preferido otras formas… otros modos de hacer que el encuentro entre los venezolanos no estuviera mediado por el fanatismo, la intolerancia y el odio que se sembró y cosechó de forma atroz en algunos de forma de teas vivas… de asesinatos insensibles… de extravíos inimaginables.
Así podría comenzar la más apasionada defensa por convocar a los venezolanos a ejercer su voto en un acto que sin importar del bando en el cual se ubiquen, adjudicarán la culpa al bando contrario en un ejercicio en el cual unos, deberán contener su justificada ira por el asedio sufrido en carne, instituciones, espíritu todo. En el otro bando, es el maquillaje perverso de quien sabe que su peor derrota es no poder volver a escribir la historia a su imagen y antojo. Porque de este tamaño es el momento que se cierne sobre la patria de Bolívar, de Simón Rodríguez, de Chávez… Mejor aún, la patria que sectores casi siempre mudos han comenzado a soñar y sueñan en estos tiempos a pesar de la imposición de pesadillas e innumerables quebrantos materiales, espirituales y de convivencia.
No se trata de quebrar las lanzas por las alternativas políticas que ahora se presentan, sino preguntarse si de verdad estamos asistiendo a un acto político civilizado o a una simulación peligrosa de una paz que es inestable, insípida… injusta… A una especie de simulacro de normalidad. Porque efectivamente, aún no tenemos la paz que ahora muchos celebran como alcanzada cuando en realidad, en la intimidad de la conciencia, probablemente sepamos que somos apenas los pacientes guerreros o víctimas de un acto de crueldad humana. Nada más humano que la crueldad vestida de estrambótica inhumanidad piromaníaca y demencial y es justamente allí donde la política se abre abismal para dejar en evidencia que hay quienes han optado por la democracia no como alternativa sino como una circunstancia derivada del destino y no como la construcción consensuada entre diferentes. Tal modo de dar cuenta de este tiempo es importante para quienes van a ejercer el voto y la lectura que deberemos hacer al respecto.
Cada gobernación que se adjudique la MUD deberá ser leída como un acto de desafío a las normas de convivencia democrática y de pluralidad. Difícilmente puede inferirse de esa decisión el apoyo a un proyecto o propuesta. Puestas así las cosas, estamos en las elecciones de gobernadores dibujando la curiosa estampa de algo que se intentó con la constituyente: “Votar por la paz”.
Pero, aquel 31 de julio se debieron enfrentar demasiados miedos y colmillos demasiado largos y con sangre fresca aún en ellos. Fue una osadía que terminó siendo una página heroica ignorada por los medios de comunicación de los poderes fácticos del mundo. Ahora, después de dos meses de “paz” que en realidad ocultan la agresión sistemática contra el bolsillo, la inseguridad de saber si podremos conseguir medicinas, alimentos o transporte. Aquel proceso de votación convocaba a quien abiertamente no apoyaba la violencia, el paramilitarismo, el secuestro colectivo, la agresión constante. Las aguas se han calmado. La pregunta de fondo es: ¿Cuáles aguas?
Votar por la paz en julio era una invitación solamente a votar. Ahora, los que atentaron contra todos se atreven a postular candidatos. ¿Lo hacen convencidos de la paz como norte?. ¿De qué paz estaremos hablando? Hay quienes ven su paz como el momento en el cual el chavismo finalmente se hunda en la minoría más completa. ¿Será esa paz, una paz posible?
Lo que se construye en estos momentos en Venezuela puede ser un proceso político que abra el cauce para una nueva fuerza política que entienda que votar por la paz es tan simple y complejo como apostar por las instituciones del estado venezolano. Se erigirá así en una fuerza que conjuga a quienes quieren ser protagonistas de una democracia protagónica y co-responsable sin la necesaria conducción de los partidos políticos de estructura jerárquica y rígida. Será quizás la posibilidad histórica de que se comience a transitar lo que fue en su momento la promesa incumplida que encarnó al PSUV en su origen: un partido de movimientos sociales y políticos. La situación será inédita y ojalá pueda escapar de las fauces de los monstruos que en todas partes habitan de secuestrar el voto, la participación y el rol protagónico para que las grandes masas no tengan que molestarse por la difícil tarea de labrar su propio futuro.
En últimas instancias, si se trata de superar el rentismo petrolero y procurar un modelo productivo socialista bien deberemos recordar que el primer y fundamental producto es una sociedad que sea capaz de pensarse, de re-crearse y re-constituirse como productora de política, de sujetos políticos críticos y productivos. Sobre esa convicción, este 15-O habrá que recordar que no es sólo votar para que otros hagan. Se trata de votar para poder hacer entre todos a la paz, o a la patria, eso que Cristina Kirchner resumió poéticamente en: «la patria es el otro»… y que Martí inmortalizó en «patria es humanidad».