Por Andrés Figueroa Cornejo
Este año el gobierno determinó que el día del inicio de la invasión colonialista en contra del que luego sería el continente latinoamericano, no se conmemore el 12 de octubre sino que el lunes 9, tres días antes que en la realidad histórica. En consecuencia, el lunes 9 fue declarado feriado o asueto y el 12 será un día cualquiera.
Sin embargo, y volviéndose una sola manifestación a propósito del medio siglo desde el asesinato de Ernesto Che Guevara en Bolivia, el 9 de octubre diversas agrupaciones mapuche y no mapuche, solidarias con la causa de los pueblos indígenas, convocaron a una marcha por la arteria principal de la metrópolis chilena que logró reunir a alrededor de 10 mil personas.
Las razones de la protesta que arrancó al mediodía en el ombligo de Santiago, la Plaza Italia, de acuerdo a los propios convocantes, están en que “La represión desatada del Estado chileno sigue articulando montajes en contra de nuestras dignas Comunidades en Resistencia y contra nuestros Presos Políticos Mapuche. Hoy son más de treinta los hermanos y hermanas que enfrentan la persecución judicial tras las rejas (…) Los gobiernos de Chile y Argentina se articulan para frenar las justas reivindicaciones mapuche y nuestra histórica lucha como un solo pueblo a ambos lados de la cordillera. La mafia estatal se coordina con sus diversas instituciones para proteger las inversiones de latifundistas, empresas forestales y otras multinacionales capitalistas que explotan y depredan nuestro territorio y recursos naturales, afectando la armonía con la mapuñuke y también el futuro y derecho de nuestros hijos a crecer en nuestro Wallmapuche. La ley “antiterrorista” heredada de la dictadura de Pinochet y perfeccionada por la Concertación y Nueva mayoría sólo persigue a opositores, luchadores sociales y principalmente a Comuneros Mapuche”.
La represión
Como es costumbre en la dictadura capitalista chilena, la masiva marcha por la resistencia mapuche y de otros pueblos originarios, fue violentamente reprimida con carros lanza-aguas cuya composición contiene químicos que queman la piel y las vías respiratorias; lacrimógenas antimotines igualmente dañinas; detenciones por doquier y palizas de las Fueras Especiales de Carabineros. Al cierre de esta nota, aún se desconocía el número de personas apresadas. Lo cierto es que en su enorme mayoría se trata de jóvenes.
Si la marcha partió hacia el sector poniente de la ciudad, siempre por la Alameda, de manera compacta y pacífica, la represión policial se encargó de ir fracturando y disolviendo la protesta durante su trayectoria. La violencia uniformada impidió que se realizará el acto central de los organizadores en el bandejón de la Alameda a la altura de la estación República del metro subterráneo.
Tras la opresión
Las causas profundas del despojo territorial, el extractivismo o acumulación originaria incesante, el racismo, la expoliación y sobre explotación, entre otras maldiciones, provienen de las relaciones sociales capitalistas. Chile, históricamente, ha sido gobernado por una oligarquía dependiente de los Estados centrales del capital. Al colonialismo español, le siguió el inglés y luego el estadounidense. En las últimas décadas, el capital chino también juega un papel cada vez más relevante, posible de testear en la balanza de pagos. Mucho después viene la Unión Europea. El entramado entre los grandes grupos económicos nativos con las grandes corporaciones transnacionales y sus Estados han convertido a Chile, salvo breves períodos (como el de la Unidad Popular de Allende), en una simple y subordinada economía primario extractivista y exportadora. Las mercancías de mayor valor agregado, como las tecnologías, siempre han sido importadas, incluso como capital constante para la precaria y casi inexistente industria productiva local. De hecho, la pobre industria productiva está asociada a la exportación de las mercancías salidas directamente del extractivismo (agro, minería, pesca, entre otras), cuyos precios y movimiento están determinados por la especulación de los denominados mercados internacionales, u oligopolios planetarios.
Ocurre que la resistencia de los pueblos indígenas y del Mapuche, en particular, está ligada a una cosmogonía y desenvolvimiento que se contradice inmediatamente con la ideología de la modernidad y del liberalismo. La ficción del progreso infinito y el fetiche de la ganancia chocan con las relaciones de vida indígenas fundadas en un vínculo armonioso con la naturaleza, no destructivo. De allí la represión estatal ante las distintas formas de resistencia y lucha mapuche y de otras comunidades originarias. La acumulación capitalista de los Estados corporativos y empresariales que ordenan contradictoriamente la competencia y guerras intercapitalistas globales, no puede tolerar ni la menor insumisión ante el saqueo de las materias primas que demandan sus propios complejos productivos.
La resistencia mapuche no hace más que colocar al desnudo la crisis civilizatoria de la reproducción capitalista, su ideología o falsa conciencia. Ese combate que se inició hace más de 500 años, en la actualidad obstruye el movimiento interno del capital. Una vez más, los grandes ausentes son las y los trabajadores y sus fuerzas sociales aliadas en la guerra social entre opresores y oprimidos. La conquista de la independencia y la libertad de los pueblos indígenas en resistencia, supone la independencia de los grupos sociales subalternos chilenos, esto es, del conjunto de las opresiones. El Estado capitalista chileno tiene una dentadura implacable, y ningún grupo social por sí solo podrá echarlo abajo solitariamente.
Ya sería una gran cosa que las y los chilenos que sobreviven de la venta de su fuerza de trabajo, al menos comenzaran a luchar por el aumento del salario, como línea condensada del conjunto de derechos sociales inexistentes y por alcanzar. Y que las múltiples iniciativas de organización popular cuyo horizonte de sentido es definida como anticapitalista y socialista radical, organizaran puntos de confluencia concretos, mientras, a la vez y en la práctica, crearan las estrategias urgentes en contra de la alienación y el disciplinamiento social, enemigo principal de la llamada “toma de conciencia” de la inmensa mayoría oprimida.
Frente a la lucha por la superación de las relaciones capitalistas, las y los chilenos tienen un ejemplo precioso en la resistencia e incluso en aspectos sustantivos del proyecto de sociedad que subyace en las batallas históricas que hoy mismo ofrece el segmento social en resistencia de la liberación colectiva mapuche.
El foto-reportaje es de Dalia Chiu: