Por Tony Robinson para DiEM25.
La negativa del presidente estadounidense Donald Trump a recertificar el Tratado Nuclear con Irán pone efectivamente una bomba debajo de ella. El acuerdo fue el resultado de años de gestiones diplomáticas de la comunidad internacional para impedir que Irán desarrolle armas nucleares después de que el Organismo Internacional de Energía Atómica (OIEA) declarara a Irán en violación de sus obligaciones relativas al enriquecimiento de uranio apto para armas.
El acuerdo, que fue firmado por los Estados Unidos durante la administración Obama, fue el producto de una minuciosa diplomacia. Según el OIEA y todos los demás signatarios del acuerdo (Irán, Rusia, China, Reino Unido, Francia, Alemania y la UE), Irán está en pleno cumplimiento y el acuerdo continúa: Irán sigue siendo incapaz de producir armas nucleares y, a cambio, el mundo puede comerciar con Irán.
Trump siempre ha mostrado su disgusto por el trato. Es cierto que no era un tratado de paz; no había ninguna disposición que dijera que todas las partes del tratado tendrían que ser amigas después, y la hostilidad entre Estados Unidos e Irán ha continuado en ambas partes a través de las pruebas de Irán de misiles balísticos y la retórica de los políticos estadounidenses, mientras que tanto Israel como Arabia Saudí alientan activamente la posición antiiraní de Trump.
En este sentido, la negativa de Trump a recertificar el acuerdo, algo que entonces le da al Congreso el poder de imponer sanciones y así destruir el acuerdo, no es una sorpresa. Puede añadirse a la cada vez más larga lista de acuerdos que EE. UU. está destruyendo o amenazando bajo esta presidencia: el Acuerdo Climático de París (donde Trump ya anunció su intención de retirar a EE. UU. y poner en marcha la industria del carbón de EE. UU.), el Tratado de No Proliferación Nuclear (donde indicó que quería multiplicar por diez el stock estadounidense de armas nucleares), la Trans-Pacific Partnership (quitar a EE. UU. de este acuerdo fue una de las primeras acciones de Trump), y sin duda alguna, otros más.
Este comportamiento «bribón» debería preocuparnos a todos. Los Estados Unidos están dando la espalda al diálogo y a la diplomacia. Cada vez más demuestran, a través de su presidente, que están dispuestos a llevar al mundo a la guerra para imponer su voluntad y destruir el planeta para proteger sus industrias tóxicas. El aislamiento, la arrogancia, la ignorancia, la intolerancia, la misoginia y la xenofobia caracterizan cada vez más a este presidente bribón.
Hoy en día, el mundo necesita que todos los miembros de la comunidad internacional, más que nunca antes, entablen un diálogo como única forma de resolver los conflictos.