El encaje de Cataluña en España es un problema político; Rajoy y el rey Felipe VI se escudan en lo legal para evitar hablar de lo legítimo.
Muy antiguamente no existían leyes que rigieran las normas sociales en una comunidad; sólo había costumbres que se consideraban moralmente aceptables. En el siglo XVIII a.C., el gobernante babilónico Hammurabi decidió escribir algunas normas, partiendo de esas costumbres, en un código grabado en piedra. Así nacieron las leyes escritas. Las comunidades ya no necesitaban apoyarse en sus costumbres, porque había unas leyes explícitas escritas que regulaban las normas sociales. Pero esas leyes fueron cambiando a lo largo de la historia. Así como las primeras leyes partieron de las costumbres sociales, las nuevas leyes se fueron adaptando a los cambios que se iban dando en las costumbres; aquello que en un momento no era aceptable, en el siguiente la sociedad ya lo aceptaba y entonces se incorporaba a la ley.
Hace apenas medio siglo había pocos países en el mundo que aceptaran el divorcio. Se consideraba que un matrimonio era para toda la vida, “hasta que la muerte los separara”. No importaba si uno de los cónyuges, o ambos, sufrían en ese matrimonio, porque la ley los obligaba. Sin embargo, las costumbres cambiaron y hoy son muy pocos los países que no tienen una ley de divorcio igualitaria.
Para algunos, la relación de Cataluña con España es como un matrimonio forzado. En un momento se obligó a Cataluña a integrarse en España, y ahora se la obliga a seguir allí. Pero incluso si se aceptara que Cataluña se integró voluntariamente, ahora no se le permite decidir si quiere salir. No hay ley de divorcio que valga, lo que un día se unió ya no se puede separar; la fría letra de la ley lo impide, aunque el que un pueblo pueda decidir libremente su futuro se nos antoja como algo muy legítimo.
La ley escrita en la Constitución española dice que una comunidad autónoma no puede convocar un referéndum de autodeterminación. El gobierno catalán pidió que le traspasara esa competencia y se le dijo que no; entonces pidió que se cambiara la Constitución, y también se le dijo que no. Sin embargo, los que dicen que no, son los mismos que se escudan en esa Constitución para negar a los catalanes el derecho a decidir libremente su futuro. Es una tautología: yo digo que hay que cumplir la ley, pero también soy el que escribe la ley. En lugar de decir abiertamente “no permitiré que Cataluña vote con libertad porque no quiero” dicen “Cataluña no puede votar su futuro porque la ley lo impide”, escondiendo el hecho de que si quisieran podrían cambiar esa ley.
Hace dos días el rey Borbón habló a la nación española. Podía haber intentado legitimarse, apelando a una solución dialogada y ofreciéndose incluso como mediador. En lugar de eso eligió actuar como un pirómano, excusándose en la fría letra de la ley, sin discutir sobre su legitimidad. Si Rajoy está echando a Cataluña a empujones, el rey lo está ayudando con patadas. Un rey que es jefe de Estado por una ley absolutamente ilegítima y anacrónica se permite dictaminar sobre lo que está bien y lo que está mal. Al día siguiente Toni Soler, periodista paródico catalán, dijo que el rey actual había hecho algo muy difícil: hacer bueno a su predecesor Juan Carlos I.
De un lado, un gobierno catalán esclavo de su propia hoja de ruta, que espera que alguien le tienda un cable para buscar una solución no tan confrontativa; del otro un gobierno y un rey pirómanos que se niegan a dar cualquier alternativa. Están empujando al gobierno de Cataluña a la única acción que le queda: declarar la independencia unilateralmente. ¿Por qué lo hacen? Me niego a creer que sean tan estúpidos. Es evidente que sus acciones están haciendo que el independentismo crezca cada minuto, y un pueblo que quiere liberarse, en la Europa del siglo XXI, lo conseguirá más temprano que tarde. España puede tomar Cataluña por la fuerza, pero no tendrán ninguna legitimidad, y contarán con la resistencia de todo un pueblo unido, cuya fortaleza está en el convencimiento de la legitimidad de su reclamación.
Muchas personas se han ofrecido como mediadores, o para buscarlos, como Pablo Iglesias de Podemos o Miquel Iceta del PSC. Sin embargo, el PP, con el inestimable apoyo de Ciudadanos y el PSOE, además de la casa real, ha rechazado todas las mediaciones propuestas hasta el momento. Repito, ¿por qué lo hacen? Se atribuye al general Espartero la frase que dice: «Hay que bombardear Barcelona cada 50 años para mantenerla a raya». ¿De verdad creen que así convencerán a los catalanes de quedarse en España?
Un apunte de hoy: el PP junto con el PSOE hará una reforma legal para facilitar a las empresas que lo deseen mudar su sede social de Cataluña a otro lugar de España. Si piensan que la independencia de Cataluña es imposible, ¿por qué lo hacen…?