Esta crónica es la historia detrás de una foto: una mujer mapuche requisando a un policía. Cuando un fiscal, peritos y policías de Chubut llegaron a la comunidad mapuche Vuelta del Río después del incendio de las casas, Moira Millán no los dejó entrar con armas. En ese gesto, en la historia de Millán y su familia y en las tensiones desatadas tras la desaparición de Santiago Maldonado, se puede rastrear la relación conflictiva entre el Estado, los proyectos extractivistas y la cosmogonía indígena.

Por Adriana Meyer para Anfibia Fotos de Gustavo Zaninelli

Poco antes del mediodía del jueves 21 de septiembre el fiscal general Carlos Díaz Mayer llegó a la comunidad mapuche tehuelche de Vuelta del Río. Lo acompañaban dos peritos y un policía de la provincia de Chubut. Llegar hasta allí no es difícil, pero requiere cierta paciencia para subir. Moira Millán, weichafe de la comunidad, los detuvo. La decisión de la comunidad era no dejar pasar a policías armados. El fiscal quería peritar los restos de la casa de Marcelo Calfupan, incendiada el día anterior, e insistía en pasar con su custodio. Acordaron que entrara Díaz Mayer y dos policías, pero antes de que los hombres comenzaran a caminar sobre el territorio, Millán se plantó frente a los uniformados y los requisó para chequear que no entraran con armas de fuego.

-Fue la primera vez que se respetó la voluntad de una comunidad: no van a pasar con armas. Es algo histórico, abre la posibilidad de pensar un nuevo protocolo de seguridad entre el Estado y los pueblos originarios. Y pudimos palpar al custodio, significa la autonomía y el ejercicio del derecho indígena, en territorio indígena, que debería ser usado para todo tipo de intromisión y presencia del Estado a través de sus fuerzas de seguridad en los conflictos. Tendrían que parlamentar siempre y acordar el modo de entrar a nuestros territorios -explica Millán, una semana después, por teléfono.

Ella es una weichafe: una guerrera. El mundo mapuche tiene su propia institucionalidad. Su forma de vida es comunitaria, las decisiones se toman de manera colectiva pero algunos de los roles que les toca desempeñar –weichafe, lonko, machi, werken—no son elegidos por ellos sino por la Ñuke Mapu, la Madre Tierra.

—No hago nada individual, fue decidido colectivamente que la policía no entrara. Mayer quería pasar igual y entonces consulté y todos estuvieron de acuerdo, y lo hice. Yo como weichafe soy responsable de la seguridad de mi gente, sólo yo podía hacer lo que hice, requisar y palpar al policía. No lo podía hacer el lonko, ni la hermana que levanta ceremonia. Mi rol es el resguardo de la integridad de mi gente. En este caso fue garantizar que no entraran con armas dentro de la comunidad y entra dentro de nuestras normativas milenarias como pueblo.

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La voz de Moira Millán envió el alerta, era un mensaje urgente. “Muy urgente”, repitió con vehemencia, sin desesperación. Era casi la madrugada del miércoles 20 de septiembre, un día antes de la llegada del fiscal, los peritos y la policía. El whatsapp de Millán denunciaba que estaban quemando las casas de sus hermanos de la comunidad Vuelta del Río, que pocas horas antes habían ido a hacer la ocupación pacífica del juzgado de Esquel para que el juez Otranto renunciara a su cargo. “No sabemos si son policías o parapoliciales”, decía. Millán conducía por la ruta provincial 70 hacia el lugar y antes de quedarse sin señal rogaba que el audio se hiciera viral.

Moira Millán tiene 47 años, es mamá de cuatro hijos y vive en el campo, en la comunidad Pïlan Mahuïza, en Corcovado, provincia de Chubut, un territorio recuperado en 1999.

—Me tocó ser protagonista de esa recuperación pero después me quedé solita, con tres hijos y 29 años, enfrentando a la policía y a los que querían reducirme.

En ese momento no existía la ley 26.160, sancionada en el gobierno de Néstor Kirchner durante el conflicto contra las represas hidroeléctricas que sirvió, según dice Millán, para frenar los desalojos

—En el inicio, yo soñé con esa tierra sin conocerla. Por eso siempre asumí que fue la propia tierra la que me eligió, no fue al revés. Llegamos con mis tres hijos y apoyados por hermanos mapuches y mi familia, entramos sin romper nada y había una casa abandonada que ofició de comisaría, la reciclé y me quedé ahí resistiendo sola porque los que me apoyaron se fueron a sus propias tierras. En ese momento no había redes sociales, así que los aprietes, amenazas e invasión constante de la policía no tenía forma de denunciarlas. Fue una lucha desigual pero la fuimos ganando, con el apoyo de las comunidades de alrededor. Ahora somos cuatro familias firmes y bien asentadas.

Hoy, Pïlan Mahuïza es una comunidad sólida de donde han salido campañas contra la megaminería y las represas, al igual que la comunidad de Vuelta del Río, por lo cual sus voces tienen consenso entre los mapuches de la Patagonia.

La semana de la quema de casas, los hechos fueron encadenándose. Primero fue el barbárico procedimiento del lunes 18 a manos de 400 efectivos de fuerzas policiales especiales que irrumpieron en las comunidades mapuches de Cushamen y de Vuelta del Río, con el alegado propósito de investigar la desaparición de Santiago Maldonado. En Cushamen, los testigos del caso fueron torturados durante doce horas y los miembros del Grupo Especial de Operaciones Policiales de Chubut estuvieron a punto de fusilar a los mapuches que llegaban desde la ciudad y la montaña para saber qué había pasado, tal como denunciaron ante la justicia y como relató Julio Saquero, de la Asamblea Permanente por los Derechos Humanos (Apdh) al diario Página/12. Esa mañana no pasó nadie, ni Sergio Maldonado con su abogada, como tampoco ningún garante de la Apdh, mientras los mapuches eran fichados y acusados de terroristas, como contó la abogada Sonia Ivanoff. En Vuelta del Río también mantuvieron esposados en el piso a los miembros de esa comunidad, mientras revolvían todo y les secuestraban algunas pertenencias.

Del comunicado oficial que emitió el juzgado se desprende con claridad la intención de mostrar que fue la comunidad la que alteró la escena de la desaparición de Maldonado, además de analizar las características del terreno para desacreditar los relatos de los testigos (como por ejemplo el rango de visión entre ambas orillas del río Chubut). Asimismo, para uno de los abogados de la querella ante la CIDH (Comisión Interamericana de Derechos Humanos de la OEA), Fernando Cabaleiro, es grave que hayan secuestrado dos celulares de los mapuches porque contendrían una de las pruebas más importantes: la llamada realizada minutos después de la desaparición de Santiago, cuando uno de los “peñi” (hermano) avisó “falta el Brujo”.

Por eso, el miércoles 20 catorce mapuches tehuelches decidieron ocupar en forma pacífica el juzgado de Guido Otranto. Esa noche cuando volvían de Esquel le avisaron a Moira Millán que estaban quemando sus casas en Vuelta del Río.

—Cuando llegan había algo de llamas, no quedó nada de la casa de Marcelo Calfupan —dice Millán. Marcelo Calfupan es el vocero de la comunidad. Millán recorrió los 60 kilómetros hacia el lugar. Esa noche se quedaron haciendo vigilancia nocturna.

—No sabemos minuto a minuto qué puede llegar a suceder, no deja de sorprender tanta crueldad, y la crueldad instrumentada en política hace que aparezcan situaciones cada vez más complejas, nos quedamos en alerta por si bajaban a hacer más daño.

Esa mañana en el juzgado le habían advertido a Otranto sobre una situación irregular. En uno de los cerros de la comunidad reposa cada tanto un helicóptero. La comunidad nunca supo si pertenece o no a una fuerza de seguridad del Estado. “Creemos –le dijeron al entonces juez- que ahí han dejado un comando que recibe suministros con ese helicóptero y justamente de ese cerro se vio bajar a cuatro sujetos encapuchados a caballo que fueron los que incendiaron la casa”. Le pidieron a Otranto que hiciera algo contra ese “operativo de militarización de la comunidad”. Después de esa reunión, los mapuche hicieron saber que la respuesta que obtuvieron fue que todos los abusos y atropellos de los días previos habían obedecido a la sospecha de que la comunidad tenía algún tipo de vinculación con la desaparición forzada de Santiago Maldonado.

—¿Eso les dijo el juez?

—Sí. Y como ya habían constatado que ellos no lo tenían oculto a Santiago, y que no había ninguna prueba para incriminarlos estaban borrados de la lista de sospechosos. Entonces le pregunté si Vuelta del Río no iba a recibir ningún tipo de represalias ni allanamientos. Él respondió que efectivamente. ¿Las otras ciento y pico de comunidades sí son sospechosas?, le pregunté. Y se quedó callado.

El diálogo entre Millán y sus compañeros y Otranto ocurría cuatro días antes de que el juez fuera apartado del caso. Otranto siguió siendo interrogado por Millán, que quiso saber por qué habían actuado de esa manera. El magistrado contestó que actuaron a partir de una denuncia anónima.

—Entonces le dije: si yo mañana llamo y le digo al juez que Benetton tiene encerrado a Santiago Maldonado, ¿él obraría de la misma manera, entraría al casco de la estancia, torturaría y todo lo que hizo para después confirmar que yo mentí? Realmente es todo ridículo.

Al día siguiente, Moira, con la voz ya relajada, envío un nuevo audio de whatsapp. “Agradecemos toda la difusión de las personas de corazón honesto y solidario. Todas las mentiras del gobierno para desactivar la solidaridad se fueron cayendo, dijeron que no había una tal vivienda quemada, ahora dicen que hubo un cortocircuito, en un lugar donde no hay electricidad. Celebro que hayan apartado a este sujeto perverso Otranto, eso no soluciona todo pero es importante y reivindico haber sido parte de la acción que fue la ocupación pacífica del juzgado federal, era necesaria. Hay que articular la unidad de los pueblos originarios, la prórroga de la ley 26160 es sólo por tres meses, sólo buscan poner paño frío para desactivar los reclamos. No podemos aceptarlo. Pewkallal y Marici wew (adiós y diez veces venceremos”).

Los pueblos indígenas se pronunciaron a favor de la prórroga inmediata de la ley nacional 26.160, por la suspensión de los desalojos en sus comunidades, y exigieron que sea por cuatro años. De otro modo, expresaron en un comunicado, “se agravará la situación territorial, con un incremento de la vulneración de nuestros derechos y la profundización de los atropellos, desalojos, destierros, discriminaciones, amenazas convirtiéndose en un nuevo genocidio y etnicidio”.

Gustavo Zaninelli

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La quema de casas funciona como un lenguaje mafioso y simbólico, dice Millán. Junto con la quema de la siembra, es uno de los métodos, con larga historia, de despojo territorial y desalojo violento

—Querían evitar que la gente volviera al lugar, y la ceniza se convierte en un memorial del dolor, van instituyendo el miedo a través de un lenguaje simbólico.

Las ancianas lloraban delante del juez Otranto: las quemas les remitían a lo que habían vivido cuando eran niñas.

—Mi hija se llama Llanka, mi bisabuela se llamaba igual. Mientras los hombres habían ido a parlamentar con los soldados del Estado le quemaron la casa y ella murió bajo las llamas por salvar a mi abuela. Alcanzó a sacar a su hijita de tres meses, vuelve a sacar a sus otros cinco hijitos, se desploma el techo de la casa donde vivía y mueren todos calcinados. Solo había sobrevivido mi abuelita. Imagina cómo opera en nosotros cuando salta ese dispositivo del dolor que vuelve desde la época de la Campaña del Desierto. Hoy Macri recoge esa simbología y lo empieza a aplicar sobre las comunidades.

¿No hubo quema de casas durante los anteriores gobiernos?

—Hubo algunos episodios que fueron aislados, no vinculados a un conflicto de sistemática represión como en este caso. Pero sí hubo, en Neuquén, en Río Negro y en Chubut. En lo que va de la democracia estos hechos se sucedieron, la diferencia entre esos hechos de quemas de viviendas y lo que pasó en Vuelta del Río es que las anteriores fueron sucediendo bajo la sospecha de que fueron a manos de los parapoliciales de los terratenientes. En este caso la sospecha es que se trata del propio Estado.

Para Millán, la presión del Estado hacia las comunidades que recuperaron territorios tiene que ver con la presión que ejercen las corporaciones extractivistas.

—Hemos venido recuperando territorio en Argentina desde la década del noventa. La represión ahora adquiere ribetes más radicales y profundos porque los territorios que hemos recuperado en esa época hoy están bajo programas de megaproyectos extractivistas.

Millán explica que los gobiernos anteriores nunca resolvieron el problema, omitían los derechos de las comunidades y si avanzaban en algo lo hacían con lentitud.

—No nos escuchaban, sino no estaríamos acá. Pero la diferencia es que éste presupuestó la muerte. Jutifican ante la opinión pública toda la movilización de fuerzas. Mientras estamos hablando mis lamien (hermanos) de Vuelta del Río me cuentan que los helicópteros siguen merodeando la zona. ¿Cuánto dinero le significa al Estado argentino poner esos helicópteros sobre 30 familias mapuches, toda esa movilización de fuerzas de seguridad, de Policía Federal, del Ejército o de Gendarmería?

Para Millán y sus compañeros, la búsqueda de Santiago Maldonado terminó siendo una excusa para militarizar la zona.

—Ellos fueron pergeñando un escenario de conspiración y conflicto, no el pueblo mapuche, que sigue demandando sus derechos. Inventan un escenario de conflicto que no existía, construyen esta ficción de que hay grupos terroristas y de choque entre los mapuches para justificar este accionar. Santiago desaparece en el marco de una reivindicación territorial y de un conflicto que estaba recibiendo mucha represión, no desaparece en la ruta ni en una fiesta carioca sino dentro de territorio mapuche, luchando con los mapuches. Si se resolviera su caso, y quienes consumaron la desaparición forzada del compañero pagaran con cárcel, procesados y enjuiciados y destituidos de sus cargos, el conflicto de fondo no se resolvería.

Gustavo Zaninelli

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Ivana Huenelaf fue secuestrada durante un operativo conjunto de la policía de Chubut y la Gendarmería, el 10 de enero de 2017, cuando fue a solidarizarse con los mapuches de la Pu Lof en Resistencia de Cushamen que habían sido reprimidos. Le quebraron la muñeca y la torturaron durante su encierro en la comisaría de El Maitén, que duró varias horas. “Los vamos a desaparecer”, le decían. Santiago Maldonado no fue el primero: Iván Torres desapareció en 2003. Era mapuche. Ese mismo año desapareció Sergio Ávalos en Neuquén, Luciano González en 2009 también en Chubut, los hermanos Cristian y Genaro Calfullanca en 2013 en Cholila, Daniel Solano en 2011 en Río Negro. En 2014 en Chubut fue visto por última vez César Monsalves, de 13 años, sobrino de un testigo que incriminó a policías en la violación de un menor y fue asesinado. Su caso también está en la CIDH, organismo que condenó a Argentina en 2011 por la desaparición de Torres.

En Ivana pensó Moira Millán al momento de requisar al custodio del fiscal.

—Ivana fue humillada, manoseada y torturada por los mismos efectivos policiales que fueron ese día, y todo eso sucedió ante la mirada indiferente del fiscal Mayer. Estaba al tanto, permitió las torturas y los abusos, e incluso negó ante la prensa y los familiares que iban a buscar a Ivana que ella estaba detenida en la comisaría. Ese nivel de impunidad y el accionar repudiable de golpearla y manosearla vino a mi mente en el momento en que los vi.

A la weichafe le pareció emblemático que la policía viviera (“aunque sea un poquitito”) de lo que su lamien vivió.

—Las mujeres mapuches narramos nuestra discriminación, humillación hacia nuestro cuerpo, territorio, la opresión y el desprecio. Esta vez me toca narrar un episodio en el que recibe mi lamien en devolución la dignidad de ponerles un freno. Hasta aquí hicieron lo que quisieron, pero ya no más.

El momento en el que Millán cacheó al custodio fue registrado. Millán recibió amenazas: ella cree que temían que las fotos fueran publicadas. Le dijeron que la iban a matar, que iba a terminar “como Santiago”, y aunque supone que son policías, no piensa denunciarlo ante “esta” justicia.

—Son cobardes porque me gustaría devolverles la llamada y preguntarles dónde está Santiago.

Millán participó de la última asamblea de Ni Una Menos que se hizo en la localidad El Bolsón. Dice que el “femenicidio” indígena empeoró. Que está cansada, indignada, que se han convertido en un botín y que las mujeres que defienden el territorio son las primeras en sufrir los abusos.

-Hay centenares de mujeres originarias asesinadas, hay mucho dolor y mucha rabia y la necesidad de frenar esto. Por eso estoy con las marchas de las mujeres originarias, para hacerlo visible, para que las, mujeres argentinas despierten. No es lo mismo el femicidio que feminicido, es el genocidio sobre los cuerpos de las mujeres, organizado de manera sistemática y pensado desde el poder. Nadie habla del Estado en complicidad con las corporaciones extractivistas que salen a matar decenas de mujeres indígenas.

Gustavo Zaninelli

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Millán está a punto de publicar una novela, que editará Planeta. Dice que será la primera novelista indígena. La trama habla de la llegada del ferrocarril, cuando el pueblo mapuche se convirtió en esclavo de la construcción de la Trochita, y también del amor entre una mapuche y un independentista irlandés.

En sus charlas Moira explica que la “cosmogonía mapuche del buen vivir” es “recuperar la reciprocidad y la armonía entre los pueblos y para con la naturaleza, es el respeto para cohabitar, es un pensamiento absolutamente revolucionario porque piensa las fuerzas de la naturaleza como sujetos de derecho, que un pueblo no padezca el costo de los privilegios de otro”. También dice que el “Estado argentino homogeneizante y racista” no reconoce la plurinacionalidad originaria y que hay 36 naciones que “tienen un derecho contundente”.

En los hechos cotidianos, Millán destaca que las celebraciones de los pueblos originarios no están contempladas en el calendario: si una mujer mapuche con un empleo público quiere faltar en el Año Nuevo mapuche, su falta no está justificada.

-No es casual que la espiritualidad sea el más marginado de todos los derechos, que sigan persiguiendo a nuestras machi (sanadoras), porque quieren un modelo de mujer domesticada. Entre la mujer estereotipada y la mujer chamana obvio que van a defender a las primeras.

Las machis son autoridades espirituales y filosóficas, sanadoras de los cuerpos, para que las mapuche estén fuertes y sanas.

—Nos prefieren enfermas y mal alimentadas. A la mujer en general la prefieren anoréxica, así van matando nuestra condición de guerreras. Las machi están siendo perseguidas, jamás hubo un gobierno que celebrara un acuerdo bilateral para que la medicina mapuche de Chile pase a Argentina, sólo hubo un protocolo así con Bolivia.

—¿Santiago Maldonado compartía esta cosmogonía?

—No lo sé. Sí sé que adhería a una lucha justa, a tal punto de querer poner su cuerpo por los derechos mapuches, y en ese sentido le estoy inmensamente agradecida. Pero esa lucha seguramente se vinculaba con sus ideales, pienso que no es casual que haya sido anarquista, que históricamente han tenido simpatía por nuestras naciones sin Estado, que son horizontales y circulares. Pero no todo el movimiento indígena es igual. Nosotros no luchamos por un estado sino por un modo de vida en la tierra que interpela a los estados nación, que ya son obsoletos y en todo el mundo se los está interpelando porque están en crisis. Benetton, por ejemplo, es el señor feudal posmoderno, inversor en la represión contra mi pueblo.

Millán explica que ellos no discuten la “propiedad”. Que la propiedad es sagrada para el huinca (el invasor), pero que para los mapuche lo sagrado es la vida, los animales, el agua.

—El guanaco no concibe el alambrado, ni las aves. ¿Cómo pudimos aceptar esa locura de que alguien podía ser dueño de un lago o de una montaña o de un río? Hay que desempolvarse tanta estupidez organizada y recuperar la sabiduría que nos quitaron. Y en la práctica hay que recuperar el lago.

Para los mapuche, las montañas, lagos y ríos “tienen espíritu”.

—Nos abrazan, nos nutren y les devolvemos con muerte. El río corre y danza en nuestra comunidad, hacemos ceremonias, le cantamos, esa espiritualidad y forma de comunicación que tenemos con la tierra es muy difícil de ser entendida para quienes piensan que el ser humano está por encima. ¿Estaría de acuerdo el río y la montaña en que la defienda? La respuesta es categórica: somos los guardianes de la vida.

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