Intentar responder al título es altamente pretencioso. No obstante, hay que intentarlo, aun a sabiendas de que la respuesta será subjetiva, parcial y seguramente equivocada en muchos aspectos.
Breves antecedentes
Cuando llegué a Barcelona, en el año 1994, el independentismo era un sentimiento minoritario, representado políticamente por Esquerra Republicana de Catalunya (ERC), que en las elecciones no llegaba al 20% de apoyo. Además, entre 1993 y 1996 el Partido Socialista Obrero Español (PSOE) gobernó España con el apoyo de Convergencia i Unió (CiU), y entre 1996 y 2000 se dio la misma situación con el gobierno del Partido Popular (PP). De hecho, este partido pasó de cantar “Pujol, enano, habla castellano” a que Aznar dijera que hablaba catalán en la intimidad.
En 2003 cambia el gobierno de la Generalitat, que pasa a estar presidida por el ex-alcalde Maragall, en una coalición de izquierdas con tintes catalanistas. Desde este gobierno se impulsa la redacción de un nuevo estatuto de autonomía para Cataluña, con el acuerdo entre los principales partidos catalanes (CiU [derecha liberal], Partit Socialista de Catalunya [PSC, socialdemócratas], ERC [izquierda independentista antimonárquica] e Iniciativa per Catalunya [IC, izquierda ecologista]). Este nuevo estatuto incluía varios cambios hacia un mayor autogobierno catalán, aunque muy alejado de lo que sería un Estado independiente. En el preámbulo se indicaba que Cataluña era una nación, lo cual no tenía ningún efecto jurídico pero sí un reconocimiento nacional que no era bien visto por la mayoría del resto de España.
Este estatuto contaba con el beneplácito del gobierno de Rodríguez Zapatero (del PSOE), quien se comprometió a aprobarlo en las Cortes españolas tal como fue aprobado en el Parlament de Cataluña en 2006. Sin embargo, la presión de la derecha española, más algunos altos cargos del PSOE, hizo que el estatuto fuera recortado en su alcance, hasta que en el año 2010 el Tribunal Constitucional lo terminó de cercenar declarando inconstitucionales algunos de sus artículos y sometiendo otros a su propia interpretación. En este tiempo, el PP organizó varias campañas anticatalanas: desde recursos judiciales hasta campañas de recogida de firmas en contra del estatuto, pasando por campañas de boicot a productos catalanes como el cava.
Todo este proceso de aprobación del estatuto y posterior recorte del mismo por parte del poder español fue haciendo crecer el independentismo. De hecho se dice con frecuencia que quien más hizo por favorecer el independentismo ha sido Rajoy y su partido, más aún desde que gobierna España.
En el año 2010 cambia el gobierno en Cataluña y vuelve a gobernar CiU. Aprovechando la crisis global que ya se estaba desarrollando, y de acuerdo con la ideología neoliberal del nuevo gobierno, comenzaron fuertes recortes en el “gasto” social. Al mismo tiempo comenzaron los recortes a nivel español, los cuales se acrecentaron con la llegada al poder de Rajoy y el PP en el 2011. Mientras tanto, el entonces presidente de Cataluña, Artur Mas, intentaba hablar con Rajoy para llegar a un nuevo acuerdo de financiación para los catalanes (una reiterada queja histórica es que los catalanes aportan al erario español más dinero del que reciben vía transferencias e infraestructuras). Sin embargo, Rajoy se negó a revisar el modelo de financiación. Paralelamente, el gobierno de Mas iba perdiendo popularidad por el deterioro de la situación económica. Al principio éste se defendió echando la culpa de todo a Madrid, pero llegó un momento en que esta excusa era insuficiente. Así, el 11 de septiembre del año 2012 se organiza la primera gran manifestación masiva a favor del derecho a decidir, y Mas y su partido se suben al carro del independentismo, como maniobra para no perder el poder que ostentan. El resto es historia reciente. El 9 de noviembre de 2014 se convoca un primer referéndum, sin ningún efecto práctico y tampoco demasiado efecto simbólico. Luego se convocan nuevas elecciones, en las cuales CiU y ERC acuden en la coalición Junts pel Sí (Juntos por el Sí); aunque resultan la opción más votada, para gobernar necesitan el apoyo de la CUP (Candidatura de Unidad Popular, izquierda ‘antisistema’), quienes obligan a renunciar a Mas, y en su lugar asume como presidente de Cataluña Puigdemont. Es esta misma coalición parlamentaria la que convoca el actual referéndum del 1 de octubre, y la que permite aprobar todas las leyes catalanas necesarias.
Republicanismo
En paralelo al sentimiento independentista corre el sentimiento republicano antimonárquico. Este ya era bastante mayoritario cuando llegué hace más de 20 años, aunque había mucha gente que se decía no monárquica sino “juancarlista”. Esto quería decir que no estaban de acuerdo con la institución de la monarquía, pero reconocían la labor del entonces rey Juan Carlos I desde el inicio de su reinado. Esto coincidía con un período en que había un pacto de silencio respecto de la intimidad monárquica entre los medios de comunicación, los partidos políticos mayoritarios y los estamentos de poder. Nunca se decía ni se publicaba nada perjudicial para el rey y su entorno inmediato. Sin embargo, el “juancarlismo” ha sufrido duros golpes en los últimos años. Quizás gracias a la movilización del 15M (en 2011) ese pacto de silencio comenzó a sufrir grietas por las cuales se iban colando detalles íntimos de la vida del propio rey, y sobre todo las estafas que con su amparo fueron perpetradas por su yerno Urdangarín y su hija la infanta Cristina. Finalmente, en 2012, el rey se rompe una cadera durante una cacería de elefantes, y eso terminó de erosionar su imagen pública. La ciudadanía podría perdonar sus relaciones extramatrimoniales (como hacía su esposa) pero dedicarse a matar elefantes inocentes, en cacerías organizadas por sus amigos los dictadores árabes, era demasiado. Así como tengo dudas sobre qué opción ganaría un hipotético referéndum independentista organizado con la connivencia del estado español, no tengo dudas que un referéndum entre república y monarquía tendría un resultado abrumadoramente republicano. Este aspecto, de república versus monarquía, juega un importante papel en la situación del independentismo.
La propuesta del referéndum
Se trata de un referéndum vinculante, con una única pregunta: “¿Quiere que Cataluña sea un Estado independiente en forma de república?” y con dos respuestas posibles: “Sí” y “No”. Para considerar el resultado válido no se ha definido ningún piso de participación. Quienes lo convocan dicen que si gana el “Sí”, en 48 horas declararán la independencia de Cataluña.
Además de los convocantes, el nuevo partido Cataluña en Común, del que forma parte la alcaldesa de Barcelona Ada Colau, así como Podemos (tanto en su variante catalana como en el resto de España) apoyan la celebración del referéndum con algunos matices, como que cuente con el acuerdo con el gobierno español (o al menos con cierto reconocimiento internacional), para poderse realizar con todas las garantías democráticas. De hecho Podemos es el único partido de ámbito español que está a favor de que se haga una consulta vinculante de autodeterminación en Cataluña.
La respuesta del gobierno español
Ante el referéndum, y las infinitas propuestas de diálogo sobre el mismo que se han hecho, el gobierno español se ha negado tajantemente a hablar del tema. El argumento es muy elemental: el referéndum es ilegal porque la Constitución Española prohíbe tal convocatoria. Si bien el argumento legal es correcto, es una falacia presentar así el problema, pues se resolvería fácilmente cambiando con la Constitución. Para ello se cuenta con el [nefasto] antecedente del verano de 2011, cuando PSOE y PP, presionados por la Troika, se pusieron de acuerdo para cambiar la Constitución, obligando a pagar las deudas del Estado antes que atender las necesidades de la población. Este antecedente invalida cualquier argumentación sobre la dificultad de cambiar la Constitución.
El PP (y quienes apoyan su postura) se escuda en el argumento legal para evitar entrar en el terreno político, seguramente porque no tienen argumentos políticos para impedir el referéndum de autodeterminación.
En las últimas semanas el gobierno del PP ha profundizado la persecución judicial, llegando a absurdos como enviar a la policía a custodiar imprentas donde se sospecha que se podrían imprimir boletas para la votación, o amenazando a todos los alcaldes catalanes que apoyan el referéndum (712, que representan el 75% de los municipios de Cataluña) con procesarlos, o cerrando la página web del referéndum, para que ésta se vuelva a abrir inmediatamente en un servidor extranjero. El PP se encuentra con que, por un lado, quedaría muy mal enviar directamente a la policía a impedir la votación, pero por otro con que debe mostrar firmeza de cara a sus votantes (y los de Ciudadanos, el nuevo partido de derecha liberal creado para que sirva de reemplazo o muleta a la derecha tradicional española).
La postura de los partidos mayoritarios
PP: No está dispuesto ni a hablar del tema de la autodeterminación. Cataluña forma parte de España y punto. Incluso algunos de sus miembros creen que habría que centralizar más las competencias políticas en Madrid.
PSOE: Algunos de sus dirigentes estarían dispuestos a hacer concesiones a Cataluña, siempre dentro de España, mientras que otros son más cercanos a las posturas del PP. Como casi siempre, el partido tiene variedad (y volatilidad) de opiniones, no sólo entre sus miembros sino también las mismas personas a lo largo del tiempo.
Podemos: A favor del derecho a decidir, aunque les gustaría ampliar las competencias de Cataluña sin que se independizara de España. No tendrían problema en acordar la celebración de un referéndum, en el cual muy probablemente apoyarían la opción del “No” a la independencia. Definen a España como un Estado plurinacional.
Ciudadanos: Misma postura del PP aunque con distinto origen. Mientras el PP representa a la derecha española más rancia, heredera del franquismo, Ciudadanos es un partido que nació en Cataluña, al principio con ambigüedades ideológicas, pero claramente definido en contra del independentismo y el nacionalismo catalán.
En Cataluña:
PdeCat: Este partido es la antigua Convergencia Democrática de Cataluña con un nuevo nombre. Es el partido de Pujol, Mas y compañía, salpicado de corrupción y amiguismo por los cuatro costados. Gobernó Cataluña durante más de 20 años ininterrumpidamente, siendo nacionalistas pero no independentistas, apoyando y apoyándose con el PP y el PSOE. Desde 2012 se ha convertido al independentismo, en lo que muchos interpretan como un cambio en su discurso para evitar perder el poder e incluso desaparecer como opción política. Aunque han perdido mucho peso electoral, siguen gobernando la Generalitat, demostrando poca consistencia ideológica pero buen olfato político (hasta que se les acabe, que ya falta muy poco).
ERC: Los independentistas de toda la vida. Son quienes están mejor posicionados para gobernar en el caso de nuevas elecciones. En el 2003 apoyaron el gobierno de Maragall (PSC), eligiendo la izquierda antes que la catalanidad de CiU. Desde que los nacionalistas de Convergencia se volvieron independentistas andan con ellos, pero siempre esperando el momento para sobrepasarlos electoralmente y poder gobernar.
Catalunya en Comú: Es la esperanza de la izquierda no independentista, incluso con cierta proyección en el resto de España. Gobierna Barcelona (con apoyo del PSC) y apoya la celebración de un referéndum pero con mayores garantías. Se opone a una declaración unilateral de independencia. No hace campaña a favor del “Sí” ni del “No” en la consulta actualmente convocada aunque apoya y fomenta la movilización el 1 de octubre.
PSC: Aliados con el PSOE, actualmente tienen la misma postura de rechazar la consulta. Entre sus dirigentes históricos varios se han ido por ser más catalanistas. Hace pocos años gobernaba pero ahora es muy minoritario. En su momento apostó por un federalismo que no se entendía mucho. Comparte con el PSOE unos años de fuertes luchas internas, desde que dejaron el poder.
La postura de los medios de comunicación
La gran mayoría de los medios de comunicación grandes son de ámbito español, y todos son muy radicales en contra del referéndum. Por otro lado, tanto la televisión pública catalana, TV3, como los pocos diarios puramente catalanes no paran de hacer propaganda a favor. Ni unos ni otros muestran el menor atisbo de intentar ser menos beligerantes, aunque hay que decir que los medios catalanes no llegan a nivelar la balanza que está fuertemente volcada en contra de la consulta.
Intentar informarse por los medios de lo que pasa hoy en Cataluña es harto difícil.
El clima en la calle
Desde el fallo del Tribunal Constitucional español contrario al Estatuto de Cataluña a finales de 2010, los 11 de septiembre (día nacional de Cataluña) se han convertido en masivas movilizaciones, con variaciones organizativas cada año, pero manteniendo siempre el espíritu a favor de la libertad de decidir. Cada año se ha movilizado alrededor de un millón de personas (para una población total de unos siete millones), en un clima tranquilo, alegre y colorido. Este año también ha sido muy masiva, aunque en este caso más independentista que en años anteriores, por la proximidad con la consulta.
La inmensa mayoría de la población catalana está de acuerdo con que se celebre el referéndum, aunque el resultado no está en absoluto claro. Pero incluso entre aquellos que votarían “No” hay una mayoría que está de acuerdo en poder opinar. Quienes se oponen radicalmente a la realización del mismo forman parte de la derecha más intransigente.
Por otro lado, si uno piensa en la magnitud que podría tener la instauración de la República Independiente de Cataluña, el clima en la calle no es en absoluto de ruptura histórica ni de revolución. La población sigue viviendo el día a día, a sabiendas de que el 1 de octubre se celebra la consulta, pero sin dejarse llevar por un excesivo entusiasmo ni un excesivo rechazo. Esto habla muy bien de los catalanes, en cuanto a que no pierden la tranquilidad ni el buen trato, pero no da la sensación de que fuera una nación a punto de independizarse.
Qué puede pasar hasta el 1 de octubre
Los movimientos son cada vez más rápidos. Después de que el Parlamento de Cataluña promulgara sendas leyes a favor de la consulta y de la hipotética futura desconexión de España, éstas fueron inmediatamente inhabilitadas por el Tribunal Constitucional español; a continuación le ha seguido el inicio oficial de la campaña, en el cual se convocan actos a favor del “Sí”, mientras el gobierno español intenta movilizar a diferentes cuerpos de seguridad para declarar ilegal todo lo que huela a urna o boleta.
Hoy mismo, 15 de septiembre, el gobierno catalán, con el apoyo de la alcaldía de Barcelona, ha enviado una carta al presidente español y al rey Felipe VI en la cual invitan a un diálogo “abierto y sincero”. Esto demuestra que no todas las puertas están cerradas, aunque evidentemente se necesita mucha voluntad política para cruzarlas.
Qué puede pasar el 1 de octubre
Seguramente quienes convocan el referéndum hablarán de un éxito de participación mientras que el gobierno español dirá todo lo contrario. Personalmente, teniendo en cuenta que la participación habitual en unas elecciones no llega al 70%, considero que una participación cercana al 50% en la consulta sería una gran movilización ciudadana, sobre todo por las circunstancias en que se realiza.
Casi con seguridad ganará el “Sí”, porque muchos que votarían “No” directamente no irán a votar, mientras que otros votarán “Sí” como forma de protesta. Por tanto el resultado de esta consulta no nos aclarará acerca de cuál sería el resultado en un referéndum auténticamente vinculante. Una victoria del “No” sería una sorpresa absoluta para todos, y zanjaría el tema por muchos años, pero creo casi imposible que se produzca.
También podría ocurrir que finalmente el referéndum no se realice. Esto podría suceder por diversos motivos: porque finalmente el gobierno español se ha sentado a negociar una salida a la situación, o porque han intervenido Cataluña (en cuyo caso, lejos de solucionar nada, el problema se tornaría altamente peligroso).
Qué puede pasar después del 1 de octubre
Si hay una gran participación ciudadana (más del 50%) y gana el “Sí”, los independentistas se cargarán de argumentos para declarar la independencia. No obstante, la promesa de declararla en las siguientes 48 horas se me antoja muy optimista. Amén de que una declaración, como tal, no tendrá mayores efectos por sí sola sino que deberá ir acompañada por acciones concretas.
Si gana el “No”, sea cual sea la participación, se acabará la ruta independentista actual y se convocarán nuevas elecciones autonómicas.
Si gana el “Sí” con una participación inferior al 50% (que creo es la opción más probable) todo puede quedar igual que ahora.
En particular, entiendo que la independencia de Cataluña sólo podrá ser posible con el beneplácito del Estado español o gracias a una fuerte presión internacional que obligue al gobierno de España a negociar. En caso contrario, se tendría que hacer a la fuerza, pero Cataluña ni tiene la fuerza para imponerla (entendiendo fuerza militar/policial) ni quiere tenerla.
Este artículo se complementa con este otro, escrito más recientemente.