Entrevistamos a Pamela Jiles, quien ha dejado su trabajo en la televisión para presentarse como candidata a diputada del Partido Humanista por el Distrito 12, en las Comunas de La Florida, Puente Alto, Pirque, San José de Maipo y La Pintana, pasando a ser una de las figuras más seguidas por los medios y con mayor presencia en las redes sociales.
Pressenza: ¿Qué tiene tu figura, Pamela, que resuena tanto en la opinión pública, cómo te explicas el fenómeno mediático que suscitas?
Pamela Jiles: Eso tiene que ver con el trabajo que he hecho durante décadas en relación a uno de los vacíos históricos de la Izquierda: la comprensión de los medios de comunicación, que en Chile pertenecen sin excepciones a la Élite. Son medios de producción como cualquier otro en sus mecanismos, solo que reproductores de “cultura” en el sentido gramciano. Es decir, no es posible un proceso de transformación profunda sin apropiarnos de esos medios. La apropiación tiene una dimensión material pero, por sus características, hay también otras formas de actuar sobre sus contenidos.
En esa convicción inicié un trabajo muy solitario en televisión desde la transición. Fui la primera mujer periodista -y la única de Izquierda- en hacer periodismo de investigación dura, la primera corresponsal de guerra, la primera en hacer reportajes sobre violaciones a los derechos humanos en la televisión pública. Y por supuesto, eso tuvo costos, como el de ser arrinconada en programas de farándula justamente por mi compromiso político. Concretamente llegué a ese execrable reducto comunicacional cuando me despidieron de todas partes por ser el único rostro del “Juntos Podemos”, apoyando al candidato presidencial Tomás Hirsch, cuando el Partido Comunista -en el que milité durante treinta años- pactó con la Concertación y traicionó su compromiso expreso con los sectores populares.
En ese momento, la alternativa era ser expulsada por completo de los medios, exiliada de la tele, o abordar el rincón más desprestigiado de la industria televisiva. Y ocurre que estoy convencida de que en nuestra lucha no hay que despreciar ningún espacio de disputa ideológica. Creo además que “sin televisión no hay revolución”.
Así que, desde el año 2005 más o menos inicié una reflexión sin final sobre algo que ya intuía: es posible generar ideología desde el reflejo, desde el holograma de lo real. Me puse a estudiar para descubrir un camino inexplorado. Revisé en profundidad la Microfísica del Poder de Foucault y los conceptos de Masa y Mayorías Silenciosas de Baudrillard, especialmente interesada en la Teoría del Simulacro que propone. A mis apasionadas lecturas de Gramci y Mariátegui adosé y conjugué la categoría de “hiperrealidad” según la cual los signos mediático pueden presentarse -en determinadas condiciones- como una realidad más real que la realidad pero con mayor poder de seducción.
Con ese instrumental y sobre la base de una construcción política me transformé en un personaje demarcatorio: La Abuela, que encarnó “lo ajeno al modelo” de manera hiperreal, un sujeto contrahegemónico de alta visibilidad.
Desde el ominoso rincón de la farándula me erigí como un contra-modelo televisivo, una mujer de edad adulta donde éstas son invisibilizadas. Una mujer pensante, crítica, de las que no ponen en pantalla por ningún motivo en el atrio de la juventud y la belleza mercantil. Una pulga en el oído para el establishment pero que resulta inevitable porque conoce sus armas y sus códigos y juega con ellos. De ese modo, pude mostrar otra forma de ser ciudadano, una manera partisana de ser periodista siempre en el límite de lo aceptable, una entidad argumentativa en medio de la ramplonería de la pantalla chilena. Esta Abuela insumisa, mordaz, contracultural fue rápidamente valorada por la audiencia huérfana de representación legitima en el nivel político. Y, lo más importante de todo, mantuve una sintonía diaria con mi pueblo, con los olvidados, intentando instalar su voz y su sentir en ese espacio televisivo.
Es más, probablemente sin ese paso por la farándula no tendría hoy el reconocimiento y el cariño de la audiencia que esperan de mí que los represente y confían en que no los traicionaré.
Pressenza: ¿Desde cuándo tienes conciencia de ser un referente para mucha gente, de ser querida, seguida por las personas comunes?
Pamela Jiles: el compromiso con la justicia social es un mandato biográfico. Soy la nieta mayor de Elena Caffarena, su amiga más cercana, su discípula en política y en activismo popular. La Elena fue una de las más importantes revolucionarias de Chile, gestó un movimiento gigantesco y transversal por los derechos ciudadanos esenciales, logró el voto femenino, apoyó con toda su fuerza y recursos a Allende, jamás milito en partido alguno, fue reprimida por el poder y muchas veces menospreciada por sus propios compañeros de lucha que la consideraban “incontrolable” porque no obedecía más órdenes que las del pueblo. Sin duda tuve la mejor maestra para las
tareas de hoy.
Mis padres partieron a Cuba con una hijita recién nacida (yo) en cuanto triunfó la revolución. Los partidos de izquierda en Chile desconfiaban de los barbudos que se habían tomado el poder en la isla y demoraron una década en apoyarlos, pero mi papá consideró que debía ir de inmediato a aportar todo lo posible a esa tarea internacionalista en cuanto Fidel entró a La Habana. Allá fue miliciano, alfabetizó a prostitutas y guajiros, entregó su talento profesional como ingeniero, pasó hambre y zozobras junto con los cubanos. Mirado desde ahora, me parece muy hermoso el tremendo grado de locura que tuvieron mis padres al partir con una guagua de un mes a solidarizar con un pueblo hermano. Así que no puedo defraudar lo que ellos esperaban de mí: que viviera luchando por la justicia, por los que no tienen más que sus sueños.
Pressenza: ¿Cual es tu diagnóstico de la situación política en que se inscribe el surgimiento del Frente Amplio y esta elección presidencial y parlamentaria?
Pamela Jiles: Luchamos exponiendo nuestras vidas durante la dictadura junto a millones que salieron a las calles e hicieron todo lo que se les pidió, enormes y heroicos sacrificios, tras lo cual la Concertación se instaló sobre los cadáveres de nuestros mejores compañeros y deliberadamente hizo trizas las organizaciones de base. Los partidos obreros se convirtieron en meras agencias de empleos que reniegan de los ideales de Allende y la Gladys.
Hoy son casi diez millones de personas los que simplemente no participan de las elecciones, se sienten al margen del sistema político, olvidados por una casta traidora. Somos diez millones los que estamos llenos de rabia y estupor. En este contexto surge una alianza de fuerzas llamada Frente Amplio que debiera tener como tarea principal reencantar a esos diez millones y lograr que concurran a votar a las próximas elección. El FA podría proyectarse más allá de un mero pacto electoral si logra transformar el enojo en votos, primero, pero sobre todo generar un pacto político mínimo que le abra la posibilidad de incidir protagónicamente en el período que viene después de las elecciones de noviembre. El Frente Amplio entra a la cancha electoral en un período lleno de posibilidades para el movimiento popular, cuya experiencia acumulada en la oscuridad de estos últimos cuarenta años se está poniendo en movimiento con una fuerza asombrosa. Mientras las dirigencias de la Nueva Mayoría se subordinan crecientemente al empresariado, el descontento popular está buscando caminos originales, impensados, para abrirse paso.
Pressenza: ¿Cómo vas a orientar esa capacidad referencial desde el Parlamento? ¿De qué modo piensas legislar y cuáles proyectos serán tu prioridad?
Pamela Jiles: Me gustaría continuar lo que comenzó Laura Rodríguez. Esa extraordinaria mujer que fue diputada “de espaldas al Parlamento y de cara a la gente”. Hace veintisiete años una sola parlamentaria puso en jaque al sistema político y denunció la corrupción que carcomía a la clase política. Laura Rodríguez propuso una Ley de Responsabilidad Política que obligaba a los parlamentarios a dar cuenta pública de su gestión frente a la asamblea ciudadana, en su distrito.
Por supuesto, fue rechazada. Yo me propongo reponer y aprobar esa iniciativa de modo que los diputados y senadores deban cumplir sus promesas de campaña y no se desaparezcan de los territorios una vez que obtienen los votos.
Quemé todas mis naves por eso. Renuncié a un sueldo tan oneroso como el de un parlamentario, a una influencia social altísima a través de la televisión, a un trabajo interesante y creativo. Puse a mi familia en la incertidumbre. ¿Por qué? Porque he creído que el Frente Amplio es una posibilidad de incentivar a la gente a salir de su modorra, a abandonar los “Templos del Consumo” donde adormecen su frustración, a mirar las tremendas deudas en que están metidos, a organizarse a nivel de barrio, de Junta de Vecinos, de Colegio, de fábrica, de Universidad, volver a su condición de ciudadanos y reclamar lo que les pertenece. Creo que la meta no será -por desgracia- ganar la elección en noviembre, pero sí podemos reorganizar a los que han perdido las esperanzas y producir nuevos liderazgos. Lograr que nuestros jóvenes dirigentes asuman la tarea de la que han sido apartados sistemáticamente por la élite en cuanto no son funcionales a sus transacciones fraudulentas.
Mis propuestas prioritarias para el trabajo legislativo son:
- En primer lugar enfrentar la tragedia de los 1313 menores muertos que el Estado debía proteger con una ley de adopción acelerada y universal que entregue a la totalidad de los niños
Sename a familias idóneas. Habrá que establecer mecanismos para agilizar las susceptibilidades de adopción que -por su demora- condenan a muchos menores a vivir institucionalizados. También es necesario corregir las barreras que impiden adoptar a madres y padres solteros, a parejas homoparentales y terminar con los escollos que dan prioridad a matrimonios extranjeros por sobre las personas de nacionalidad chilena. - Establecer el salario mínimo en 400 mil pesos.
- Establecer la pensión mínima en el mismo monto y desprivatizar el sistema de jubilaciones en
consonancia con el Programa Presidencial del Frente Amplio. - Penas de cárcel efectiva para los parlamentarios corruptos.
- Metro para La Pintana, la única comuna -junto a Lo Espejo- que no está considerada en los planes de ampliación de ese sistema de transporte, en circunstancias de que es el sector con mayores problemas para el traslado y la movilidad de su población.
Pressenza: Quisiéramos también seguirte en el Distrito durante los próximos cuatro años ¿Cómo has pensado enfocarte en tu Distrito?
Pamela Jiles: En el distrito las personas dicen que tienen la fantasía de ver entrar al Congreso a La Abuela con sus plumas, a fustigar a los políticos corruptos que tanto han abusado de los chilenos más pobres e indefensos. Espero poder cumplir con ellos y encarnar sus demandas. Me gustaría que llegáramos con una bancada que incluya a valiosos dirigentes como Tomás Hirsch, Doris González, Alberto Mayol, entre otros, de manera de reforzar el trabajo realizado por Gabriel Boric, Vlado Mirosevic y Giorgio Jackson.
Los parlamentarios del Frente Amplio nos concentraremos en las propuestas que hemos comprometido con la gente: la aplicación de un impuesto a la riqueza, la transferencia del diez por ciento del cobre –que hoy se le entrega a las fuerzas armadas- hacia la educación pública, abolir la constitución pinochetista y darnos otra democrática, aprobada por plebiscito, estatizar al menos en parte los fondos de pensiones, fin del IVA a los alimentos y los libros, degradar públicamente a los oficiales y funcionarios públicos que han robado, e implementar subsidios importantes a quienes reconviertan la energía de sus hogares y fábricas a combustible renovable, entre otros aspectos.
Tengo especial interés en reponer otra propuesta de Laura Rodríguez, de enorme potencialidad democratizadora: la Iniciativa Legislativa Popular. Esta moción que presentó Laura en mayo de 1990, implicaba que cualquier ciudadano tendrá derecho a presentar proyectos de ley ante la Cámara si cuenta con respaldo de cinco por ciento del padrón electoral.
Pressenza: La posible irrupción de una bancada parlamentaria del Frente Amplio en el Congreso ya está poniendo nerviosos a los diputados actuales, ¿por qué? ¿en qué crees que radica ese temor que les tienen?
Pamela Jiles: Me parece que los sectores más lúcidos de la élite entienden el potencial transformador del Frente Amplio, por eso le temen. Saben que no negociaremos las demandas de nuestro pueblo. En pocos meses hemos levantado un tipo de trabajo político que no se ha hecho antes. Sacamos de escena la idea del proscenio y el discurso, de la verticalidad, de unos profesionales de la burocracia que nos dicen para dónde tenemos que ir y cómo vamos a votar. Los chilenos superamos la dictadura con todos los muertos y dolores que sabemos, pero lo peor estaba por venir: el deliberado intento de desmantelar el movimiento popular, de reducir a su mínima expresión la actividad ciudadana, que había sido capaz de derrotar a la dictadura pero que no tuvo ninguna participación en los veintisiete años siguientes. Ese es el mayor crimen de la Concertación y la Nueva Mayoría. Ahora ellos son la nueva clase empresarial, que negocia y se reparte la torta con la antigua oligarquía. Todo intento de revivir el movimiento popular fue apagado con amenazas, pactos, cocinas, chantajes y hasta con el plomo de las metrallas. No hay pues tarea más urgente que revivir ese movimiento, despertar a la ciudadanía para que luche por el respeto de sus derechos. Es difícil pero el Frente Amplio es una posibilidad de convertir la rabia en acciones. Poner en pie ese movimiento social cambiará las condiciones políticas del país. La gente simple ha vuelto a sentir su propia fuerza.
Una robusta Bancada del Frente Amplio en el Congreso va a revertir el proceso de degradación política. Porque hace poquito tiempo Fukuyama afirmaba que había llegado “el fin de la historia” con la victoria definitiva y eterna del mercado. Sin embargo hoy el capitalismo se cae a pedazos, quedó claro que el sistema neoliberal no servía para nada, no fue capaz de solucionar ninguno de los problemas humanos. Hoy suenan jurásicos términos como “regulación económica”, “chorreo”, “privatizaciones”, “afp”, “flexibilidad laboral”, “emprendedores”, “libre iniciativa privada”, “incentivos”. Esos son conceptos inservibles, mentirosos y superados por la historia.
La Concertación y la Derecha firmaron tratados comerciales que nos volvieron más pobres, le regalaron nuestras riquezas pesqueras a los japoneses, nuestras empresas energéticas a los españoles, nuestro cobre a los gringos. Hemos visto cómo las empresas forestales han desertificado nuestros bosques, con los pinos y los eucaliptus que se chupan toda el agua y que después viajan a China, desde donde a cambio nos llega plástico de cuarta categoría. Los barrios en que viven muchos chilenos son sitios eriazos que podrían transformarse en bellos huertos comunales, poblados por flores, árboles, chanchitos de tierra y colibríes. Bueno, hay tanto que hacer, la bancada del Frente Amplio tendrá que devolvernos nuestro país. Tendremos que educar, educar, educar, y aprender los unos de los otros. Vamos por ancho camino… y La Abuela pondrá toda el alma en esta lucha.