El gobierno de Jujuy hizo todo lo posible por no respetar la cautelar otorgada por la Comisión Interamericana de Derechos Humanos a Milagro Sala. Se cumplió la fecha máxima y la dirigente social seguía encerrada en el penal de Alto Comedero.
La justicia eligió una casa que no cumplía las condiciones mínimas de habitabilidad para que se dilatara el tiempo de aplicación de la prisión domiciliaria, que era la medida menos benigna de la cautelar. Se puso a punto la casa con el trabajo de voluntarios de diversas organizaciones.
El servicio penitenciario no cumplió la orden para el traslado de Sala, sino 72 horas después de lo dispuesto por el juez. Pero, Milagro ya está en su casa. Bueno, en su casa, no, porque la justicia dispuso que sea enviada a un edificio en las afueras de la capital que la Tupac Amaru había construido para que fuera un centro de rehabilitación para personas con problemas motrices y que había sido vandalizado durante el encierro de casi 600 días de la líder social.
Un cartel de “bienvenida Milagro” la recibió, al igual que innumerables abrazos de sus seres queridos, incluidos su esposo Raúl Noro, hijos y nietos. Una de las primeras cosas que hizo al llegar a la casa fue enviar un mensaje pidiendo la aparición con vida de Santiago Maldonado, el joven de 28 años que desde que se lo llevara gendarmería el 1 de agosto no se sabe nada de él y el gobierno lleva adelante una estrategia de encubrimiento.
La prisión domiciliaria le fue concedida a Sala ya que su vida corría peligro en prisión por el trato ultrajante que le ofrecían y las amenazas constantes de la que era objeto. Sigue incriminada en delitos que no tienen ni pies, ni cabeza, pero ahora, al menos, esperará que se realicen los juicios absurdos desde la tranquilidad de su domicilio.