Según la wikipedia, «una bifurcación se da cuando una pequeña variación en los valores de los parámetros de un sistema (parámetros de bifurcación) causa un brusco cambio «cualitativo» o topológico en su comportamiento». Dicho de manera simple, en física o matemáticas un punto de bifurcación es aquel a partir del cual no se puede predecir el comportamiento de un elemento, y es imposible volver atrás.
En el caso del conflicto entre el gobierno español y el gobierno catalán (o entre España y Cataluña, según quién mire), puede que se esté a punto de alcanzar ese punto de bifurcación, o ya se haya traspasado. Ayer, 20 de septiembre, el gobierno español decidió utilizar la fuerza para entrar en diversas consejerías (ministerios) de Cataluña, arrestando a 14 altos funcionarios de la Generalitat.
La reacción de la población fue inmediata, comenzando a manifestarse delante del Departamento de Economía en Barcelona, pero también en otras ciudades catalanas y, lo mejor, en varias ciudades de España. En este artículo se puede conocer bien lo ocurrido.
En noviembre de 2014 se organizó un primer referéndum independentista. Por ese motivo este año fueron juzgados y condenados el entonces presidente de Cataluña y dos exministras. Fue el comienzo de la avanzada judicial contra el independentismo y la actual convocatoria al referéndum del 1 de octubre próximo. Luego, hace unas semanas, comenzaron los operativos policiales para incautar papeletas electorales y carteles que llamaban a participar; ahora era la avanzada policial contra la libertad de expresión. También fue la intervención de las cuentas de la Generalitat; esta era la avanzada económica.
Todas estas manifestaciones fueron contestadas por el gobierno de Cataluña y la población de manera pacífica y con mucho humor. Ayer comenzó la avanzada policial contra las personas. Este paso despertó una indignación popular no vista antes, y puede que sea el punto de no retorno.
Hoy el gobierno español dice que está dispuesto a dialogar, e incluso ha insinuado que se podría modificar la Constitución española. Creo que estas ofertas llegan tarde y mal. A estas alturas pocos confían en la palabra del Ejecutivo español, y además el enojo es demasiado grande como para aplacarlo con tibias ofertas.
Lo que hasta hace poco se podía interpretar como el pulso entre los gobiernos español y catalán (que no los pueblos) ahora se ha convertido en un pulso entre el gobierno español y el pueblo de Cataluña. Quienes creen y dicen que Puigdemont puede detener esta escalada desconvocando el referéndum se equivocan. Ni Puigdemont ni Junqueras ni nadie más están liderando esta “rebelión” catalana, que cada vez más se va enraizando entre la gente común, mientras que los políticos intentan capitanear este barco, cuyo impulso viene de abajo.
Si algo faltaba para terminar de convencer a ese pequeño porcentaje de la población que podría decantar la balanza entre los independentistas y los contrarios a la independencia, ha sido la actuación del gobierno español ayer. Mientras los moderados se radicalizan (en sus posiciones políticas, porque la acción de la población sigue siendo modélica), muchos que pensaban quedarse en casa el 1-O ahora irán a votar, acicateados por la actitud del gobierno de España.
Hace pocos días escribí un artículo en el que decía que no percibía en la sociedad un clima pre-revolucionario o pre-independencia; hoy esta percepción mía ha cambiado. En breve veremos si efectivamente se ha cruzado una línea roja de no retorno.