He conocido a muchas personas fascinantes, pero pocas como María Cristina Orive (1931-2017).
La entrevisté en 1980, durante una de sus frecuentes visitas a Guatemala. Llegó cargando su cámara como si la entrevistada fuera yo. Su amplia sonrisa y esa energía luminosa tan propia de quien disfruta la vida fueron los primeros signos de que la conversación iría por buen camino. Me contó de todo: su vida en París, sus viajes, su corresponsalía para agencias francesas de prensa en Buenos Aires y, finalmente, la creación más importante de su carrera: la fundación, en 1973, de la editorial fotográfica de América Latina La Azotea, junto con la notable fotógrafa Sara Facio.
Cristina Orive nunca se conformó con los límites de una sociedad conservadora, rompió esquemas allí en donde los había y lo hizo con gracia y propiedad. Se rodeó siempre de personajes tan fascinantes como ella, intelectuales y artistas de renombre cuya amistad conservó durante toda la vida. Para esta mujer excepcional, los grandes desafíos fueron siempre invitaciones para emprender nuevas aventuras y en su editorial demostró cómo era capaz de superarlos. Sara Facio y Cristina se volcaron a la tarea de elevar el arte de la fotografía a la categoría que merecía en una época cuando esta actividad se consideraba apenas poco más que un simple oficio.
Las primeras obras realizadas en La Azotea demuestran el enorme trabajo de investigación y rescate efectuado por ambas, en una lista de títulos y de exposiciones de gran impacto en el ambiente cultural. Ahí figuran pioneros de la fotografía como Martín Chambi de Perú, J. J. Yas y J. D. Noriega de Guatemala, Grete Stern y Alejandro Witcomb de Argentina y luego un largo listado de nuevos valores latinoamericanos y caribeños cuyas obras eran, hasta entonces, desconocidas por el gran público.
Las cualidades humanas e intelectuales de Cristina le abrieron las puertas de un mundo tan diverso como enriquecedor. Tan definida en su pensamiento político como en su sensibilidad social, entabló amistades de todos los colores del espectro, compartiendo sus inquietudes con apertura y tolerancia, cualidades suyas que la acompañaron siempre. Así fue como en sus recorridos por Guatemala encontró las puertas abiertas para fijar en imágenes los aspectos más diversos de la cultura y las costumbres de este país. De allí nació una de sus obras, Actos de Fe en Guatemala, realizada en colaboración con Sara Facio con textos de Miguel Ángel Asturias y Manuel José Arce.
Pero no todo sobre María Cristina Orive es una historia de vida profesional. Ella fue una amiga maravillosa para quienes tuvimos el privilegio de tenerla cerca, de compartir la mesa y disfrutar largas pláticas sobre cualquier tema que nos llamara la atención. Su exquisitez no tenía parangón y eso también se reflejaba en el círculo que la rodeó durante la mayor parte de su vida. Intelectuales y grandes artistas como Sara Facio, Vera Gregg, Miguel Ángel Asturias, María Elena Walsh, Manuel José Arce y otros nombres de gran relevancia en el mundo cultural contribuyeron en gran medida a enriquecer sus experiencias y a dotarla de una visión universal del mundo, perceptible en cada una de sus obras.
Para conocer más a fondo a la Cristina fotógrafa, hay que dar una mirada a su obra, en donde reside la verdadera esencia de su pasión por su país y su gente, una fuerza siempre presente en sus imágenes. Su importante legado para la fotografía latinoamericana es una herencia cultural de enorme relevancia, por lo cual su nombre merece inscribirse en los anales de la historia cultural de Guatemala como una de sus más relevantes figuras.