Lamento decir que no me conmueve en lo más mínimo que acabe el programa DACA que beneficiaba a los “Soñadores”. Aunque de aquí en adelante puede transformarse en una ley que les permita la residencia permanente a estas personas, si en el Congreso se legista a su favor. O bien, también sean deportables como lo somos los parias.
DACA nació del río revuelto de las luchas por la Reforma Migratoria, Obama, astuto en el oficio del engaño, aprovechó el momento y les ofreció un programa que beneficiara a una minoría, apenas ochocientas mil personas, de los 30 millones que hay aquí sin documentos. Después propuso DAPA, que era otro colador que solo beneficiaba a los padres de estos “Soñadores” si tenían hijos nacidos en el país. DAPA beneficiaba a apenas a cinco millones, otros 25 quedaban fuera. (Llevan más de 20 años manteniendo la cifra de 10 millones, por embuste político). DACA fue propuesto para personas menores de 31 años que habían llegado al país siendo niñas y habían estudiado aquí.
DACA y DAPA nunca debieron ser aceptados, la lucha era por la Reforma Migratoria, era eso o nada. Y ellos aceptaron DACA como salvavidas para ellos, y no les importó dejar fuera a los jornaleros y trabajadores del campo.
Cuando anunciaron DACA así como lloraban unos pocos de felicidad, lloraban millones de tristeza, de saberse abandonados, traicionados, por esos estudiantes, migrantes como ellos, que por haber crecido en el país, se creían distintos.
Todos los que emigran tienen sueños, sin importar su edad, su condición económica, su origen, su estatus migratorio. Son personas y como personas sienten, anhelan, aman. Soñadores somos todos. No solo los que han tenido la oportunidad de estudiar en este país. Sueñan los que limpian baños de lunes a domingo, los que cortan frutas y verduras de sol a sol. Los que se pudren en fábricas. Los que se parten el lomo cortando grama, construyendo casas, puentes, edificios. Cuidando ancianos, bebés recién nacidos. Los que envían en las remesas a sus familiares en sus países de origen, su nostalgia, su melancolía, su dolor de extrañar, su cansancio, su desesperación, su agonía y sus anhelos.
Nunca estuve de acuerdo con DACA ni con DAPA, siempre he apoyado la Reforma Migratoria porque las luchas se hacen por todos. Este país lo sostienen los migrantes que trabajan en la mano de obra barata. Es decir, los parias. La razón para no dar una Reforma Migratoria es la pérdida millonaria que tendrán las grandes empresas que contratan mano de obra barata, donde no pagan beneficios laborales. Eso es todo el pero para la Reforma. No tiene nada que ver con valores, con racismo, con leyes ni con patria. Tiene que ver con dinero y con injusticia.
Entiendo la cólera y el dolor que han de estar sintiendo en este momento los “Soñadores” yo lo he visto en las personas mayores de 70 años que trabajan tres turnos al día de lunes a domingo, sin derechos laborales ni humanos, por que un grupo aceptó DACA y dejó fuera la Reforma Migratoria que beneficiaba a los parias.
Estos “Soñadores” que salieron de las sombras y de pronto se elevaron a las alturas y se quedaron levitando en nombre de DACA, hoy aterrizaron en el mismo suelo donde deambulan los parias, sin derechos y sin recursos.
De cualquier forma, si DACA se llegara a convertir en ley o no, es tiempo que estos “Soñadores” se unan a los parias, al corazón y la sangre hirviente de los millones de indocumentados que se quedaron fuera. Es hora de unirse a los parias e ir todos por la Reforma Migratoria. Si hablamos de humanismo, sabemos muy bien qué es lo que deben hacer. Derechos para todos, sin doble juego. Reforma Migratoria o nada.
Es ahora que esa cólera, que ese dolor, lo conviertan en fuerza, para tomarse de la mano, para ir hombro con hombro, parias y estudiados, migrantes todos, indocumentados, en busca de la Reforma Migratoria. Que esto les sirva como lección, de identidad y humanidad. No se logran beneficios sobre el dolor de otros. Es ley de vida.