Por Daniel Cruz, miembro del DSC Barcelona.
Las desgracias, como reza el dicho, nunca vienen solas. Y siempre son malas. No hay ninguna buena excusa que las justifique, pero a pesar de ello siempre podemos encontrar alguien que saque provecho de cualquier situación, incluso de una desgracia tan trágica como un atentado. Barcelona, que sufrió ayer por la tarde uno de los temidos atentados que se han venido propagando como la pólvora por varias ciudades europeas, y donde la mera muerte de personas inocentes en las que su único delito es pasear por la calle más popular de la ciudad ya es, en principio, la peor desgracia posible, un día más vemos como algunos individuos se empeñan en ser capaces de empeorarlo.
Para empezar, en el minuto uno del atentado no han faltado comentarios que acusaban a los Mossos d’Esquadra de tuitear en castellano. Protesta, por otro lado, totalmente inútil debido a que en todo momento el cuerpo de policía catalán, en un esfuerzo por hacerse entender, se ha comunicado vía twitter en cuatro lenguas de forma simultánea; más tarde, se han sumado personajes como Alfonso Rojo y Hermann Tertsch usando etiquetas como #StopIslam e incitando al odio hacia toda la comunidad musulmana, actos no solo deplorables e impresentables para cualquiera, sino totalmente execrables en periodistas que cuentan con miles de seguidores en las redes sociaels donde impunemente dan rienda suelta a su bilis. Evidentemente, no se molestan en seguir la serie de recomendaciones que propone el Col·legi de Periodistes de Catalunya sobre cobertura informativa de actos terroristas. A todo esto, han llegado otros mensajes que han añadido más leña a un fuego ya de por sí desbocado, que han llegado a relacionar este atropello masivo con las recientes protestas en la ciudad condal en contra del turismo. El mayor problema de este comentario no solo ha sido el mensaje propiamente -que también- sino el mensajero y el autor. Lluís Bassets, director de la edición catalana del diario El País, ha puesto en la misma cuerda en su análisis a “las expresiones y pintadas que designan a los turistas como terroristas” y el ”eco siniestro en el atentado de ayer”. Juzguen ustedes mismos.
Hoy nos tenemos que sentir, a la fuerza, más cercanos de aquellos refugiados que huyen de sus hogares con lo puesto. Pongámonos en la situación de que lo ocurrido esta tarde en las puertas de nuestras casas fuese el pan de cada día; que mañana sí, tarde también, el ambiente habitual en la calle fuera el de sirenas y ambulancias de arriba a abajo; que los helicopteros no nos molestaran solo una noche de verano, sino que fuera el zumbido normal al asomarse por la ventana a cualquier hora. Los refugiados son víctimas del mismo terrorismo que ayer atacó Barcelona. Permitidme una anécdota: vengo de Grecia, donde el campo de refugiados donde colaboraba, Lesvos Solidarity, se encontraba a unos metros del aeropuerto de la capital de la isla. Las personas soliticantes de asilo me contaban que las primeras noches allí les resultaban traumáticas porque el sonido de los aviones volando cerca no les traía buenos recuerdos. No me había parado a pensar nunca en ese hecho. Solo de imaginarlo, me producía un escalofrío. Darte cuenta, en días y noches como los de hoy que, al fin y al cabo, no estamos tan lejos, me deja del todo petrificado.
La implacabilidad contra la lucha terrorista tiene que llevarse a cabo en todos los frentes, y no nos puede hacer reaccionar solo cuando: 1) pase en la puerta de casa; 2) ya haya pasado. Se debe de prevenir y explicar qué y, sobretodo, porqué ha pasado. Estamos mucho más cerca de los immigrantes, solicitantes de asilo y refugiados que vemos en las noticias de lo que nos pensamos, y en estos momentos les estamos dando la espalda. Esperemos que esta serie de desgracias traigan, con todo el sufrimiento y dolor que conllevan, una lección. Y abramos bien los brazos para acoger a los que huyen como cualquiera de nosotros huriría.
Hoy más que nunca tenemos que gritar, y exigir, todos juntos #VolemAcollir, #QueremosAcoger; #WelcomeRefugees.