En Estados Unidos tenemos dos presidentes: el “verdadero Donald Trump” y el “Trump del teleprompter”. El verdadero Trump dice –y tuitea– lo que se le pasa por la mente. El del teleprompter lee desde una pantalla discursos que le preparan. Su voz suena forzada al leerlos, de forma tal que algunas personas comparan estos discursos con el video de un rehén. Las dos versiones de Trump han estado en plena exhibición últimamente, tanto en las declaraciones en las que afirmó la equivalencia moral entre los neonazis y los activistas antifascistas que se congregaron para oponerse a ellos, como en sus ataques a los medios de comunicación y las amenazas con cerrar el gobierno si no se construye su muro fronterizo.
Sin embargo, fue el anuncio que hizo en su discurso del lunes pasado, en el que el presidente Trump prometió que la guerra en Afganistán –la más larga en la historia estadounidense– iba a continuar, lo que podría ser lo más atemorizante de todo, asegurando más sufrimiento y muertes tanto para los soldados estadounidenses como para los civiles afganos.
Matthew Hoh, veterano de guerra, ex comandante de la Armada que luchó en Irak, dijo sobre el anuncio en una entrevista para Democracy Now!: “Fue una vil y desagradable demagogia basada en el miedo. Por supuesto, me entristece mucho que no hubiera nada en ese discurso más allá de la perspectiva de más muertes”.
Luego de combatir en Irak, Hoh trabajó en el Departamento de Estado estadounidense en Afganistán, cargo al que renunció en 2009. En su carta de renuncia de cuatro páginas, Hoh escribió: “No veo el valor ni el sentido de las continuas bajas de tropas estadounidenses ni de los gastos de recursos en apoyo al gobierno afgano en lo que, en realidad, es una guerra civil que lleva 35 años en curso… No creo que ninguna fuerza militar haya estado a cargo de una misión tan compleja, opaca y hercúlea como la que ha recibido el Ejército estadounidense en Afganistán”.
Donald Trump sostuvo durante mucho tiempo que Estados Unidos debería retirarse de Afganistán. En octubre de 2011, tuiteó: “Es hora de irse de Afganistán. Estamos construyendo carreteras y escuelas para gente que nos odia. No contempla nuestros intereses nacionales”. En enero de 2013, en una rara coincidencia de opinión con el entonces presidente Barack Obama, tuiteó: “Estoy de acuerdo con el presidente Obama en torno a Afganistán. Debemos hacer una rápida retirada. Para qué seguir desperdiciando nuestro dinero… ¡a reconstruir Estados Unidos!”. Más adelante, en las elecciones presidenciales de 2016, obtuvo la mayoría de los delegados del Colegio Electoral y, a pesar de perder el voto popular nacional por tres millones de votos, se convirtió en presidente del país.
El lunes, en un discurso en la base militar Fort Myer, justo al lado del Cementerio Nacional de Arlington, el Trump del teleprompter dijo: “Poco después de asumir la presidencia, instruí al secretario de Defensa Mattis y a mi equipo de seguridad nacional para que emprendieran una revisión exhaustiva de todas las opciones estratégicas en Afganistán y el sur de Asia”. El círculo íntimo de Trump en la Casa Blanca se ha reducido a sus familiares y sus generales: el general John Kelly, jefe de Gabinete; el general James “Perro Loco” Mattis, secretario de Defensa y el teniente general H.R. McMaster, asesor de seguridad nacional. Después de una reunión en Camp David con estos generales y otros asesores militares, Trump anunció en su discurso de Fort Myer su compromiso de enviar miles de tropas más y de destinar decenas de miles de millones de dólares de los impuestos de los ciudadanos para la guerra en Afganistán.
Kathy Kelly, tal como Matthew Hoh, tiene una amplia experiencia en Afganistán. Como activista por la paz del grupo “Voces por la No-violencia Creativa” fue nominada en dos ocasiones para el Premio Nobel de la Paz. Ella está de acuerdo con Hoh respecto a que el gobierno de Afganistán, que cuenta con el respaldo de Estados Unidos, se ha venido abajo y no está ofreciendo ninguna seguridad contra los diversos caudillos de la guerra afganos.
En una entrevista para Democracy Now!, Kelly explicó: “Estados Unidos es uno más de los varios caudillos militares del país en este momento. Sin duda es el que está más armado y el que tiene mayor acceso a fondos, pero Estados Unidos no ha favorecido ningún tipo de gobierno que haya sido conveniente para el pueblo de Afganistán”.
El periódico The New York Times informó recientemente que el presidente Trump está siendo informalmente asesorado sobre Afganistán por el multimillonario inversionista Stephen Feinberg, propietario de la empresa contratista militar DynCorp, y que Trump podría estar procurando el control por parte de Estados Unidos de la riqueza mineral aún sin explotar de Afganistán, que se estima que tiene un valor de un billón de dólares. Kathy Kelly responde al respecto: “Afganistán es un país que necesita poder alimentar a su pueblo, no enviarlo a mazmorras y minas para trabajar como siervos. Para restaurar la infraestructura agrícola se debería volver a sembrar los huertos, limpiar los sistemas de riego, reponer los rebaños. Se necesitaría desvincular a la gente del comercio del opio. Esas son cosas que se podrían hacer”.
El presidente Trump debería reunirse un fin de semana en Camp David con activistas por la paz, así como con civiles afganos, que conocen su país y su sufrimiento mejor que nadie. No obstante, si tenemos en cuenta lo que hemos aprendido sobre Donald Trump en los primeros siete meses de su presidencia –ya sea sobre el verdadero Trump o el hombre del teleprompter– podemos asumir que ese tipo de reunión no está en el guion.