El viernes 28 de julio, el Presidente Donald Trump pronunció un discurso ante una platea colmada de oficiales de policía en Long Island, Nueva York, y envió un mensaje preocupante al país. Vale la pena citar las palabras de Trump en su totalidad, dado que se trata de una apología explícita de la violencia policial:

“Cuando uno ve cómo meten a estos rufianes en la parte trasera de una camioneta policial, uno solo quiere ver que los meten ahí, con rudeza. Yo les digo, por favor, no los traten tan bien. ¿Vieron cuando ustedes meten a alguien en la patrulla y le protegen la cabeza poniendo la mano encima? Esa persona acaba de matar a alguien y ustedes no quieren que se golpee la cabeza. Yo les digo: pueden quitar la mano, ¿está bien?”.

El comentario suscitó risas y aplausos en la platea, pero fue seguido del fuerte rechazo de departamentos de policía y organizaciones de todo el país. El Departamento de Policía de Gainesville, Florida, tuiteó: “El Presidente de Estados Unidos realizó comentarios hoy que defendían y justificaban la violencia policial. El Departamento de Policía de Gainesville rechaza estos comentarios y sigue desempeñando su labor con respeto”. Por su parte, el Departamento de Policía del condado de Suffolk, en Long Island, declaró: “Como departamento no toleramos ni toleraremos el maltrato de detenidos”. La Asociación Internacional de Jefes de Policía y los departamentos de policía de las ciudades más importantes de Estados Unidos realizaron declaraciones similares. Hasta el director interino de la Administración de Control de Drogas (DEA, por sus siglas en inglés), Chuck Rosenberg, le aclaró al personal del organismo en un memorando interno que “Trump aprueba la mala conducta policial con respecto al trato de personas detenidas por las fuerzas del orden…pero nosotros tenemos la obligación de hablar cuando algo está mal”.

La secretaria de prensa de la Casa Blanca, Sarah Huckabee Sanders, intentó más tarde afirmar que Trump estaba bromeando: “Creo que lo dijo en broma”. Las palabras importan, y la defensa del Presidente de la violencia policial da vía libre a las personas para que cometan actos de violencia. Los miembros de la sociedad entregamos a la policía el poder de matar. El abuso de ese poder policial se ha convertido en un problema grave en Estados Unidos, desde el asesinato policial de Michael Brown en Ferguson, Missouri, hace tres años, hasta el arresto y la muerte de Freddie Gray mientras estaba en custodia de la policía de Baltimore y así muchos casos más. Cada año hay más de 1.000 muertos por violencia policial en Estados Unidos.

Gran parte del discurso de Trump en Long Island se centró en el Departamento de Seguridad Nacional y dos de sus principales organismos: el Servicio de Inmigración y Control de Aduanas (ICE, por sus siglas en inglés) y la Oficina de Aduanas y Protección Fronteriza (CBP, por sus siglas en inglés). Sean Spicer dijo cuando aún era secretario de prensa de Trump: “El Presidente quería quitarles las trabas a los funcionarios de estos organismos”. El día del discurso, Trump ascendió a su secretario de seguridad nacional, el General John Kelly, al cargo de jefe de gabinete de la Casa Blanca.

La muerte del joven de 16 años Cruz Marcelino Velázquez Acevedo es un trágico ejemplo del motivo por el cual estos organismos necesitan “trabas” o, al menos, normas de estricto cumplimiento relativas a la conducta profesional y la rendición de cuentas de sus funcionarios. El 18 de noviembre de 2013 (durante el Gobierno de Obama), Velázquez intentó ingresar a Estados Unidos desde Tijuana, México, a través del puerto oficial de entrada. Fue detenido y luego interrogado por dos oficiales de la CBP, Valerie Baird y Adrian Parellon. Velázquez tenía dos botellas de líquido color ámbar en su bolso. Llevaba metanfetamina concentrada a uno de los cárteles de drogas mexicanos. Su hermana cree que el cártel amenazó con matarla a ella y a otros de sus familiares si se negaba a llevar las drogas.

Al ser interrogado, el adolescente dijo que el líquido era jugo de manzana. Los dos agentes se rieron y, según se informó, le dijeron que bebiera el líquido para demostrarlo. El adolescente lo hizo. Bebió cuatro sorbos, que más tarde se informó que es 100 veces más de la dosis mortal de la metanfetamina. Comenzó a tener convulsiones frente a ellos y a las dos horas murió.

“En lugar de someter el líquido a una prueba, que es lo que el protocolo exige (tienen un kit de prueba a disposición) decidieron gastarle una broma al joven”, dijo el periodista de investigación John Carlos Frey en el programa DemocracyNow!. Frey recientemente difundió el video tomado por las cámaras de vigilancia de la CBP en el programa “20/20” de ABC News. Los agentes Baird y Parellon no fueron amonestados ni suspendidos por su conducta, que le costó la vida al joven. El Gobierno de Estados Unidos recientemente llegó a un acuerdo en una demanda civil mediante el cual pagará 1 millón de dólares a los familiares del joven, pero no reconoció que se hubiera cometido una infracción.

Con respecto a los planes de Trump de contratar a 15.000 agentes más en el ICE y la CBP, Frey afirmó: “Estamos aumentando el tamaño de nuestras fuerzas policiales en la frontera y prácticamente no hay supervisión y la estructura de amonestaciones es muy débil”. La Unión Estadounidense por las Libertades Civiles y el Consejo Estadounidense de Inmigración están exhortando a que haya una mayor supervisión de los agentes del Departamento de Seguridad Nacional y a hacer obligatorio el uso de cámaras corporales sean obligatorias para que los agentes filmen todas sus interacciones.

La exhortación de Donald Trump a la brutalidad policial no fue su primera incitación pública a la violencia. En muchas ocasiones alentó a la multitud a que atacara a manifestantes y periodistas. Las incitaciones de Trump a la violencia no son una broma. Todo el espectro político debería exigir que ponga fin a su discurso de violencia.


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