Por Marcela Latorre.
La calidad es un concepto empresarial, para medir productos: envases, frascos, cajas, envoltorios, en fin, cosas, objetos. El ser humano no es externalidad, tiene una profundidad interna que no ha ido a conocer, por ende mira sólo en esa dimensión a los demás.
Entonces, un término tan alejado de lo humano como “calidad”, está siendo difundido como uno de los valores centrales de lo que hoy se exige en el ámbito de la educación, nadie habla de humanidad, nadie habla de poner en el centro al ser humano, ya que el objetivo de la educación de hoy, son los resultados, que el estudiante logre ser “alguien”.
¿Qué es ser alguien? Es ser un profesional, pero no sólo un profesional, sino que además con magister y ojalá doctorado, todo pagado, por su puesto.
Pero estamos lejos de hacer la reflexión de que el sentido de la educación podría ser, por ejemplo, habilitar a las personas para que vayan descubriendo cuáles son sus mejores aspiraciones, conectando con su proyecto, develando su sentido de vida.
Por todo lo anterior, vivimos desconectados de nosotros mismos, mirándonos como objetos que tenemos que demostrar que valemos “algo” para otros, así mismo miramos a los demás como homo objetus, cosas que deben hacer algo para mí.
En palabras de Silo, pensador latinoamericano, “En tanto registre del otro su presencia «natural», el otro no pasará de ser una presencia objetal, o particularmente animal. En tanto esté anestesiado para percibir el horizonte temporal del otro, el otro no tendrá sentido más que en cuanto para-mí. La naturaleza del otro será un para-mí. Pero al construir al otro en un para-mí, me constituyo y me alieno en mi propio para-sí. Quiero decir: «Yo soy para-mí» y con esto cierro mi horizonte de transformación. Quien cosifica se cosifica, y con ello cierra su horizonte”.
Entonces estamos en el mundo de los objetos, desde ahí podemos comprender porqué todo se vende, porqué las condiciones básicas son para algunos y no para todos, porqué la educación produce objetos de buena calidad, porqué hay individualismo, consumismo, violencia.
¿Cómo sería avanzar desde la situación de ser considerados objetos para ser realmente seres humanos? Dejando de mirar sólo la externalidad y comenzando a percibir nuestros registros, nuestras experiencias internas, nuestras necesidades profundas, nuestra misión.
En este camino de humanizarnos, la educación es fundamental, es la que puede habilitarnos, abrirnos la puerta, entregarnos herramientas para desarrollarnos de manera integral y lograr hacer nuestros aportes al mundo, ese mundo donde caben todos los seres humanos y no solamente los objetos que sirven o no sirven.
Por último, al tomar contacto con nuestro mundo interno podemos encontrarnos con el amor profundo, ese amor que se expresa en bondad, cariño, dejar ser al otro, admirar y valorar a los seres que están cerca, ese amor es el que permitiría alejar el sufrimiento, la violencia, las enfermedades de la edad del Homo Objetus. Ya nuestra poetiza Gabriela Mistral le decía a los maestros: … “Ama. Si no puedes amar mucho, no enseñes a niños”…