Imaginen un mundo donde 1.000 millones de personas sufren el impacto del cambio climático, desde sequías y/o inundaciones, pasando por eventos climáticos extremos, la destrucción de los recursos naturales, como tierras, suelos y agua, hasta las condiciones de vida severas y las hambrunas.
No se basa en proyecciones científicas firmes, pero la velocidad probada con la que avanza el cambio climático indica que esa podría ser la situación en 2050. De concretarse, uno de cada nueve seres humanos estaría entonces desplazado.
En la actualidad, las proyecciones varían entre 25 millones y 1.000 millones de migrantes climáticos para 2050, desplazándose dentro de sus países o cruzando fronteras, de forma permanente o temporal, siendo 200 millones la estimación más consensuada, según un estudio realizado por el Instituto para la Seguridad Humana y Ambiental de la Universidad de las Naciones Unidas
“Ese número equivale a la estimación actual de migrantes internacionales en todo el mundo”, precisa.
Otras fuentes especializadas estiman que “hay una persona desplazada por segundo por un desastre” climático. El Consejo Noruego para Refugiados, con sede en Oslo, informó que solo en 2015, más de 19,2 millones de personas huyeron de desastres en 113 países.
De hecho, “los desastres desplazan de tres a 10 veces más personas que conflictos y guerras”, indicó.
Una persona desplazada por segundo
El cambio climático probablemente implique peligros naturales más frecuentes y severos. El impacto será grande, alerta la organización humanitaria que ofrece asistencia y ayuda a las personas obligadas a desplazarse.
“En promedio, 26 millones de personas se desplazan todos los años por desastres como inundaciones y tormentas, eso es una persona por segundo”
Por su parte, la Organización Internacional de las Migraciones (OIM) también pronostica que habrá 200 millones de migrantes ambientales en 2050, moviéndose dentro de sus países o cruzando fronteras. Muchos de ellos serán poblaciones costeras.
El director general de la OIM, William Lacy, dijo a IPS que las crisis políticas y los desastres naturales son las principales causas de los desplazamientos en la actualidad.
“Nunca tuvimos tantas emergencias humanitarias complejas en simultáneo, de África occidental hasta Asia, con pocos lugares en el medio que no tienen problemas”, observó.
“Tenemos actualmente 40 millones de personas desplazadas por la fuerza y 20 millones de refugiados, el mayor número de personas desarraigadas desde la Segunda Guerra Mundial (1939-1945)”, precisó.
Sequías, desertificación
Otra alerta procede de la Convención de las Naciones Unidas para la Lucha contra la Desertificación (UNCCD, en inglés), que estima que unas 135 millones de personas podrían estar desplazadas en 2045 por ese problema.
Hasta 12 millones de hectáreas fértiles se tornan improductivas cada año solo por la desertificación y la sequía, una oportunidad que se pierde de producir 20 millones de toneladas de granos, añadió la secretaría de la convención, con sede en Bonn.
Mientras, el aumento de las sequías e inundaciones repentinas, que son más fuertes, más frecuentes y generalizadas destruye la tierra, la mayor reserva de agua dulce, según la UNCCD.
“Las sequías matan más personas que cualquier otra catástrofe climática, y cada vez hay más conflictos comunitarios que surgen por la escasez. Más de 1.000 millones de personas no tienen acceso al agua potable y la demanda aumentará 30 por ciento para 2030, precisa.”
Por otro lado, concretar la energía sostenible para todos es uno de los mayores desafíos en materia de desarrollo del siglo XXI, subraya.
“Las investigaciones sugieren que 1.400 millones de personas, más de 20 por ciento de la población mundial, carecen de electricidad, y que por lo menos 2.700 millones, alrededor de 40 por ciento de todos los habitantes de la Tierra dependen del tradicional uso de la biomasa para cocinar”, añade
En breve, la tierra, el agua y la energía son recursos que son pilares para nuestra supervivencia y para el desarrollo sostenible.
Ellos “permanecen o caen juntos. Para ser sostenibles, y en particular para llegar a las poblaciones rurales pobres, necesitamos mejorar el suministro, el acceso y la seguridad de esos tres pilares, al mismo tiempo que respaldamos ambiciones climáticas globales”, añade.
Migraciones, seguridad nacional
Basándose en el estudio “Del conflicto a la construcción de paz. El papel de los recursos naturales y el ambiente”, realizado por el Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente en 2009, la UNCCD recuerda que 40 por ciento de los conflictos internos en los últimos 60 años se relacionan con el control y la asignación de recursos naturales.
“La exposición de cada vez más personas a la escasez de agua y el hambre facilita el fracaso de estados frágiles y conflictos regionales. Los grupos no estatales se aprovechan cada vez más de los grandes flujos migratorios y de las tierras abandonadas”, precisa.
Cuando los bienes naturales, como la tierra, están mal gestionados, alerta la UNCCD, la violencia puede convertirse en el principal medio de control de los recursos para quitar los bienes naturales de las manos del gobierno legítimo.
Mientras, el número de migrantes internacionales aumenta.
Según el informe sobre migraciones internacionales, de 2015, el número de migrantes aumentó con rapidez en los últimos 15 años, llegando a 244 millones de personas en 2015, por encima de las 222 millones de 2010 y de las 173 millones de 2000.
La pérdida de tierras cultivables lleva a las personas a tomar decisiones arriesgadas, alertó la UNCCD. En las áreas rurales, donde la gente depende de tierras productivas escasas, la degradación del suelo es la principal responsable de la emigración.
África es particularmente susceptible pues más de 90 por ciento de su economía depende de recursos naturales sensibles a los vaivenes climáticos, como la agricultura de subsistencia que necesita de la lluvia.
“A menos que cambiemos la forma de gestionar la tierra, en los próximos 30 años podríamos dejar a 1.000 millones personas pobres o más sin más opción que pelear o huir”, añade,
Traducido por Verónica Firme.