Hace unos días dimos la buena nueva de la liberación de «Josué», un niño de tres años, desde el «Centro Residencial» (de hecho un centro de detención para las familias inmigrantes) en Berks, Pensilvania, EE.UU.
En ese centro, recluido junto con su madre Teresa durante 16 meses, «Josué» había pasado poco más de la mitad de su vida y había aprendido allí a gatear, luego a caminar y hablar.
El 16 de agosto, también de Berks y luego de 23 meses, también se dio a conocer que fue liberado «Antonio», de ocho años, junto con su madre Marlene, de 24 años.
Las dos madres y dos niños habían huido de Honduras (país de América Central, que, junto con El Salvador y Guatemala, cuenta con niveles récord de violencia) después de repetidas amenazas de asalto sexual y secuestro. Habiendo entrado en los Estados Unidos en busca de asilo político, fueron llevados a Berks.
Amnistía Internacional USA sigue pidiendo que se ponga fin a la detención de niños y sus padres migrantes recluidos en Berks y otros dos centros similares en el país. Sólo en Berks todavía hay docenas de familias en estas condiciones, y tres de esas familias han estado allí durante más de 600 días.