Finalmente, parece que Carolina Goic estará en la papeleta presidencial de las elecciones chilenas a la primera vuelta, en representación de la Democracia Cristiana (DC). Luego de una Junta Nacional para el olvido, Carolina se vio forzada a reflexionar en torno a la continuidad de su candidatura. No era para menos, dado que ella había planteado con mucha claridad el sello que caracterizaría a su candidatura respecto de otras, y que distinguiría a un eventual gobierno futuro que encabezara. Un sello centrado en elevar los estándares éticos políticos en todos los planos.
Lo resuelto por la Junta Nacional de su partido, en orden a aprobar en bloque las candidaturas parlamentarias presentadas, era incompatible con las banderas levantadas por Carolina. De allí una crisis porque se venía abajo todo un castillo construido a partir de lo decidido en su momento por la DC: desechar las primarias y llevar a su candidata a primera vuelta. Una decisión compleja, pero que refleja el ánimo imperante en sus filas y las crecientes dificultades en las relaciones con quienes han sido sus aliados durante ya más de un cuarto de siglo.
Por ello el gran impacto, mucho más allá de la Democracia Cristiana, que se generó al abrirse la posibilidad de una eventual bajada de Goic. La DC quedaba en la estocada, a mal traer, sin candidatura propia, o levantando una a última hora.
La decisión de Carolina habla bien de ella. Las encuestas no la han favorecido hasta la fecha, y por lo mismo, lo más fácil era largar la esponja, decir «esto no va más». Era la oportunidad para zafar. Motivos tenía de sobra. Pero no, resolvió seguir en la pelea contra viento y marea. Como bien dijera la candidata del Frente Amplio (FA), Beatriz Sanchez, ella fue valiente al resolver continuar con su candidatura.
Es una decisión que le hace bien al país, a la Nueva Mayoría, a la Democracia Cristiana. Representa una voz que no se observa en las otras candidaturas presidenciales. Desde que se dio a conocer como abanderada de la DC han llamado la atención su capacidad reflexiva, sus ideas dotadas de profundo significado las que dan cuenta de una mujer con convicciones sólidas.
Su moderación en un contexto que tiende a la polarización puede hacer la diferencia. La moderación no es sinónimo de «ni chicha ni limonada», ni ausencia de ideas respecto de lo que se quiere, como no pocos postulan. La moderación está asociada a la capacidad de escuchar al otro, de buscar entenderlo, y al mismo tiempo tener claridad de que hay tiempos para escuchar y tiempos para decidir y actuar en base a las mayorías y con pleno respeto a las minorías.
Lo ocurrido en la semana, con una candidatura presidencial a punto de naufragar, puede constituirse en un punto de inflexión que termine por catapultarla.