Se hace urgente que las poblaciones de todo el mundo (Japón, Venezuela, España, Argentina, EEUU…) reflexionen sobre su pasado para proyectar el futuro al que aspiran.
Hoy levantamos la voz –aunque nadie nos escuche- en memoria de las 225.000 personas que murieron y las 130.000 que quedaron heridas como consecuencia de las bombas de Hiroshima y Nagasaki, el 6 y 9 de agosto de 1945 respectivamente.
Escribimos en nombre de los millones y millones de seres humanos víctimas de la opresión y manipulación de los grandes poderes financieros y de sus compinches, los grandes medios de comunicación y los representantes políticos que legislan para ellos.
Aquellas bombas nucleares fue el terrible “broche de oro” que el presidente estadounidense Truman aportó y con el que se puso fin a la Segunda Guerra Mundial. Después, los vencedores con caras satisfechas, se repartieron el mundo y sus beneficios.
¿Qué justicia se aplicó hacia aquellos hechos infames? ¿Qué tribunal juzgó a los responsables de aquella masacre? ¿Se planteó que fuera un crimen de lesa humanidad? ¿Cómo repararon los responsables de tales crímenes a las víctimas? Todavía es un hecho pendiente y será la historia quien lo juzgue.
Como lo hará con el rastro de sangre que ha ido dejando y deja Estados Unidos allá donde mete sus botas desde que emergiera como una gran potencia después de aquellos hechos, de los que hoy se cumplen setenta y dos años.
La herencia de EE.UU
Ese “broche final” pareciera que se convirtió en su seña de identidad. ¿Qué ha aportado como gran país a la humanidad en estas décadas en que se ha convertido en una potencia mundial? Muy poco al lado de tanto dolor y destrucción que deja allá donde llega. ¿Y dónde aparece? Donde haya recursos que esquilmar o en puntos estratégicos desde donde operar para robarlos. Muchos les son entregados a cambio de un puñado de dólares que introducen en los bolsillos de dictadores y políticos corruptos, lo que ha llevado a poblaciones enteras a la miseria y el abandono.
Pero, cuando se les resisten, entonces despliega todo su poder mediático y propagandístico junto a su poder militar apoyado por la OTAN, o paga para que otros hagan el trabajo sucio, poniendo todo el poder tecnológico al servicio de sus intereses y sin autocensurarse en absoluto a la hora de mostrar públicamente cómo asesina a cualquier dirigente que se le oponga sin juicios ni respeto por derecho humano alguno. Recordemos los casos de Gaddafi o Saddam Hussein, revisemos lo que está haciendo en Siria, etc.
Caso Venezuela, un ejemplo de la acción de Estados Unidos
Cuando se encuentra con una gran resistencia, como es el caso de Venezuela, donde un porcentaje alto de la población sigue apoyando el proyecto chavista gracias al cual las capas más desfavorecidas de la población han salido beneficiadas, entonces orquesta una campaña mucho más compleja que le ha ido dando resultados positivos en otros países cercanos, si bien le ha costado menos esfuerzo.
Hablamos de una campaña que comenzó siendo de propaganda a través de los grandes medios de comunicación occidentales, construyendo una imagen de dictadores, de Chávez primero y ahora de Maduro.
En esta campaña se fueron implicando dirigentes de diferentes lugares, todos ellos serviles y beneficiados del gran capital, relacionados con numerosos casos de corrupción (Felipe González, Mariano Rajoy o Mauricio Macri, entre otros).
Todo lo anterior, acompañado de un fuerte bloqueo por parte de los poderes económicos con presencia en el país sudamericano, para que alimentos y bienes básicos no lleguen a la población o lleguen a cuentagotas, lo que hace que muchas de las víctimas confundan a los victimarios de su situación y decidan apoyar a los dirigentes de la oposición, que no son otros que aquellos que tuvieron a la mayoría de la población en la miseria y el analfabetismo y que invitan públicamente a dar golpes de estado o a que intervengan fuerzas extranjeras en el país.
Cuando vemos desde hace unos años las grandes colas en los supermercados de Caracas, no podemos dejar de recordar las que había en Chile durante el gobierno de Allende, y que anunciaban el mismo fenómeno que está pasando en Venezuela, y que permitió el golpe de estado y la dictadura de Pinochet.
Pero las zarpas de Estados Unidos a través de la oposición venezolana no se han quedado ahí. Se han ocupado de repartir armas y pagar a individuos con caras tapadas que montan disturbios y matan, contribuyendo a reforzar esa imagen de dictadura y de clima de guerra civil entre la población y ante el mundo.
Más allá de la corrupción antigua y extendida de Venezuela y de errores graves de Maduro, lo cierto que es que está donde está elegido por el pueblo. Y que los posibles beneficiados, si cae el gobierno venezolano, son los grandes intereses financieros y los Estados Unidos, que vieron peligrar su situación privilegiada cuando Latinoamérica, de la mano de gobiernos progresistas, comenzó a unirse y hacerse fuerte frente a la injerencia de los vecinos del norte.
La reflexión como salida urgente
Hoy Latinoamérica sufre una regresión y está volviendo a épocas que creíamos olvidadas, de la mano de “golpes de estado parlamentarios” como Paraguay (2012) o Brasil, o a través de campañas sostenidas de los grandes medios de comunicación portavoces descarados de los grandes intereses económicos que han intervenido en las campañas electorales cambiando el sentido del voto de millones de personas.
Pero también se está dando una regresión alarmante en otros lugares, como en Japón -y volvemos al comienzo de esta nota-, país que votó en contra de la prohibición de armas nucleares cuando Naciones Unidas lo ha aprobado. Recordamos que Japón, donde por imposición de los vencedores desde 1945 mantenía únicamente fuerzas armadas de autodefensa, se plantea a partir de 2015 cambiar ese estatus del ejército para poder dar respuesta a posibles agresiones de Corea del Norte o China. Evidentemente esto lo hace empujado por Estados Unidos, que busca tener una posición más fuerte en la zona, especialmente frente a China que ya se está convirtiendo en la primera potencia mundial.
Pareciera que también en este caso, se repite la historia y Japón no aprendió la lección.
Esperemos que las poblaciones más temprano que tarde sepan reconocer a los verdaderos victimarios y se rebelen frente a la manipulación y la opresión.
Y esperemos que, de una vez por todas, al ser humano comience a repugnarle la violencia y se levante exigiendo su liberación. Para ello, necesita reflexionar acerca de su pasado y sobre el futuro al que aspira.