Por María Eugenia Otero y Fernando Tebele | La Retaguardia
Sabíamos quién era y qué le había sucedido porque publicamos su foto de aquel día en que un policía lo baleó en el ojo, antes de la detención de Agustín Santillán, para ilustrar una charla con Gabriela Torres, la esposa del líder wichí.
La numerosa familia nos esperaba con ansiedad en el Barrio 50 viviendas, una construcción en tierras wichí recuperadas hace unos diez años. A partir de nuestra llegada, la fila comenzó a hacerse más extensa porque otras personas se acercaban para que escucháramos lo que querían denunciar. Su mamá nos saludó con mucha calidez y nos acompañó hacia el interior de la casa precaria en la que viven, porque él no podía esperarnos afuera como los demás. Lleva una especie de turbante enorme sobre la cabeza, tiene la piel oscura, los ojos grandes y una mirada de desesperanza que, sabemos, no vamos a poder consolar.
Santiago Torres tiene 19 años y está tirado en su cama. Apenas puede incorporarse. Forzado por su hermano mayor que le dice algo en su lengua, queda casi sentado sobre el colchón raído del que no se mueve desde que ocurrieron aquellos hechos que están intactos en la memoria de todos los habitantes de la casa. Relatan una y otra vez la escena del momento en que traen a Santiago ensangrentado con el disparo en el ojo. Nos llevan por la casa para mostrarnos el recorrido que hicieron “cuando se lo traíamos a la mamá”. Van a buscar la remera que su otro hermano llevaba puesta aquella vez, completamente agujereada por las balas de goma. Luego lo veríamos también a él, que tiene perdigones de goma todavía bajo la piel, porque su hermana no pudo quitarle todos cuando lo curó.
Santiago es la imagen de la desprotección. Yace a la espera de mejor no saber qué, sin atención médica, con un pañuelo enrrollado alrededor de la cabeza que juega el papel de un parche, pero que no llega a tapar la herida. Alcanzamos a ver cómo supura. Él dice que también ve poco con el otro ojo. Decidimos no fotografiarlo. Cero en periodismo, pero nos resulta invasivo para con una persona que no tiene muchas ganas de hablar.
–La Retaguardia: ¿Qué fue lo qué pasó esos días antes de la detención de Agustín Santillán?
–Santiago Torres: Yo me iba a defender nomás. (Quería) sacar a los changos para que no hagan problema. Por defenderme terminaron disparando. Por eso, por sacarlos para que no hagan problema.
–¿Quién disparó?
–Un policía. Uno solo era.
–¿Podés identificarlo?
–Sí, lo conozco. Chamorro se llama. Es su nombre.
–¿Costó que te atendieran en algún hospital?
–No, no costó nada. Me atendieron bien. En Formosa (Capital) me atendieron.
–¿Te detuvieron?
–Quedé herido nomás. No podía ver nada. Recién estoy viendo un poco. Perdí un ojo. Estoy viendo poco, por la mitad nomás.
–¿Se sabe con qué te pegaron?
–Bala de goma era. Me sacaron la bala que tenía ahí adentro.
–¿A qué distancia estaba el policía cuando te tiró?
–Acá nomás, de esa puerta, más allá (6, 7 metros). Yo le he mirado bien los ojos y el me disparó viéndome a los ojos. Ahí caí y ya no supe más nada.
–¿Qué estaba pasando ese día cuando fuiste a sacar a los chicos?
–No sé nada yo. Yo iba a sacarlos nomás para que no hagan nada. Ahí adentro estaba yo. De ahí había escuchado los tiros y me he ido corriendo a sacar a los changos para que hagan nada.
–¿Eso fue el día que quemaron la casa de aquí enfrente?
–No, después (quemaron la casa). Estábamos en Formosa con mi papá.
–¿Estos problemas con intervención de la policía vienen hace tiempo?
–Sí.
–¿Y cómo sigue tu vida ahora?
–Mejor. Estoy acostado y sentado acá adentro nomás.
–¿Estás bien atendido? ¿Te están viendo médicos?
–No, nada. No me atienden.
–¿Antes de que te pasara esto ibas al colegio?
–No, nada. No sé nada.
–¿Terminaste la secundaria?
–No.
–¿El primario?
–No, nada. No sé leer, nada.
–¿Cuántos hermanos son?
–Cinco somos.
–¿Pensás que esta situación de impunidad de la policía va a cambiar?
–No sé nada. No sé qué pienso. Nada.
Después vendrá un diálogo acongojado con su mamá, la del turbante, que nació en el monte y toda su vida trabajó como lavandera. Ahora no sabe qué hacer, no sabe cómo proteger a su familia. La del incendio de la vivienda de Chamorro tras haber herido a Santiago y a varios más, es una de las tantas causas que tiene Agustín Santillán. Chamorro, en cambio, no tiene ninguna.