Este domingo los venezolanos están convocados para elegir a sus representantes con miras a constituir una asamblea destinada a concebir una nueva Constitución. Lo curioso es que sea el gobierno de Maduro quien quiere cambiar la actual Constitución venezolana generada por Chávez, y que sea la oposición quien se oponga a su modificación. ¡El mundo al revés!
Las deserciones del chavismo de primera hora están engrosando a una oposición variopinta, monopolizada por una derecha contradictoria, dividida y más preocupada de repartirse los despojos del poder. Estas deserciones parecen estar clarificando los pasos a seguir. Es bien sabido que el punto de partida del derrumbe de los regímenes que procuran eternizarse, está señalado por las deserciones de sus entrañas. En el caso venezolano, el de mayor impacto mediático y político parece ser el de la fiscal Luisa Ortega, quien está invitando a perder el miedo.
Las razones del gobierno para cambiar la actual Constitución se centran en la pérdida del poder total al no tener el control del Parlamento, hoy dominado por la oposición. Y ésta, que no quería la actual Constitución, ahora se abraza a ella porque ha pasado a ser su escudo al tener la mayoría de los congresales. Maduro, con su torpeza infinita, amén de un talente que nada tiene de democrático, solo atina a conservar su poder apoyándose en las mafias que han estado beneficiándose bajo su gobierno. Del apoyo popular poco le queda ante el vaciamiento de las arcas fiscales. A esta altura del partido solo lo sostienen las FFAA venezolanas. Su caída es inminente desde hace años, pero que caerá, no hay duda alguna. Lo que no se sabe es cómo caerá, ni el tenor de las negociaciones que tras las bambalinas deben estar en curso. Mientras más tiempo se tome Maduro en caer, más alto será el costo que pagará el pueblo venezolano.
La tragedia de Venezuela reside en la farra de décadas, tanto de gobiernos militares como democráticos que se han corrompido gracias a la tentación de los altos ingresos por concepto de su riqueza básica, el petróleo. Desaprovechó la oportunidad de crear una base productiva sólida, que se proyectara en el tiempo, en vez de centrarse en políticas asistencialistas, clientelísticas. Lo que debió ser su bendición, terminó siendo su maldición.
Cuando Venezuela despierte de este momento aciago, los venezolanos tendrán que mirarse los ojos y ver cómo salir adelante a partir de las cenizas, sin mayor base productiva. Su inteligencia y el apoyo internacional serán puestos a prueba.
La elección de este domingo no resolverá nada, por el contrario, agudizará el drama actual. Por eso, la invitación es a no participar, a abstenerse, a no seguir el juego de un gobierno que ha perdido los estribos.