Había pensado escribir sobre los abusos que cometen las empresas eléctricas (ENEL y CGE) contra las familias chilenas, cuando recibí una noticia dolorosa. Mi amigo Marco Aurelio García había fallecido. Tomé entonces la decisión de recordar a este talentoso brasileño, con una trayectoria política y profesional que trasciende las fronteras de su país.
A su retorno a Brasil, Marco Aurelio ayudó a fundar el Partido de los Trabajadores (PT) y posteriormente se convirtió en hombre clave de la política exterior brasileña, de los gobiernos de Lula y Dilma Roussef. Desplegó denodados esfuerzos para revitalizar el MERCOSUR, impulsar UNASUR y construir CELAC. Fue intransigente partidario de la integración sudamericana y al mismo tiempo defendió con firmeza los intereses regionales frente a los Estados Unidos. Su desacuerdo con el Área de Libre Comercio de las América (ALCA), promovida por los gobiernos de Bush y Clinton, fue determinante en el fracaso de esta iniciativa.
A fines del año 2000, Itamaraty (la cancillería brasileña) manifestó su malestar con la decisión de Chile de iniciar negociaciones para suscribir un TLC con los Estados Unidos. Nuestro país no había informado a Itamaraty sobre sus conversaciones con el gobierno norteamericano, en momentos que negociábamos la incorporación plena de nuestro país al MERCOSUR. Ello enfrío las relaciones entre Chile y Brasil.
En enero 2003 Lula asume la Presidencia de Brasil. Marco Aurelio, como su principal asesor en política exterior, realiza variados esfuerzos para recomponer las relaciones con Chile. Éstas mejoran sustancialmente, gracias al invaluable aporte del asesor de Lula. Como consecuencia de ello, en octubre de 2005, el Presidente Lagos condecoró a Marco Aurelio García con la Orden al Mérito Bernardo O’Higgins, medalla que se otorga a ciudadanos extranjeros por servicios prestados a Chile. Un merecido reconocimiento a un verdadero amigo de nuestro país.
Sin embargo, la amistad de Marco Aurelio con nuestro país va mucho más allá de su aporte diplomático. Era antigua. A comienzos de los años setenta se exilió en Chile, junto a su esposa Elisabeth, cuando la dictadura brasileña estrechaba el cerco sobre los demócratas. Eran los tiempos de la Unidad Popular.
Marco Aurelio se incorpora en 1970 al Centro de Estudios Socio-Económicos (CESO) de la Universidad de Chile, dónde también nos acompañaban Theotonio, Vania Bambirra, Ruy Mauro y Emir Sader, también exiliados brasileños. Fue reconocido muy rápidamente como como un destacado profesor y los estudiantes de la Escuela de Economía, de la calle República, lo recuerdan con mucho afecto. No sólo brilló como profesor, sino también se comprometió con las transformaciones que vivía nuestro país durante la Unidad Popular, convirtiéndose en un activo militante. Después del golpe militar en nuestro país, Marco Aurelio desde el exilio persistió en su compromiso y lucho incansablemente contra la dictadura chilena.
Cuando nos encontrábamos en Chile o en Brasil con Marco Aurelio era como si nunca hubiésemos dejado de vernos. Marco Aurelio estaba en el poder, en Plan Alto (la casa de gobierno), junto a Lula, pero seguía siendo el hombre sencillo, divertido y alegre que conocimos en el CESO. Sabía reírse de sí mismo, ironizaba sobre los poderosos y no soportaba a los serviles. El poder no lo transformó.
Los amigos y camaradas chilenos de Marco Aurelio estamos orgullosos de haberlo conocido. Agradecemos su solidaridad con nuestro pueblo. No sólo con su trabajo como asesor de los gobiernos de Lula y Dilma, sino como intelectual y militante, tanto en los tiempos de Salvador Allende como en la resistencia contra la dictadura. Y, le decimos a León, su hijo: Marco Aurelio, estará siempre presente junto a sus amigos y camaradas chilenos.