Por Denis Dégé
Querida France Insoumise,
Gracias por despertarme después de un largo sueño, porque ya no creía en la política y no me identificaba con ninguna propuesta. Siempre me sentí en contradicción entre mi deseo de cambiar a la sociedad, denunciar la violencia económica, psicológica, religiosa, racial … y acompañar a los que sufren. Vivía una contradicción, porque actuar en la comunidad es a veces un paleativo que uno se da para mantener la «conciencia tranquila», fácilmente absorbida por quienes producen tanto sufrimiento en torno nuestro.
A nivel social, siempre he tratado de hacer lo mejor, he intentado diversas formas de acción a escala local: acciones políticas con el Partido Humanista, acciones sociales y culturales con Convergencia de las Culturas, periódicos barriales, acciones solidarias, creación de proyectos colectivos, además de dar curso a mi vocación, que se expresa a través de mi trabajo con ancianos. Fui a ver a amigos en África, Medio Oriente, América Latina, en busca de inspiración y apoyo. Desde mi adolescencia, me interesan todas las formas de acción que rechazan la violencia, la desobediencia frente a leyes injustas hechas por una minoría en el poder.
Personalmente, he tratado de tener un estilo de vida «humanista» en el que aplico la Regla de Oro de siempre tratar a los demás como me gustaría ser tratado, y reconciliado, tanto con los demás como conmigo mismo. Siempre he tratado de llevar adelante un estilo de vida coherente que intenta hacer lo que digo y lo que siento, porque la división interna es la fuente de todo sufrimiento, y por lo tanto de la violencia. Traté de vivir con entusiasmo, un proyecto tras otro.
Mi intención era despertar y desplegar lo que diferencia a los seres humanos de los animales y, por supuesto, lo hice buscando el desarrollo de la intencionalidad y el conocimiento del psiquismo. A mi alrededor vi a muchas personas caer en el resentimiento y la infelicidad … Luego probé a velar sobre mí mismo, en lugar de estar siempre tan indignado, arrastrado por ideologías políticas, financieras y religiosas que hoy consideran al ser humano como objeto: como un cuerpo sin alma, una herramienta de producción, un consumidor.
Pero me faltaba una aplicación global, debido a que ya no existía en Francia un movimiento que actuara tanto para cambiar las estructuras del sistema como la base social. Cuando visité a amigos en todo el mundo y me interesé en los movimientos sociales que surgieron, siempre me dije que una fuerza social de base no era para nosotros. En Francia, la respuesta de una minoría de personas que buscan aislarse de la mayoría, que viven distanciadas, no me había convencido. Pensé que su forma de hablar, incluso siendo válida para el desarrollo humano, no podría interesarle a un gran número, que continuarían delegando su poder y permitiendo que la injusticia y la violencia económica (fuente de todas las frustraciones actuales) invada nuestras calles.
Hoy en día, aquellos que creen ser «vencedores» (desde la perspectiva económica) caen en el individualismo y se dan cuenta demasiado tarde cuando la energía que les falta, sus matrimonios fracasan, los sorprende la enfermedad , les llega la muerte … y el dinero acumulado les resulta inútil! En los barrios, la gente ha sido abandonada por las fuerzas sociales y los militantes han sido reemplazados por «profesionales», por el sistema de subsidios, por una administración, que deja de lado la comunicación directa y el altruismo que constituyen la raíz de la acción válida para terminar con la violencia. Todavía quedan unos pocos trabajadores de la educación, social o de la salud, con la vocación intacta, a pesar de las condiciones impuestas: ahora comparten el programa de France Insoumise.
No quiero retirarme en una especie de comunidad, sino vivir plenamente en el mundo: yo trabajo, actúo y vivo en mi barrio, trato de amar a la gente yendo más allá de la pequeñez, mi interés y mi búsqueda se orientan hacia el rechazo de la violencia, hacia la superación del sufrimiento personal y social, porque mi referencia es el Humanismo Universalista, que ha sido lo único que ha permitido a la humanidad producir cambios significativos a nivel personal, en el entorno inmediato y a escala global civilizatoria. Este humanismo, que no es una moral, sino un comportamiento y una acción para la vida, que aprendí y profundicé gracias a las enseñanzas y proyectos sociales desarrollados por Silo, lo he reencontrado en France Insoumise.
En el momento de las elecciones presidenciales me di cuenta de que tal vez estaba pasando cerca de algo. Y sin pensarlo, los ubiqué y me sumé al grupo de France Insoumise en mi barrio. Antes de eso, busqué información y lo que me convenció fueron los vídeos tremendamente pedagógicos de la Secretaría de Prensa de JL Mélenchon y el programa de Futuro en Común, los vídeos de «Osons causer» informaban de modo simple y apuntaban a despertar las conciencias. En todo ello, reencontré la mayoría de mis creencias.
Claro que para mí carecen de la dimensión del cambio personal y social simultánea, que es la única garantía de una profunda renovación de la humanidad. Pero este tema se puede entender en la acción, cuando reconocemos sinceramente la brecha entre nuestros pensamientos, nuestras acciones y nuestra actitud personal. Por otra parte, escuchando a Mélenchon y los que lo rodean, advertí esta intención en él, en su trayectoria, en su manera de presentar sus propuestas, en la poesía y la fuerza del espíritu que guía sus acciones.
A partir de ese momento, mis prioridades cambiaron: he reducido durante algún tiempo mis estudios, la pintura, mis lecturas, parte de mis actividades, que, sin embargo, se mantienen presentes y han sido fuente de inspiración a lo largo de estos dos meses campaña. Hoy, hago un paralelismo con los que me gusta estudiar: Mani, Zaratustra, como Silo que lanzó un mensaje de casi imperceptible al mundo (centrado en la espiritualidad), dando lugar a una gran revolución social y humana. Attar o Kubra también tuvieron que buscar fuentes de sabiduría, y rebelarse inteligentemente en contra de la invasión de los mongoles y el poder que ingenuamente creía en el éxito a través de la acumulación de riqueza.
Con todo este trabajo de reflexión, meditación y acción, durante las primeras semanas de participación en la acción política, muchas veces me sentí bien diferente: muy inspirado, muy tranquilo y feliz, con otra sensación que la que tuve anteriormente cuando en el pasado era políticamente activo. No lo puedo describir, pero estoy contento, porque me siento más coherente.
Lo que me gusta es conocer a gente de mi barrio con la misma sensibilidad, seguramente más inclinadas a producir un cambio profundo en términos sociales que las que me he encontrado en el mundo institucional o las organizaciones. En las reuniones y la acción, he disfrutado de la amplia variedad de personas, de edades y experiencias diferentes. Me he encontrado con la intención de tratarse bien y también de tratar así a los opositores, pese a que no dejan de expresar su cinismo, su cerrazón o a veces incluso su violencia.
En la acción local sentí la polarización en «dos bandos«, entre la atmósfera actual de violencia económica y política, y el «mito del logro«: por un lado, el humanismo (mucha gente se acercaba con amabilidad, o exponía sus dudas y preguntas), y el antihumanismo, donde vi a la gente ocuparse únicamente de sus intereses a corto plazo (a menudo problemas económicos, o el miedo a perder dinero, estatus y prestigio). En todos los casos, sentí una gran frustración a la que todo el mundo trata de dar una respuesta. Hay un espíritu de venganza que trata de «ganar» a toda costa, sin tener en cuenta el destino de la humanidad. Opuesto a ello, se organiza un espíritu de comprensión recíproca que busca que el mundo salga del sin-sentido. Por supuesto, he tomado esta segunda opción, ya que es lo único bueno para el futuro, para el equilibrio psicológico de los individuos y grupos, para la continuidad y la trascendencia de toda la humanidad y de los tiempos y espacios futuros.
Ahora estamos tratando de construir una nueva fuerza, que se organice de forma diferente a la de los viejos partidos, sin sus cúpulas que traicionan a los militantes. Una fuerza presente en la base, y unida para actuar globalmente. Equipos que acompañen el sufrimiento diario que la gente experimenta con la violencia: informándolas sobre las consecuencias de las leyes en previsión, el funcionamiento de los sistemas políticos y económicos, y ayudándonos mutuamente para recuperar nuestro lugar y nuestra alegría.
En este proceso, donde uno debe liberarse de hábitos y creencias impuestas, habrá dificultades. Lo más importante será nuestra hermosa diversidad, sentir siempre el mayor afecto por aquellos que luchan por vivir en buenas condiciones de vida, por la educación y la salud, y hacia quienes se organizan y actúan.
Me pregunto por el futuro: mientras los cambios profundos parecen postergarse y nuestra generación será criticada por su hipocresía e irresponsabilidad, veo que algo hermoso avanza y se expresa, muy por encima de las pequeñeces, de la mezquindad y la burla de quienes tienen el poder y los formadores de opinión.
A la gente, le debemos todo!